Moctezuma II, un tlahtoani entre sotanas

domingo, 1 de agosto de 2010 · 01:00
2e99d192.mp3 294f0dd5.mp3 29db8c34.mp3 e0215659.mp3 e176fee5.mp3 155294c2.mp3 Fecha y sitio corresponden al 14 de noviembre de 1733 en el modesto teatro Sant´Angelo de la república de Venecia y, no obstante la trascendencia de lo que acontece, la desmemoria corroerá todo. Se trata del estreno del dramma per musica Motezuma cuyo libreto fue escrito por un cura aficionado a la dramaturgia de nombre Alvise Giusti. Con esta puesta en escena, hija del desconocimiento y el absurdo, se inaugura el filón melodramático que explota la figura del mandatario mexica más vituperado de la historia. Empresa delicada hacer de la ignorancia una virtud como del prejuicio un atributo, sin embargo, el melodrama lo consiente.  Amarremos la góndola antes de ingresar al teatro. En los créditos del programa se cita primero a los cantantes y al final se anotan los bailes de Giovanni Gallo, las escenografías de Antonio Mauro y las músicas del Vivaldi así, a secas. En el elenco aparecen 6 personajes: MOTEZUMA, MITRENA (esposa de éste), TEUTILE (hija de ambos), FERNANDO, RAMIRO (hermano de éste) y ASPRANO (General mexica). Precisemos lo antedicho. Los mejor librados de la corrosión aludida son Mauro y la cantante Anna Giró que personifica a Mitrena. ¿Cómo es que ellos sí logran evadir la anulación futura de su trayectoria profesional? Sencillamente, por su relación con el compositor, quien funge también como empresario; Mauro es cuñado de Vivaldi y la Giró es su protegida o, para ser exactos, su amante. El nepotismo es inocultable. Echemos ahora una ojeada al argumento en palabras de Giusti: Es famosa la historia de la conquista de México bajo el mando del valerosísimo Fernando Cortés en donde dio maravillosas pruebas de prudencia y valor. La pluma de Solís, a quien se juzga como el más docto en las glorias del conquistador es a quien considero el cronista más sincero… Muchas fueron las acciones generosas del héroe antes de llegar al confín,  pero, por brevedad, reduzco la acción al momento en que Cortés es recibido por Motezuma. Supongo la amistad que discurre entre las dos naciones y las razones por las que se interrumpe la paz… Las voces de hado, numen y destino son términos poéticos que no ofenden la religión del autor, que es católica. Ahorremos comentarios pues la postura del libretista es diáfana, mas acaso convenga recalcar que su libro de consulta es la Historia de México que colige Antonio de Solís, clérigo y Cronista Mayor de Indias, a quien la Corona española le paga para hacer una apología de sus gestas de conquista. Sin haber pisado las tierras conquistadas Solís no duda en sumarse a la visión providencialista según la cual, los conquistadores son encargados por orden divina de desterrar la idolatría de indígenas desalmados y, de paso, son los adeptos para requisar la riqueza que yace en manos impías. Con esa premisa no debe extrañarnos que Solís califique a Moctezuma como un ser abyecto y a Cortés como un santo varón; tampoco que en contubernio celestial el prelado Giusti afirme que el piadoso Solís sea el más fidedigno de los historiadores.   Así las cosas, nos resulta fútil inquirir sobre la existencia de Asprano, Ramiro y Mitrena pues la historiografía no tiene manera de acreditarlos. Teutile es un personaje real pero Giusti le cambia sexo, no es hija de Moctezuma sino un guerrero de su ejército. Reparemos entonces en las tesituras: El héroe “prudente” y “generoso” es encarnado por un castratto; asimismo, Asprano es interpretado por otro sopranista. A todas luces el presupuesto no alcanza para contratar a un tercer emasculado ya que el papel de Ramiro lo afronta una mujer. (1) Tratemos de exculpar a Giusti; no tiene forma de enterarse que a Cortés puede acusársele de todo, menos de padecer hipoactividad hormonal. Solís no escribe que, sin menoscabo de su hidalguía, el conquistador extremeño deja una conspicua descendencia de hijos legítimos y bastardos. Finjamos demencia al degustar un recitativo de la “esposa” de Moctezuma que cristaliza consignas: Vivíamos todavía entre sombras, nacidos ciegos, fuera del mundo. Innoble, olvidada, esta vasta región. Entre mil errores de culto y costumbre todas las mentes sumergidas con desmesura… Durante largos siglos fueron mis pueblos tan idiotas, que incluso los propios tesoros les eran ignotos… Hagámonos de la vista gorda cuando se plantea la caída de Tenochtitlan sin que Motecuhzoma II derrame una gota de sangre; Cuitláhuac