La destrucción de Chapultepec

miércoles, 16 de marzo de 2016 · 13:42
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En días pasados, el historiador Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia (ubicado en el Castillo de Chapultepec), y el arqueólogo Salvador Guilliem Arroyo ofrecieron una conferencia sobre Chapultepec, en la que se destacó el papel del control del agua corriente y fresca que manaba de ahí para el crecimiento de Tenochitlan. Con el título Chapultepec en la historia, los investigadores hablaron de los diferentes episodios históricos protagonizados en el lugar desde la época prehispánica y los usos que ha tenido. Rueda Smithers recordó que, como una estrategia militar, Cortés decidió cortar la corriente de agua que circulaba por el Acueducto de Chapultepec hacia Tenochtitlan. La sed provocó la rendición de los mexicas en un episodio que sería el fin de la civilización indígena prehispánica y el principio del periodo virreinal, consideró el historiador, a través de información del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Durante la colonia se construyó el acueducto con la participación de ingenieros y artesanos. Y con las piedras del adoratorio prehispánico ubicado en la cima del cerro del Chapulín se edificó una pequeña capilla dedicada a san Miguel Arcángel. Estos elementos fueron signos de identidad geográfica de Chapultepec, según se consigna en pinturas y planos de los siglos XVI y XVII. Ya en la época del México independiente, se construyó el Colegio Militar (parte ahora del Castillo), una fortaleza que protagonizó la guerra de invasión de las tropas estadunidenses rumbo a la Ciudad de México. El Colegio, donde se encontraban los cadetes llamados niños héroes, fue escenario de la batalla del 13 de septiembre de 1847, donde murieron varios de ellos. Años más tarde se reedificó el Castillo junto al Colegio. Una nueva invasión extranjera, ahora europea, hizo que entre 1864 y 1867 habitara en el Castillo Maximiliano de Habsburgo, quien rebautizó al edificio como Palacio de Miravalle, contraparte de su residencia austriaca, el Castllo de Miramar. Ahí vivió también el dictador Porfirio Díaz, quien según Rueda Smithers, utilizó la parte alta del Alcázar y el comedor como áreas residenciales y de gobierno; luego Francisco I. Madero, que partió de ahí con cadetes del Colegio Militar para enfrentar el golpe de Estado fraguado por Victoriano Huerta, suceso conocido como la Marcha de la Lealtad. Pero Lázaro Cárdenas decidió en 1939 que el Castillo no sería más residencia presidencial, y lo abrió “al pueblo mexicano” al determinar ahí el Museo Nacional de Historia, “repositorio de la memoria histórica de México”. Chapultepec-Tenochtitlan El arqueólogo Guilliem Arroyo habló del periodo prehispánico y relacionó Chapultepec con Tlatelolco, pues a decir suyo la caja de agua de México-Tlatelolco ( que data del siglo XVI pero se descubriera hasta 2002) fue “fundamental en esta conexión debido a que el líquido vital que la nutría provenía de este sitio, de acuerdo con fuentes históricas”. Especialista en ingeniería hidráulica y director del Proyecto Tlatelolco, Guilliem señaló que la caja de agua fue construida a partir de la infraestructura dejada por los antiguos indígenas y estuvo a cargo de fray Andrés de Olmos. El especialista ha revisado diversos planos que dan cuenta de los sistemas hidráulicos de la época, entre ellos la “Ordenanza del señor Cuauhtémoc”, de 1523, donde se representan los linderos de Tlatelolco, que iban desde lo que es hoy el barrio de La Lagunilla hasta Tecámac en el eje de sur a norte, y de Tepito a Nonoalco en el eje transversal. “El agua del cerro del Chapulín se canalizaba a la parte oriental, llegaba a Salto del Agua, ahí doblaba hacia el norte hasta Tlatelolco y se desviaba en San Francisco, a la altura de lo que hoy es el Palacio de Bellas Artes, para concluir en Tenochtitlan.” En la conferencia Rueda Smithers leyó el ensayó inédito “Chapultepec en la literatura náhuatl”, del historiador y lingüista Miguel León-Portilla, en el que consigna varios escritos nahuas, como leyendas, poemas y relatos históricos provenientes de fuentes como los códices Matritense y Florentino, los Anales de Cuautitlán, las varias colecciones de Cantares Mexicanos, las Relaciones de Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, así como de las figuras y glifos de manuscritos como la Tira de la Peregrinación, Azcatitlan y Vaticano A, entre otros. Son testimonios que abarcan desde el mito de los dioses de la lluvia en Chapultepec, el esplendor azteca, hasta los días de la Conquista: “Esta pequeña antología de textos deja ver ya algo de lo que significó Chapultepec, al lado de México-Tenochtitlan, para el hombre prehispánico”, leyó Rueda Smithers. Los especialistas no hablaron de la época actual, en la cual el Bosque de Chapultepec ha ido perdiendo áreas verdes, desde la construcción de museos como el Nacional de Antropología, Arte Moderno y Arte Internacional Rufino Tamayo, hasta nuestros días, cuando se quiso colocar junto al Auditorio Nacional una gran rueda de la fortuna. Quizá ya nadie cuestione por qué se construyeron ahí esos espacios en detrimento del Bosque de Chapultepec; en su momento se consideró una acertada decisión emprendida por el entonces secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, por tratarse de una aportación cultural a la población. Pero sí caben las preguntas de otros espacios a un estacionamiento a un costado del Auditorio Nacional y del Centro Cultural del Bosque --que también ganaron espacio a la zona boscosa--, a una librería Porrúa y a un café de la cadena transnacional Starbucks, justo frente al Paseo de la Reforma. ¿Llegará el momento en el cual se diga: Ya no más?

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