#MeTooMx depura estrategias para su nueva etapa

sábado, 6 de abril de 2019 · 17:53
El suicidio del bajista Armando Vega-Gil, el lunes pasado, desató una crisis. La red social de Twitter se convirtió en una arena despiadada donde se lanzaron mensajes de odio a favor y en contra de #MeTooMx, al que se responsabilizó de la muerte del músico. Periodistas Unidas Mexicanas, la red impulsora del movimiento –creado para denunciar agresiones sexuales– dice a este semanario que se replantearán los protocolos de denuncia y se buscará asesoría con abogadas y organizaciones civiles, para que los casos de violencia contra las mujeres sean atendidos apropiadamente por la justicia. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El viernes 5 Priscila Alvarado no entró a clases. Se quedó en la entrada de su universidad, la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, acompañada por algunos de sus compañeros y su madre, Patricia Alvarado, para hacer público que presuntamente fue acosada por el director académico de la institución, Enrique Mandujano. Hace dos años este maestro comenzó una amistad con ella, como con muchas otras alumnas; era su costumbre generación tras generación. Priscila asegura que los mensajes de texto que solía enviarle subieron de tono. “Es la parte que más me ha lapidado últimamente. El primer mensaje intencionado que respondí fue un simple: ‘Eres muy guapa e inteligente, me gustas’. Me quedé pasmada unos segundos. No sabía qué hacer. El director académico, Enrique Mandujano, la vaca sagrada de la escuela, el gran periodista, uno de los mejores profesores, me estaba coqueteando. Yo le gustaba. ¡Maldita sea!, ¿por qué yo?”, leyó Priscila con la voz entrecortada. Priscila narró que respondió los mensajes de manera evasiva, entre sentimientos de culpa y sin saber cómo frenarlo. Los mensajes eran más halagadores, más inquietantes. El maestro la invitaba a salir, a tomar cerveza. Ella dijo que nunca aceptó, pero que un día de noviembre de 2017, cuando cumplió 23 años, Mandujano la citó en su oficina para regalarle unos libros y la besó contra su voluntad. Contó que salió de la oficina y se lavó la cara y la boca con jabón. Decidió no tener más contacto con él y guardó silencio. Sentía que era su culpa, que ella lo había provocado y que nadie iba a creerle. El año pasado denunció ante las autoridades de la escuela el presunto acoso y abuso que sufrió de quien era el director académico de la institución. El Comité de Ética de la universidad le ofreció un protocolo para investigar el caso, con base en el cual iban a carearla con el supuesto agresor. Ella rechazó el protocolo y el tema quedó archivado. “Era su versión contra la mía. Ellos no me creían”, afirma Priscila en entrevista. (Fragmento del reportaje especial publicado en Proceso 2214, ya en circulación)

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