Revelan cerca de 5 mil pinturas rupestres en Tamaulipas

miércoles, 22 de mayo de 2013 · 21:44
MÉXICO, D.F. (apro).- Durante su participación en el Segundo Coloquio de Arqueología Histórica, que se lleva a cabo en el Museo Nacional de Historia ubicado en el Castillo de Chapultepec, la arqueóloga Martha García Sánchez reveló la existencia de 4 mil 926 pinturas rupestres localizadas en cuevas y cañadas de la Sierra de San Carlos, municipio de Burgos, en Tamaulipas. Egresada de la Universidad Autónoma de Zacatecas, la investigadora relató en el encuentro académico –que concluirá el próximo 24 de mayo– que fue en 2006 cuando se tuvo noticia de la existencia de este arte rupestre realizado por al menos tres grupos de cazadores-recolectores de la región: guajolotes, iconoplos y pintos, aunque se tiene evidencia de que también se movían por la región de la Sierra de San Carlos y áreas aledañas los grupos cadimas, conaynenes, mediquillos, mezquites, cometunas y canaimes, entre otros. Con apoyo del arqueólogo Gustavo Ramírez, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de Tamaulipas, se dio a la tarea de investigar ese patrimonio pictórico, bajo el título Las pinturas rupestres del municipio de Burgos. Y hace un par de años, con una beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) se inició el registro de varias de las pinturas. Según información del propio INAH los investigadores han visitado 11 sitios de la sierra tamaulipeca, entre ellos la Cueva de los Caballos, dentro del Cañón de Bronce, La Noria y Las Colmenas, dentro del cañón La Noria, y El Carrizo en la Cañada de Las Pozas, entre otros. Las imágenes permiten entrever las actividades que los grupos nómadas desarrollaban: caza, pesca y recolección, pero también dejaron plasmadas imágenes antropomorfas, religiosas, astronómicas, sus viviendas temporales, con presencia de probables tipis (tiendas de piel de forma cónica), así como representaciones de flora y fauna de la región, como venados, lagartijas y ciempiés, explicó en su intervención la especialista. Se han encontrado, asimismo, pinturas con carácter astronómico y hasta abstracto. Para García Sánchez, las pinturas son importantes pues han permitido “documentar la presencia de grupos prehispánicos en Burgos, donde antes se decía que no había nada, cuando en realidad estuvo habitado por una o varias culturas”. Mencionó como un ejemplo la Cueva de los Caballos, donde “registramos más de mil 550 imágenes; pero nos falta analizar el componente cultural de las pinturas, porque allí está representado un mitote. En la Cueva del Indio hallamos representaciones de atlatl (arma prehispánica, usada para cazar), lo que tampoco había sido encontrado en el arte rupestre de Tamaulipas”. La investigadora explicó además que para la elaboración de las pinturas, los grupos nómadas utilizaron tintes orgánicos y minerales, si bien hace “falta tomar muestras para elaborar un estudio químico de los componentes de los pigmentos”. Y destacó el grado de “conservación impresionante” que tienen las pinturas. A su vez, el arqueólogo Gustavo Ramírez, del Centro INAH Tamaulipas, informó que aún no se ha determinado la fecha en la cual se realizaron las pinturas, pues no hay objetos antiguos asociados al contexto y “porque en época de lluvias, la corriente del arroyo se lleva todo el sedimento, tenemos pura grava”. Anticipó, sin embargo, que hay la posibilidad de tomar muestras de los pigmentos y eso permitirá establecer fechas aproximadas “por medio de análisis químico o de radiocarbono”. La arqueóloga García detalló que la atribución de las pinturas a los grupos arriba mencionados se hizo con base en las crónicas e informes de la época colonial, localizados en fuentes documentales como el Archivo General de la Nación. Hay crónicas y documentos como los de Gabriel Saldívar, quien escribió Los indios de Tamaulipas, e Isabel Eguilaz, autora de Los indios del Norte de México. Sin embargo, dijeron los especialistas, se cuenta con poca información sobre los grupos que habitaron las sierras de Tamaulipas y lo que hay son nombres de tribus que los evangelizadores les atribuían de acuerdo con sus costumbres o rasgos físicos. La especialista enfatizó que estos grupos escaparon al dominio español por casi 200 años, por lo cual su evangelización comenzó hasta mediados del siglo XVIII, porque eran “indomables” y “huían a la sierra de San Carlos, donde tenían agua, plantas y animales para alimentarse. En cambio, los españoles no se metían a la sierra y sus cañadas”. Incluso en la Colonia se llegó a ofrecer 25 pesos por cada cabellera indígena o 60 por cada cautivo “rescatado”. Por todo ello se sabe muy poco de sus lenguas, ritos y costumbres.

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