La herencia artística de "Ferrusquilla"
MÉXICO, D.F. (apro).- Una de las biografías que leería con sumo placer, de salir al mercado, sería sobre la vida del cantautor sinaloense José Ángel Espinoza Aragón, Ferrusquilla, quien el pasado jueves 9 recibió en Mazatlán el Premio Oye! 2012 a lo mejor de la música hispanoamericana.
He sido su fan de siempre, en parte gracias al programa televisivo Los trotacalles acerca de una pandilla de chamacos que él protagonizaba y se transmitía desde Guadalajara; a la vez, recuerdo una noche allá por la década de los años ochenta cuando me lo encontré junto a mí en un tren del Metro por Calzada de Tlalpan con su cara limpia, blanca, pecosa y ojos clarísimos, Ferusquilla chaparrito, gentil, atento, luciendo un brillante traje claro, portando la guitarra en su estuche y yendo a cumplir un compromiso musical bajándose del vagón en la estación Bellas Artes.
Para entonces, Ferrusquilla era muy conocido por sus canciones que le grabaron Lola Beltrán, María Dolores Pradera, Vicente Fernández, María de Lourdes y Pedro Vargas a “El tiempo que te quede libre”, “La ley del monte” o “Échame a mí la culpa” (Luis Miguel se agregaría en los noventa).
Allí aproveché para platicar con él como si lo conociera de toda la vida, acerca de Los trotacalles, y le pregunté de su canción “El tiempo que te quede libre”, contándome él que se la había escrito a una muchacha que lo amaba y a la que él le llevaba 21 años, debido a lo cual ella era asediada constantemente por jóvenes de su propia edad, como reza el coro:
...Y luego, cuando te reclamen
y otra vez te llamen, volveré a decir:
“El tiempo que te quede libre,
si te es posible, dedícalo a mí…”
Con el fin de conocer más sobre su vida, entrevisté brevemente a Ferrusquilla en el verano de 1999 en el puerto de Mazatlán, a donde se había semiretirado por problemas de cataratas en la vista; pero cuando le solicité una charla
más extensa para Proceso (se acercaban las votaciones que pondrían fin al priismo nacional), muy cortésmente se negó.
Entonces, recomendado por Vicente Leñero y Armando Ponce, acudí con su hija la bellísima actriz Angélica Aragón, a quien conocía desde la obra de teatro Pókar de reinas de mi amigo el dramaturgo norteño Víctor Hugo Rascón Banda (qepd) y ella me dijo:
“Mi papá no desea hablar con Proceso de la situación política en México; está sumamente decepcionado porque él, en verdad, es un hombre que ha trabajado con ímpetu, constancia y dedicación muy grandes para sacar a este país adelante, y siente que no se vale que todo quede en nada, que estemos haciendo pasos regresivos en el desarrollo socioeconómico de México.”
Cuando no iba al médico, Ferrusquilla dedicaba el tiempo que le quedaba libre a El Colegio de Sinaloa, y según me insistió Angélica Aragón, su papá se hallaba “sumamente decepcionado” y sentía sinceramente que “la corrupción ha infiltrado todos los niveles de la política y que no hay muchas personas confiables pues dicen una cosa y hacen otra”.
Aquellas palabras en el sentir de Ferrusquilla bien pueden aplicarse hoy en 2012, igual como hace poco más de 10 años, cuando el PAN se preparaba para derrocar al PRI en la presidencia de México.
“Habiendo sido mi padre un hombre progobiernista toda su vida, ahora se da cuenta de que posiblemente las decisiones que el gobierno ha tomado a través de los últimos años no han sido necesariamente las mejores para sacar al país de la crisis ni para mejorar la calidad de vida de los mexicanos. Lo reconoce abiertamente.”
--¿Qué le responde usted como hija a Ferrusquilla?
--Me preocupa –contesta gallarda Angélica--. Es decir, nos preocupa a los dos la falta de seguridad, el futuro que le estamos heredando a las generaciones que vienen después de nosotros.
“Aparte de mi hija María Sunanda, de 10 años, él tiene otras nietas de 15 y de 13 (Juliana y Yuriria Fangul) que están justamente despertando al exterior con mucha desinformación, donde el escape es el común denominador de la juventud, y él trata de inculcarles valores que les ayuden a encontrar un centro dentro de ellas mismas y convicciones morales, sólidas, que las guíen dentro del camino que deben elegir en sus vidas. Siente que la literatura, la música clásica, estos alimentos del espíritu hay que fomentarlos muchísimo.”