y Cuauhtémoc ni siquiera existieron. Es una imprecisión nimia. Tampoco importa mucho la irreverencia para referirse a Huitzilopochtli como Uccilibos, así lo consigna Solís y, al fin y al cabo, es deidad de sátrapas. La anexión del señorío mexica se logra orquestando una boda entre la hija de Motezuma y el supuesto hermano de Fernando. Con júbilo se entonan loas para los esponsales. ¿Para qué convertir en tragedia la devastación de un pueblo si lo que reditúa es divertir con farsas? Escuchemos con arrobo a los naturales cantando vítores para el genio guerrero de Cortés. En la ópera se prohíja eso y más… Antes de que caiga el telón conviene percatarnos del reloj. El drama musical que nos endilgan dura 4 horas y, por si fuera poco, en los entreactos se insertan sendos ballets. Observemos la conducta del público durante la ejecución de la obra. Dispersas entre las sillas de la platea hay mesas en donde se juega baraja, en los palcos se cierran cortinas para que sus ocupantes puedan entregarse a holganzas corporales, se deglute a voluntad, hay quien asiste con sus perros y, confundidas entre esta multitud que no tiene empacho en entablar conversaciones altisonantes de un extremo al otro del recinto, se aperciben varias meretrices para darle curso a su noble oficio. No olvidemos un particular interesante. Para algunos resalta la incongruencia en la adjudicación de las arias, cosa que altera la jerarquía de los roles. ¿No son Motezuma y Fernando los protagonistas principales? ¿Por qué entonces a cada uno de ellos se le asignan 3 arias mientras que la favorita del preste rojo se luce cantando 4? ¿Arbitrariedad o descuido? La tradición nos responde que es prerrogativa inalienable de los creadores… ¿Y la calidad de la música? Ése es un capítulo aparte, y para saciar la curiosidad de los interesados han de transcurrir 270 años… Poco a poco campeará el silencio sobre el anómalo sacerdote. Las tarascadas del olvido tampoco eximirán su música. Basta con decir que le quedan 8 años de vida, que su valía como compositor se pone en tela de juicio, tanto en su presente como a posteriori, (2) que la sospechosa convivencia con Anna y Paolina Giró le granjea la animadversión del clero, (3) que la excomunión se evita por ser músico, por ende, un loco y que el destino de la partitura que nos congrega se vuelve trashumante. Los aplausos se extinguen pero el imaginario colectivo se inflama con la temática del Nuevo Mundo y sus pobladores. Dos años más adelante, esto es en 1735, Jean Philippe Rameau (1683-1764) compone su ópera-ballet Les Indies Galants causando furores en Francia, aunque el destino del rey mexica es aquel que más atiza la fantasía del ciudadano europeo y, más adelante, la del buen salvaje norteamericano. Antes de abandonar la escena demos las pinceladas conclusivas del retrato. Antonio Vivaldi nace el 4 de marzo de 1678 en el seno de una familia de pocos recursos. Su padre es violinista y barbero. Afanes progresistas hacen que reciba una formación eclesiástica, pues es la única forma de recibir enseñanza gratuita, empero, la vocación religiosa no late con brío suficiente en su ánimo. Prefiere hacer música y deleitarse con los dones que el Señor le prodiga a sus criaturas. Logra en poco tiempo dominar el violín y sus dotes creativas son espoleadas por su progenitor. Una vez ordenado sacerdote se emplea como maestro de música en un hospicio para huérfanas de la ciudad lacustre. Para el lucimiento de esas doncellas hendidas por el rechazo, compone una pasmosa cantidad de músicas. Su eficacia como pedagogo traspone fronteras y su fama como compositor se esparce por Europa. La publicación de sus conciertos del Estro Armonico, ratifican su caudal compositivo y lo sitúan en el mapa, sin embargo, el lucro material no está en las obras instrumentales sino en los circos operísticos. Se avienta entonces a las aguas turbulentas del espectáculo a la madura edad de 35 años. Picado por el agujón del teatro no se apartará más de la senda canora. En los libretos que musicaliza encuentra personajes que le sirven para transmutar su personalidad y volverse héroe, casanova, villano o, mejor aún, bebedor del limo de la inmortalidad… En el ocaso de su existencia Vivaldi no tiene más opción que emigrar hacia Viena pues la oferta laboral que le suministra su patria está agotada. Se le resquebraja su última aventura operística por orden de un cardenal de Ferrara, quien veta su ingreso a esa ciudad en donde todo está listo para un nuevo montaje. La razón