'El danzón es la vida”: Yolanda Santaella López

miércoles, 5 de septiembre de 2018 · 22:47
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- A decir de la investigadora Yolanda Santaella López, el danzón “es una relación de vida”. Para ella lo ha sido y lleva décadas trabajando en su estudio, difusión y defensa como patrimonio cultural intangible, cuyos valores se manifiestan en las habilidades de su ejecución y la transmisión de esos saberes de generación en generación. “Es intangible, pero se vuelve tangible, aunque efímeramente, cuando se reúnen los bailadores en el salón de baile y se entra en un estado de éxtasis con la música y el baile. Es como una danza clásica, como el ballet que tiene sus tiempos y no hay que salirse de ellos”, dijo a esta reportera en octubre de 2003, cuando, decidida, buscaba que los salones de baile fueran declarados patrimonio cultural. El pasado 30 de agosto, Santaella López fue reconocida por su labor de 50 años como restauradora de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH): “Son 50 años y ocho meses de vivir en el seno de una institución a la que le debo conocer el país, su diversidad biocultural y, sobre todo, porque gracias al trabajo he podido tratar con personas maravillosas. Tenemos la responsabilidad de difundir este importante legado a la sociedad, mediante la educación. Todos somos conservadores y divulgadores del patrimonio cultural que hemos tenido en nuestras manos o que tenemos en ellas.” Así habló de su quehacer la investigadora al recibir el reconocimiento de manos de Diego Prieto, director del INAH, junto con otros trabajadores del instituto, como el fotógrafo Adrián García y el también restaurador Santiago Soto Urrutia. Uno de los trabajos de restauración y conservación en los cuales intervino la especialista fue el Águila Cuauhxicalli, una escultura mexica, encontrada el 10 de septiembre de 1985, mientras se hacían trabajos de reestructuración de la Antigua Casa del Marqués del Apartado, en las calles de Argentina y Donceles en el Centro Histórico. Considerada única en el arte mexica, la pieza de aproximadamente 1.5 toneladas de peso debió ser intervenida in situ. Santaella explica en un texto titulado “Conservación del Águila Cuauhxicalli de la casa del Marqués del Apartado, de la Ciudad de México”, publicado en El correo del restaurador No. 12, que la escultura conserva elementos de cromatismo: “En cuanto a la policromía hay que decir que su presencia en los objetos prehispánicos es común y constituye una evidencia cultural que debe conservarse por el simbolismo y valor artístico que contiene, lo cual lamentablemente no siempre se ha logrado.” Es autora del ensayo Mi vida por un danzón, presentado en el XXI Simposio Internacional de Conservación del Patrimonio Monumental, Intangible y Tangible, realizado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), en noviembre de 2001, en el que hace un recuento histórico del danzón desde sus orígenes en Cuba y su llegada a México a finales del siglo XIX y el XX. Fue en 2003, en entrevista con apro, cuando habló de la importancia de que se protegieran como patrimonio cultural los salones de baile, como el famoso Colonia, que para entonces aún existía en la colonia Obrera, y era el más antiguo. Hoy ha desaparecido. Lo describió entonces: “El salón principal presenta una planta libre con columbras que conforman un amplio espacio para bailar; en el salón posterior sobresale una bella escalera teatral ‘art noveau’ con pasamanos rematado por una escultura; se conserva la barra del bar; en la decoración del edificio predomina la línea recta geometrizante; el plafón también está decorado; el patio conserva unas almenas geométricas.” Mencionó también el salón Los Ángeles, en la colonia Guerrero, y el California Dancing Club, o Califa. Su propuesta consideraba la creación de un museo para recuperar la memoria de este arte: “Ojalá se hiciera algo porque el patrimonio arqueológico y colonial ya está protegido y reglamentado, y este patrimonio no (y) no podemos olvidarlo, sería como negarnos a nosotros mismos.” Hace un par de años, en septiembre de 2016, la investigadora contó a esta reportera que el Salón México, conocido también como El Marro, estuvo decorado con obras del muralista José Antonio Gómez Rosas (1916-1977), como El Hotentote, y ahí estuvo el compositor estadunidense Aaron Copland, quien compuso la obra Salón México, y en otra ocasión tocó Amador Pérez Torres Dimas, autor de Nereidas. Hoy (al menos) se le promueve en espacios abiertos al público, en plazas donde cualquiera puede ir a bailar, lo cual es una forma de transmitir el conocimiento y mantenerlo como un patrimonio vivo, dijo entonces.

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