Lo que más admiraba de su papá la actriz de Paseo por la nubes, Pueblo de madera y De muerte natural es su necesidad de perfección (Proceso, 1033, 19 de agosto de 1996).
“Si bien es un hombre con gran fe en la naturaleza, en la humanidad, en México, en él mismo, no es un hombre particularmente religioso. El énfasis no ha sido sobre la religión necesariamente, pero sí sobre los valores morales éticos que debe tener el ser humano. Reforzados en la literatura, el arte, la cultura en general.”
Luego de que fue publicada aquella entrevista con Angélica, quien por entonces gozaba de un éxito formidable por la telenovela de TV Azteca Mirada de mujer, recibí una llamada de su asistente para informarme que Ferrusquilla estaba muy agradecido por la charla de su hija con Proceso y que me invitaría a comer mi platillo favorito, el Queso Relleno, en el restorán yucateco cercano a la revista, en la calle de Moras, para celebrar la publicación. Fuimos Ferrusquilla, Angélica, su asistente y yo.
Yo le comenté que mi padre (Fausto Ponce Sotelo, El brujo de la sección deportiva de Excélsior) había nacido campechano (murió en 1993), y yucateco el abuelo paterno, por lo cual mi madre (Martha Leticia Padilla de Ponce, fallecida en 2006), de Tacubaya, había aprendido a cocinar platillos del sureste para ganarse el apetito de papá, y que mi consentido entre la enorme variedad era justamente aquel Queso relleno de su sabrosísima cocina.
Fue una comida deliciosa en todo momento. Angélica recordó que Ferrusquilla había aprendido inglés y francés por los cursos en programas de Radio UNAM, y refirió con sintaxis y dicción transparentes su fina herencia auditiva:
“Nos decía a mi hermana y a mí: ‘Esa gente es de Yucatán, oigan cómo pronuncian las be, todas las be son como la be grande’, nos lo hacía notar y eso me ayudó a dominar los difíciles acentos gaélicos, escoceses, irlandeses y dialectos londinenses del inglés cuando fui a estudiar a la London Academy School of Music and Dramatic Arts la licenciatura en Estudios Orientales y Africanos en Inglaterra.”
Ayer, cuando recibió el Premio Oye! 2012 en Mazatlán, Ferusquilla declaró al diario El Debate de Sinaloa:
“Me siento muy bien, muy contento. Mire, puedo decirle que me siento bien por una razón, porque esto sirve para que mis nietas y mi hija Angélica Aragón revivan la buena impresión que pueden tener de mí, que recuerden que este homenaje es por mis logros. Es grato estar al lado de artistas muy de moda en este evento esperado.”
Un interesante perfil biográfico de Ferusquilla aunque breve existe en la página oficial de la Sociedad de Autores y Compositores de la Música Mexicana en internet (ver archivo SACM: http://www.sacm.org.mx/archivos/biografias.asp?txtSocio=08612&offset=0); no obstante, como en casi toda biografía de hombres ilustres, las sombras del biografiado no aparecen, por ello creo que me gustaría mucho hallar las memorias de Ferrusquilla escritas por él mismo o alguien muy cercano, quizá en el fondo sería uno de mis anhelos redactar un libro de un personaje así merito, como él mismo.
Máxime cuando a mediados de los ochentas, en casa de la mamá de mi intérprete musical Nina Galindo, la actriz Martha Ofelia Galindo, un muy querido actor, don Enrique Alonso Cachirulo (qepd) me contó que juntos habían llegado los tres desde Sinaloa a la Ciudad de México: Ferrusquilla, Martha Ofelia y él, para probar fortuna en el arte.
Pero que como a Ferrusquilla comenzó a irle más que bien “en eso de la cantada, en los programas de la XEQ, en el cine y el doblaje”, el Hombre de las mil voces (como lo bautizó Humberto G. Tamayo cuando dijo: “Ferrusquilla imitaría hasta la voz de Dios”) pronto los dejó solitos a la mano de Dios y se olvidó de Cachirulo y la mamá de Nina.
Yo traté de emparejar fechas para saber cuándo había acontecido aquello, sin embargo, nunca me han dado los números y ya no me aportaron mayores datos, guardando silencio, tanto Cachirulo como ella (quien personifica a la maestra Canuta en El doctor Cándido Pérez) a mis pesquisas.
Desde luego, cuando les mencioné a ambos en aquel banquete con Ferrusquilla en el restorán yucateco de Moras, con su proverbial discreción gigantesca y cortesía, el compositor de “La ley del monte” propuso cordialmente un rico merengue mayita, como postre.