Las memorias de Gabriel Figueroa

lunes, 27 de febrero de 2006 · 01:00
* Espléndida coedición UNAM/El Equilibrista México, D F, 27 de febrero (apro)? También se llama Gabriel Figueroa y es hijo del célebre fotógrafo Al enviar su manuscrito a los editores, Gabriel Figueroa Flores les dice: "Parte de la historia del siglo XX en México con personajes y situaciones quedan ?vistas? desde un ángulo fresco, honesto y comprometido, verdaderamente composiciones, como él decía: ?el Indio (Fernández) me pide un encuadre y yo le hago una composición?" El volumen, que inserta una serie de fotografías, consta de 25 capítulos Del IV, llamado "Hollywood", se tomó un fragmento De todos es sabida la represión que sufrieron los artistas de cine en la época del macartismo, pero pocos saben que Figueroa estuvo en la lista de los "comunistas" perseguidos En este fragmento, sin embargo, no se trata de una verdadera persecución de la policía al cineasta mexicano, sino de una anécdota que éste cuenta con humor y que el lector, sin duda, disfrutará Hollywood En otra ocasión llegamos a Hollywood varios amigos: Lalo Quevedo, Coger, un ingeniero de sonido muy amigo mío, Nacho Torres y yo Cada quien viajaba, por supuesto, con sus propios contactos y sus propios planes Lalo Quevedo iba invitado por las chicas Jenkins, las hijas de don Guillermo Jenkins, el magnate que fue dueño del Banco de Comercio y de las cadenas de cine Según contaban sus hijas, llegó a México con cincuenta y cinco dólares en la bolsa por todo capital y llegó a amasar fortunas La primera, según tengo entendido, la hizo durante una de las devaluaciones de Miguel Alemán Le avisaron que venía una devaluación, porque poseía trescientos cincuenta millones de acciones de Nacional Financiera, y le avisaron muy a tiempo Lo que sí me consta eran sus formidables cadenas de cines, que manejaba, una, Manuel Espinoza Iglesias y, la otra, Gabriel Alarcón Cuando llegamos a Hollywood fuimos a dejar a Lalo Quevedo a casa de la Jenkins, una de las mansiones más fabulosas que he conocido en mi vida La construyó Doheny, el petrolero dueño de Cerro Azul, en Tampico Abarcaba toda una loma Se entraba por una reja eléctrica sobre un camino pavimentado que llevaba hasta la primera parte de la loma y en todo el recorrido no se veía nada más que jardín Tenía canchas de tenis y frontenis, salas de teatro y cine? Al llegar al piso principal, tenía un garage cubierto como para cincuenta coches con una bomba de gasolina ahí atrasito Luego entraba uno a la casa, donde había una biblioteca gótica inglesa que era una preciosidad Seguía uno subiendo en coche hasta arriba, a las habitaciones de los invitados He viajado bastante y he visitado muchos lugares, pero nunca he visto una casa de esa magnitud Ahora es una academia cinematográfica Las chicas Jenkins nos recibieron amablemente; yo ya las conocía de México Me invitaron a quedarme también, junto con Lalo, pero les expliqué que había parado en el hotel Roosevelt porque estaba cerca del estudio donde iba a trabajar: "Cuando menos tómate una copa", dijeron, y estuvimos un rato platicando Cuando llegó la hora de despedirnos, me comunicaron que ya habían mandado traer mis cosas del hotel y que estaban en el cuarto de invitados No pude negarme más y me quedé Teníamos dos mozos de saco blanco que nos atendían, cuidando que siempre tuviéramos cigarros y whisky Lalo y yo quisimos corresponder a la amabilidad de las chicas Jenkins y las invitamos al Earl Carroll, que era el mejor lugar que había, con foro y variedad Las mesas más caras eran las que estaban cerca del foro y, como queríamos quedar bien, tomamos una Fuimos con tres de las chicas Jenkins; era viernes De regreso, Maggie me pidió que manejara; traían un Cadillac con la capota bajada Veníamos por el boulevard, pero me pasé dos altos y de inmediato me alcanzó un motociclista y me pidió la licencia Le di mi licencia mexicana, me entregó la boleta de la infracción y, en ese momento, Maggie le dijo que era invitado especial de Los Ángeles El agente se disculpó: "Si me lo hubiera dicho, no pasa nada", y me indicó que fuera a la oficina de policía a explicar todo y así se arreglaba el incidente sin necesidad de pagar un centavo Al día siguiente fui con Lalo a pagar la multa, pues no quería tener ningún problema con la policía, especialmente porque sabía la clase de líos que tienen los mexicanos en California Llegamos a la oficina de tránsito a la una de la tarde, pero estaba cerrada Tenía un letrero que decía: "Abierto hasta las 12:30" No había nada qué hacer, revisé la boleta y vi que tenia diez días de plazo para pagar la multa, así que no me preocupé más y no fuimos Ese sábado en la noche, la mamá de las chicas Jenkins avisó que no iba a bajar porque estaba enferma y no quería salir de su cuarto Les sugirió a sus hijas que prepararan una cena para nosotros y otros amigos y amigas, ahí mismo en la casa Empezó la gran fiesta, todos vestidos de smoking, corría la champaña y todo era elegantísimo, con el butler que atendía de frac A eso de las doce sonó el teléfono: ?Señor Figueroa, teléfono ?me dijo el butler Me extrañó recibir una llamada, pero fui a contestar: ?