podemos intuirla: al cardenal le incomoda la presencia de un cura que se las arregla para no oficiar misas y que, además, tiene el descaro de viajar con un séquito mujeril que dice asistirlo en sus dolencias. (4) En Viena lo aguarda otro fiasco y, poco después, su endeble humanidad acaba por desgajarse. Recibe sepultura de mendigo y, cosa notable, en la fosa común que lo aloja llegan 50 años después los restos de Mozart…(5)   Periplos y mutilaciones Démosle seguimiento al peregrinar de la música del Vivaldi que es festín detectivesco. Después de su única representación en el humilde teatro su rastro se extravía, volviéndose materia de especulaciones desesperanzadas. Nunca sabremos si el cura pelirrojo rompió su manuscrito después del plausible abucheo que recibe en el estreno (6) o si un novohispano ofendido con la puesta en escena decide sustraerlo para impedir sus espinosas réplicas…(7) Sea como fuere, los pentagramas con la caligrafía vivaldiana se pierden, pero un copista tiene a bien hacer lo propio legando a la posteridad la única prueba tangible del empeño de Vivaldi en aras de su Motezuma. Volemos a Berlín, donde la noticia es recibida con alharaca. Después de extenuantes averiguaciones, investigadores de Harvard consiguen autorización para merodear en el fondo reservado de la biblioteca del Conservatorio de Kiev, ex Unión Soviética. En una de las partituras aparece un sello de la famosa Sing-Akademie berlinesa. El regocijo nos embarga porque la partitura que se examina pertenece a un acervo que reúne lo más desgranado de la cultura germana que se da por perdido desde la última conflagración bélica. Los rusos lo secuestran como botín de guerra. Ayudemos a tejer la leyenda. Un tanque del Ejército Rojo pasa frente al Castillo de Ullersdorf en Silesia –hoy Polonia- topándose con unos cofres atiborrados de papeles viejos. El tanquista apela a la cordura que aún le resta y carga con ellos para depositarlos frente a las escaleras del Conservatorio de Kiev que está hecho ruinas por los bombardeos. Espera que algún día un alma caritativa les sepa dar destino… El dictamen del tribunal sobre los trofeos de guerra es favorable para los alemanes y los rusos son obligados devolver el tesoro a su lugar de origen. Los protocolos diplomáticos cumplen su cometido. Es así que el 1 de diciembre de 2001 un avión de Lufthansa despega del aeropuerto de Kiev con la encomienda de restituir los cofres. En los salones de la reconstruida Sing-Akademie el mitote por el retorno de los papeles pródigos se ilumina con fuegos de artificio y litros de champagne. Nos queda pendiente esclarecer la salida del invaluable acervo con la destinación del Castillo de Ullersdorf y la respuesta puede satisfacernos. Ante la inminencia del colapso Joseph Göebels, Ministro de la Propaganda del Tercer Reich, toma la decisión de evacuar los tesoros artísticos de Berlín hacia zonas rurales alejadas de la debacle. (A sus hijos prefirió envenenarlos). Entre minas y castillos se reparten las obras de arte como un recordatorio del celo germano en la salvaguarda de sus bienes. Felicitemos al musicólogo Steffen Voss por su buena estrella. Al seguir la pista de un oratorio de Händel encuentra una partitura maltrecha carente de porciones significativas, tanto del inicio como del final. (Alguien se ensañó con la partitura arrancándole casi un 30 % de sus hojas) En la página que Voss examina aparecen los nombres de Giusti y Vivaldi. Lamentablemente, tanto la identidad del copista como la del agresor de pentagramas son ignotas, así como el porqué de la localización de la partitura en esa latitud. Lo más probable es que no se sepa nunca, pero en los círculos académicos no se pierde la esperanza. Y no acaba aquí el entuerto. Con la partitura recobrada se vislumbra un negocio pingüe. La Sing-Akademie pone a disposición del público el facsímil en enero de 2005 desatándose un insólito interés por el mutilado Motezuma del dúo Giusti-Vivaldi. (Recordemos que la partitura reposa medio siglo en Kiev y que a sus captores les viene guango) Los alemanes cobran caro los ejemplares y se arrogan un improcedente derecho de tutela. Hay quien está dispuesto a lapidar a su madre con tal de ser el primero en llevar a cabo el estreno mundial contemporáneo. Un músico florentino saca una fotocopia pirata y cocina para mayo de 2005 la codiciada premier en una ciudad de la Toscana. Acorde con los abogados de la academia coral no está autorizado para ello. Los cantantes contratados reciben cartas