Memorias de Villa, punto final a las Obras Completas de Martín Luis Guzmán

lunes, 14 de mayo de 2012 · 22:06
MÉXICO, D.F. (apro).- Con la aparición del III Tomo, el Fondo de Cultura Económica (FCE), en coedición con el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, concluye la publicación de las Obras Completas del llamado autor de la Revolución Mexicana, Martín Luis Guzmán (1887-1976). Desde principios de 2010, el gerente editorial del FCE, Martí Soler anunció en entrevista con Proceso que, como parte de las conmemoraciones del Centenario de la Revolución, se editarían tres volúmenes. En ellos, se volvería a poner en circulación y al acceso de nuevos lectores obras esenciales como El águila y la serpiente y La sombra del caudillo que, desde 2005, dejaron de publicar los responsables de la editorial Porrúa Hermanos por un pleito legal con los herederos de Guzmán por los derechos de autor, del cual da cuenta el semanario en su número 1733 con el título “El ‘asesinato’ de Martín Luis Guzmán”. Ambas novelas, junto con Memorias de Pancho Villa, se han considerado fundamentales para el conocimiento de la lucha revolucionaria. Su nieto Martín Luis Guzmán Ferrer dijo en aquella edición que los críticos han destacado no sólo la importancia histórica de la obra sino también la calidad de la prosa de su autor, y citó como ejemplo a José Emilio Pacheco, quien tras la muerte del escritor, en diciembre de 1976, escribió en su Inventario: “Se ha dicho con justicia que El águila y la serpiente es para la Revolución lo que fue la historia de Bernal Díaz para la conquista. Se ha afirmado también que es la novela de los de arriba: el libro de los caudillos. El ausente es el pueblo en armas; el artista del Ateneo no llega a verlo sino como carne de cañón o material ridiculizable (los zapatistas en la Ciudad de México). Pero entre la estética de la violencia y la fascinación de la carroña, la prosa sin edad de Guzmán convierte en epopeya lo que narra, los generales se vuelven personajes de Tácito y Plutarco, la Revolución queda exaltada al rango de un pasado clásico.” El tomo III, de mil 16 páginas, reúne las Memorias de Pancho Villa, Muertes históricas y Febrero de 1913 (donde se reúnen textos dedicados a Porfirio Díaz, Venustiano Carranza, Pablo González, Guadalupe Sánchez, Gabriel Barrios, Rodolfo Herrero Tlaxcalantongo, Henry Lane Wilson, Bernardo Reyes, Lauro Villar y los temas Conjura internacional, La contrarrevolución, Tacubaya, La sublevación, Combate en el Zócalo y El Colegio Militar) En el prólogo, el historiador Víctor Díaz Arciniega explica el origen de estos escritos. Los cortos fueron resultado de la época en la cual, exiliado en España, se dedicó a diversas actividades como lo relató él mismo a Eduardo Blanquell: “escribí, hice periodismo, hice política, conspiré”. En cuanto a lo de Villa, relata Díaz Arciniega que se basan en las memorias del general que la escritora y bailarina Nelly Campobello le entregó: “Entre su regreso a México y el 31 de enero de 1938, y a sus 49 años de edad, Guzmán emprendió en el ámbito literario una nueva etapa de su vida que, circunstancial y coincidentemente, su paisana, amiga y joven escritora Nelly Campobello estimuló de manera decisiva: puso en sus manos los cinco cuadernos manuscritos de ‘El general Pancho Villa’, las memorias que él había dictado en 1914 al periodista y militar Manuel Bauche Alcalde que obraban en poder de la última de sus viudas, la señora Austreberta Rentería viuda de Villa, quien había solicitado consejo a la joven Nelly que, a su vez, lo hizo a sus amigos Martín Luis y Alejandro Gómez Arias –quien de viva voz me refirió el episodio.” En su propio prólogo Guzmán relata el episodio, recuerda que él mismo tuvo oportunidad de tratar con Villa estando en sus tropas y explica que los apuntes no están completos, pues encontró textos como uno de hoja y media que lleva la leyenda “Añadir a la toma de Torreón”, y dice también que fueron tomados a lápiz pero no en el lenguaje de Villa: “…parece --dice-- (que) tanto el mecanógrafo que escribió el primero de esas documentos, como quien tomó los Apuntes mientras Villa hablaba, tuvieron por demasiado rústico el modo de expresarse del guerrillero y quisieron dar a su dicho una forma más culta, librarlo de sus arcaísmos, mejorarlo en sus construcciones y giros campesinos, suprimir sus paralelismos y sus expresiones pleonásticas.” Y relata el autor que al rescribir las Memorias se propuso recuperar el tono del habla de Villa, y en algunos casos escribir sin apartarse del lenguaje que le había escuchado al general (“que hablaba sin otra cultura que la de sus antecedentes montaraces, aunque con grande intuición de la belleza de la palabra…) y a la vez mantenerse dentro de los límites de lo literario. Como sea, explica Guzmán que de no haber llegado a sus manos ese paquete de cuadernos habría contado, en estilo “autobiográfico”, la vida de Villa pues siempre le apasionó: “Poner más en relieve cómo un hombre nacido de la ilegalidad porfiriana, primitivo todo él, todo él inculto y ajeno a la enseñanza de las escuelas, todo él analfabeto, pudo elevarse, proeza inconcebible sin el concurso de todo un estado social, desde la sima del bandolerismo a que lo había arrojado su ambiente, hasta la cúspide de gran debelador, de debelador máximo, del sistema de la injusticia entronizada, régimen incompatible con él y con sus hermanos en el dolor y la miseria.” Queda, pues, prácticamente completa la obra de Martín Luis Guzmán. Sólo quedaron fuera, según relató Guzmán Ferrer en su momento algunos textos breves que el autor prefirió no publicar pero que sí pueden consultarse en el Archivo General de la Nación.

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