¿Quién es? ?Hablo de la estación de policía, ¿por qué no se presentó usted a la policía el día de hoy? ?Un momentito, se equivoca usted, señor, yo estuve en la oficina Obviamente desconozco los horarios de aquí Fui a la una de la tarde y me encontré con que atendían hasta las doce y media Me presenté, nada más que llegué tarde Pero el lunes iré a arreglar ese asunto ?Usted, como todos los mexicanos, viene sólo a burlarse de las autoridades norteamericanas y de las leyes y las reglas? ?No, señor, yo soy gente sumamente respetuosa en todas las cosas, y con el mismo respeto exijo yo que me trate a mí Mire, usted está completamente equivocado Por una infracción de tráfico me está molestando a las doce de la noche en mi casa? ?Se equivoca, usted pasó ilegalmente la frontera ?Pero claro que no, tengo todos los sellos de haber cruzado legalmente ?You came with the fellow by the name Quevedo ?escupió despectivamente ?Sí ?le dije?, ¿qué hay de malo con él? ?A ese Quevedo le hemos checado y es miembro del Partido Comunista Y como usted viene con él, aquí no hay cuento que valga: empaquen porque el carro de la policía estará en media hora por ustedes para llevarlos al Glendale y dejarlos en la frontera Va usted a esperar a la policía, y no discuta Para entonces ya estaban todas las Jenkins a mi alrededor queriendo quitarme el teléfono para ver si podían hacer algo ¿Qué otra opción me quedaba? Entonces se oyó una carcajada del otro lado: ?¡idiota! Soy Arturo de Córdova Acabábamos de hacer una película en México y me había dicho que no iba a ir a Hollywood, así que nunca imaginé que pudiera estar ahí Había llegado ese día porque le habían propuesto una película con la Paramount y tenía que hablar con dos productores ?¡Qué desgraciado eres! ?le dije, mientras todos se reían? Realmente me pusiste muy preocupado con todo ese asunto, tan felices que estábamos y vienes a echarlo a perder ?No, es que me llamaron unos productores y vengo a ver si empezamos una película, ahorita estoy con ellos y vamos a ir a cenar Nada más quise saludarte ?¿Por qué no vienes a tomar una copa? ?No, no, ¿cómo voy a llevar a los productores allá con ustedes?? Creyó que estábamos viviendo en alguna pocilga, y ahí vi la oportunidad de regresarle la broma: ?Mira, tú te avergüenzas de dónde vivimos nosotros y por eso no quieres traer a tus productores gringos; te da pena, pero es la última vez que yo hablo contigo En México no te vuelvo a dirigir la palabra, por tu discriminación hacia tus compatriotas en Hollywood ?Oye, Gabriel, no lo tomes así Dame la dirección y ahí vamos, nos tomamos una copa y nos vamos a hablar de nuestros asuntos Le di la dirección (The Doheny Drive quién sabe qué número) y se conoce que él les dijo a los productores: ?Miren, tengo que cumplir con estos muchachos que son pobretones y vienen a estudiar acá, así que el lugar no se los aconsejo mucho, pero han de tener buen whisky Nos tomamos una copa y ya, y así quedó bien porque parece que se molestaron ?All right Vamos ?dijeron los gringos Comenzaron a buscar y llegaron al Dohenry Drive, vieron el número y pensaron que no podía ser: la reja de entrada era enorme, cabían dos carros y era eléctrica, y además había una caseta donde estaba el portero de la casa, quien ya había recibido instrucciones Se bajó uno de los americanos y le preguntó al portero: ?Oiga, perdone, andamos buscando este número y coincide con este domicilio Buscamos a un señor Gabriel Figueroa ?Esta es la casa del señor Gabriel Figueroa Pase usted Nada más apriete el botón eléctrico que está en el postecito para que se abra la reja y pueda pasar El portero podría haber apretado el botón desde donde estaba, pero tenía instrucciones de hacer todo esto El productor abrió la reja, pasaron y el portero les indicó que la casa era arriba, donde se alcanzaba a ver la luz Cuando llegaron, ya tenía yo todo el teatro preparado Abrió el butler y les dijo: ?Sírvanse pasar El desconcierto era general: ninguno de ellos esperaba una cosa así Entró Arturo buscándonos y entonces salí a la recepción como si fuera el dueño de la casa: ?Señores, ¿cómo están ustedes? Pasen, por favor Vino un mozo con una enorme charola de plata llena de copas de champaña Arturo se iba acercando a donde yo me encontraba con el ojo cuadrado: ?Oye, desgraciado, ¿qué hacen ustedes? ?Ah, ¿no quieres esto? ¿Quieres alguna otra bebida? Naturalmente tomaron la champaña y seguimos bebiendo Cenamos, se ofreció más bebida y empezaron los chistes Arturo seguía preguntando qué hacíamos ahí, hasta que le expliqué que éramos invitados de las chicas Jenkins Como ya era tarde subimos al departamento de invitados para dejar dormir a la señora Arturo creía que estaba en las mil y un noches En aquel viaje fui a varios estudios: a la Paramount, donde conocí a Carole Lombard, esposa de Clark Gable, a su fotógrafo Teddy Tetzlaf, a Claudette Colbert y a Rita Hayworth; luego a la Metro, adonde llevaba una carta de Dolores del Río para Ceduic Gibbons, el principal escenógrafo del estudio; a Universal City, donde conocí al presidente de la compañía, Carl Lammle, y también a la RKO, a saludar a mi amigo el señor Meter Rathbone, presidente de la empresa y coproductor de La perla, quien ofreció una cena en mi honor

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