intimidatorias y en el día del estreno una valla de carabinieri impide el acceso al teatro. En el ínterin, un ciudadano de la cuna de hamburguesas y chicles de mascar, ofrece a la Sing- Akademie un hermoso puñado de dólares y se le autoriza para realizar la World Premier Recording que la casa discográfica Deutsche Grammaphon anuncia como the musical sensation of 2006. Nuevamente se recurre a tribunales y la razón jurídica es concedida esta vez a los italianos. Es hasta septiembre de 2005 que el convulso estreno mundial contemporáneo aviene, siempre por obra del mismo florentino, en la ciudad de Rotterdam, ahora sí, conforme a derecho. Pero aclaremos de una buena vez, que aquello que los holandeses pagan por ver no es el Motezuma vivaldiano en su totalidad sino un intento, como cualquier otro, de reconstrucción.   De turquesas que vagan en el tiempo Ha llegado el momento de desandar las palabras y lo que sigue debe asentarse sobre la primera persona del singular. Asumo mi osadía y ato mis tobillos a los muelles del insomnio. Desde los arcanos de su rabia, el agresor que mutila la partitura me empuja al cuestionamiento: ¿Qué podía yo hacer, en mi calidad de mexicano, para repensar una idea germinal que versaba sobre el derrumbe del imperio mexica desde la atalaya eurocéntrica? ¿No era posible separar las responsabilidades para darle a Vivaldi el crédito por la música y a Giusti el descrédito por el libreto? ¿No era prioritario reelaborar la obra para que la réplica indígena sobre la Conquista no quedara una vez más relegada? ¿No se abría una ventana para un diálogo de culturas en el mejor de los modos posible, es decir, teniendo al arte como desfacedor de agravios? ¿No debía intentarse una relectura de los personajes arquetípicos de la historia de México para procurar una sanación, por mínima que fuera, de nuestras fracturas de identidad? La resultante de estas interrogantes y otras tantas que dejo en los pliegues del viento, fue una certitud con cuyas arborescencias se pavimentó la ruta a seguir. Una vez que entendí que la partitura vivaldiana no podía mantenerse en pie por si misma y que, forzosamente, había que completarla, decidí refutar el libreto de Giusti para ceñirlo a la Visión de los vencidos; fue consecuente sustituir al italiano por el náhuatl, el maya y el español, amén de yuxtaponer instrumentos musicales prehispánicos en la orquestación barroca europea. Tenía que conseguir una ambientación sonora más apegada a lo que el argumento mismo presupone. (8) Ambientación sonora y lingüística que tiene, vale decirlo, implicaciones de mayor hondura, con ella se coadyuva en la preservación de la cosmoacústica de los antiguos mexicanos. Previsiblemente, a los personajes ficticios elucubrados por Giusti les dí carpetazo, así como a su tesitura y jerarquía. Huelga decir que alteré íntegramente la trama original y que para la reconstitución de la música faltante seleccioné gemas vivaldianas. De manera sucinta comento que mi libreto inicia la acción en Tenochtitlan antes del arribo hispano, que en el segundo acto aviene el encontronazo de culturas y que la obra concluye en la Noche victoriosa, mal llamada Noche triste. En pos de la brevedad, la narración de las tensiones internas entre los protagonistas puedo soslayarla. Quizá sea atinado recalcar que para no caer en partidismos resolví la controvertida muerte de Motecuhzoma II de la manera más imparcial posible. El tlahtoani es apuñalado por los españoles, recibe una pedrada de manos indígenas, pero también acaricia la idea del suicidio. He de confesar que una vez hundido en el torbellino, la aceptación cabal de mi ignorancia me obligó a pedir auxilio a los sabios de la historia de México, a los máximos estudiosos del corpus vivaldiano, a hombres de teatro, a etnomusicólogos, lingüistas y poetas. Con sus categóricas palabras de aliento logré sentirme menos indefenso en el pantano de inquietudes que me tragaba. (9) Para mi sorpresa, su adhesión con mis afanes fue tal, que trajo aparejada, entre otras muchas venturas, la aceptación de mi tesis en el Doctorado en Estudios mesoamericanos de la UNAM. Caigo en la cuenta de que todo aquello que pueda seguir escribiendo es prescindible. Lo mejor es hacer que la música hable por si misma. Con el rostro y el corazón en sintonía hago una invitación para que se escuchen en exclusiva dentro de la audioteca de PROCESO extractos del estreno acaecido en diciembre de 2009.  