La dinastía Chaplin invoca sueños en el Festival Cervantino

domingo, 20 de octubre de 2013 · 21:47
GUANAJUATO, Gto. (proceso.com.mx).- Una serie de imágenes, aparentemente sin relación entre sí pero sucesivas en cuestión de segundos, son vistas con frecuencia en nuestros sueños… o en nuestras pesadillas. Y a veces, por qué no, en el teatro. La imaginación humana desbordada no puede sino producir, en las manos de “uno de los más aclamados linajes teatrales”, una pieza impecable como lo es Murmurs, de manos de la Compañía Aurelia Thierrée & Victoria Thierrée Chaplin, nieta e hija de Charles Chaplin, presente en el 41 Festival Internacional Cervantino. El público prodigó aplausos a manos llenas al final de las dos presentaciones de este espectáculo, a la manera del cirque, generoso en visiones oníricas, profundidad sensorial, agilidad física y todo ello acompañado por una música que imprimió mayor dramatismo, en la exploración de las emociones humanas que se desatan en los sueños y en las pesadillas. Basada en la coreografía de Victoria Thierrée Chaplin y Armando Santin, esta pieza del nuevo circo es completamente visual, pero inquietantemente intensa en su estructura dramática: una mujer (Aurelia Thierrée) vaga con su soledad a cuestas y su empeño de escapar a la realidad, y en ese huir recorre cajas de cartón por las que entra y sale; enormes muros con puertas y ventajas por las que se desliza con una sorprendente agilidad; un mar embravecido que la sumerge a sus propias profundidades y un manicomio, donde con frecuencia terminan aquéllos que también huyen de su realidad. Son los muros que nos protegen, o nos ocultan, y de cuya memoria acabamos formando parte cuando ya no estamos. Sobre una ciudad abandonada, Aurelia vaga con sus propias ruinas en la mente. En el escenario sólo aparecen Aurelia, el acróbata y actor Magnus Jakobsson y el bailarín puertorriqueño Jaime Martínez, quienes despliegan dotes de baile, acrobacia y actuación sin diálogos entre los telones sostenidos por estructuras desde las que se descuelgan; suben y bajan escaleras, entran y salen por puertas y ventanas y manipulan títeres con recursos del teatro negro y de sombras, perseguidos por hombres sin rostro que resuelven de una manera muy práctica el desplazamiento de la escenografía. La nieta de Chaplin –si es que nuestras expectativas están puestas en saber si las siguientes generaciones del genio le honran con creces– es una artista desde niña, cuando comenzó a actuar con sus padres (Victoria y Jean Baptiste Thierrée) en los dos espectáculos montados por ambos: Le cirque imaginaire y Le cirque invisible. Su versatilidad incluye espectáculos de cabaret en Berlín, teatro y cine con Milos Forman, nada menos. Murmurs fue estrenada en el 2011 en Francia y es su segunda colaboración con su madre Victoria Thierrée Chaplin después de Oratorio de Aurelia, pieza con la que recorrió escenarios de todo el mundo. Tal y como lo dijo Aurelia en una charla con los medios, previa a estas dos únicas funciones: la historia cobra sentido a partir de la imaginación de cada espectador, gracias a la versatilidad de la escenografía y de estos actores, de las emociones tan variadas que producen con las imágenes creadas. Desde la butaca, entonces, se puede creer en cualquier cosa: hay dolor y soledad en esa mujer que deambula por el mundo y se refugia en cajas de cartón de las que saca objetos que luego se transforman en otra cosa; hay sueños de los que saca a un caballo armado con utilería, recorre muros de tela que arranca para descubrir otros forros, otras imágenes debajo de las aparentes; hay locura cuando se deja abrazar por un ente imaginario y ebrio; hay fantasmas, máscaras, sombras y seres que se esfuman…como las pesadillas.

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