No me resta sino elevar una invocación hacia los trece cielos indígenas para que la diadema de turquesas que dispersó el destino vuelva a coronar, en un arrebato sonoro, la frente del incomprendido Motecuhzoma II. ¡Tlazohcamati!                                                         NOTAS   (1)  Es de anotar que el fenómeno de los castrados tuvo un auge que se expandió a lo largo de varios siglos. Su popularidad fue tal que eran contratados por cifras que superaban a las de los propios compositores. (2)  A este respecto viene a cuento citar el panfleto Il teatro alla moda que publica en 1720 de manera anónima un detractor de los méritos vivaldianos llamado Benedetto Marcello. En sus páginas se critica sin escatimar veneno a los plebeyos como Vivaldi por el “populismo” de su música. En el siglo XX se esparcirá la voz de su “concierto y seiscientas variaciones sobre el mismo.” (3)  Vivaldi cohabitó con las hermanas Giró pero se defendió de las acusaciones diciendo que ambas señoritas eran muy pías pues acudían a misa todos los domingos… (4)    El reverendo Vivaldi fue ordenado sacerdote en 1703 y acaso ofició misas durante ese año. Se sabe que en tres ocasiones abandono el altar  a mitad de un servicio religioso para correr a la sacristía para anotar un tema melódico que se le había ocurrido en el momento. Su sempiterna excusa para zafarse del todo era una “estrechez pectoral” que le provocaba asma… (5)    Vivaldi muere el 28 de julio de 1741 y Mozart el 5 de diciembre de 1791. Ambos fueron sepultados en la fosa común del cementerio para indigentes Spitaller        Gottessacker de las afueras de Viena, hoy desaparecido. (6)    En apoyo a esta suposición se subraya que Vivaldi nunca más volvió a colaborar con Giusti y que no volvió a programar la ópera en ninguno de los teatros donde hubiera tenido oportunidad de hacerlo. (7)    En su novela Concierto Barroco, Alejo Carpentier lanza la hipótesis de que fue un novohispano quien viaja a Venecia proporcionando la idea de una ópera sobre Motecuhzoma y que el resultado final de la misma lo indispone con Vivaldi. (8)    Vivaldi mismo dejó ejemplos en donde buscó timbres distintos para lograr una ambientación sonora menos italianizante. Tal es caso de su ópera Il Giustino Rv.717 donde introduce una suerte de psalterio o lira para simular el paisaje sonoro de Bizancio. (9)    Quiero agradecer públicamente la paciencia y el entusiasmo que me prodigaron los doctores Alfredo López Austin, Miguel León Portilla y Patrick Johansson, las doctoras en historia y lingüística Karen Dakin y Ascensión Hernández Triviño los poetas Juan Bañuelos y Jorge Cocom Pech, el escritor Vicente Leñero y los maestros Francesco Fanna (director del Istituto Italiano Antonio Vivaldi), Giorgio Fava (Titular del grupo Sonatori        de la Gioiosa Marca) Alejandro Reyes, Enrique Nieto, Rafael Tena y Librado Silva.        Ópera en tres actos con sinfonía Motecuhzoma II de Samuel Máynez sobre músicas de Antonio Vivaldi   (Audios) (Para escucharlos pulse el número correspondiente de la ventanilla)     1.- Allegro de la Sinfonía. 2.- Aria Hueliyo in itzcuauhtli (Cacama). Tenor: Rogelio Marín. 3.- Marcha del encuentro.                                 4.- Danza para la fiesta de Tóxcatl. Voz y Flauta: Elif Díaz.  5.- Coro In teotl quinexti. 6.- Aria Nipa otli in otlatoco (Motecuhzoma). Barítono: Guillermo Ruiz.   Interpretes: Sonatori de la Gioiosa Marca, Alauda Ensemble y L´Altalena Ensemble Vocal, dirigidos por Francesco Fanna.   Grabación en vivo del 18 de diciembre de 2009 en el Teatro Hidalgo del IMSS realizada por el Ing. David Díaz y su equipo.     El aria de Cacama (personaje creado ex novo que sustituye a Asprano) corresponde al momento en donde éste hace una apología del águila mexica; como su nombre lo dice, la marcha marca el ritmo del encuentro y la danza para la fiesta de Tóxcatl contiene un preludio en el que se escucha una plegaria a Tezcatlipoca, o dios del espejo humeante, y los temas que el ixiptla (mancebo representante en tierra de Tezcatlipoca) toca con su flauta de barro hacia los cuatro rumbos del cosmos antes de ser sacrificado. La danza, tal como puede apreciarse, se interrumpe violentamente, pues ahí ocurre la matanza del Templo Mayor bajo las órdenes de Pedro de Alvarado. El coro In teotl quinexti se escucha en el momento de la revuelta donde Motecuhzoma recibe la pedrada y la última aria transcurre cuando Motecuhzoma II implora que la lluvia lo lleve al tlalócan…   Sugerencias y comentarios a: Samuel Maynez

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