El patrimonio de la CDMX, rehén de una política contradictoria

miércoles, 28 de junio de 2017 · 18:46
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Al gobierno de la Ciudad de México, encabezado por Miguel Ángel Mancera, parece quedarle bien la popular frase “desviste a un santo para vestir otro”, en particular en materia de patrimonio cultural: Mientras anuncia la creación de plataformas digitales para difundir los monumentos arqueológicos, artísticos e históricos, informa tajante que habrá Metrobús sobre el emblemático Paseo de la Reforma. Y logra las autorizaciones necesarias por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), mismo que no encuentra afectación alguna a los monumentos, apostados en ambos lados del Paseo, ni sobre la avenida, cuyo trazo data del siglo XIX, del Bosque de Chapultepec, que es también un monumento, o la Calzada de los Misterios. Ahora, cuando las obras del Metrobús parece retomarán su curso luego de haber sido suspendidas por un juez, el INAH anuncia que este miércoles 28 hará la entrega de la Escultura Ecuestre de Carlos IV, llamada popularmente El Caballito, pues las obras de restauración y conservación han culminado. En materia de política cultural suele hablarse de “concurrencia” entre los gobiernos federal, estatal y municipal para cumplir con determinados objetivos, y el tema de la conservación del patrimonio es uno de ellos. Hay bienes, por ejemplo monumentos, que por disposición de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos o General de Bienes Nacionales quedan bajo la custodia, mantenimiento y restauración del INAH o del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Otros, como el patrimonio llamado intangible, quedan bajo la protección de los gobiernos locales y estatales, en este caso el de la Ciudad de México. La escultura ecuestre realizada por el arquitecto valenciano Manuel Tolsá sufrió daños, irreversibles dijo el INAH en su momento, luego de que el gobierno de Mancera ordenara una intervención y el Despacho Marina, contratado para tal fin, le arrojo ácido nítrico que cambió su aleación original. ¿Qué sucedió? Que el gobierno de la ciudad inició las obras sin contar con la autorización del INAH. Fue hasta el 20 octubre de 2015 cuando ambas instancias, dos años después de los daños, firmaron un convenio de colaboración para la restauración de la obra, cuya majestuosidad se ha comparado con El Gattamelata de Donatello, El Colleoni de Verrocchio, y el Marco Aurelio de Roma. El convenio daría las bases jurídica y ténica para intervenir la escultura de Carlos IV, por lo cual cabía la pregunta de sino tuvo que suscribirse antes de que el gobierno de la ciudad se fuera por la libre en la intervención. El Caballito, que ha permanecido cubierto durante cuatro años, podrá nuevamente ser admirado una vez que se le devuelva a la comunidad, la cual en opinión del arquitecto restaurador Sergio Zaldívar debió ser testigo del proceso de rescate e informada sobre todo lo relacionado con éste. Pero no se ha avanzado, por ejemplo, en encontrar a los responsables del daño, más allá de Marina. Hay que decir que la coordinación entre el INAH y el gobierno de la ciudad no siempre aparece como eficiente a la vista de la opinión pública y aun de los propios trabajadores del instituto, que en varias ocasiones han expresado discordancias con las decisiones tomadas desde los escritorios de los funcionarios de la institución. Una falta de coordinación se dio cuando, igual, esperando las autorizaciones o negativas, el gobierno de Marcelo Ebrard derrumbó 17 inmuebles históricos en el Centro Histórico. Otro ejemplo es Paseo de la Reforma. Si bien no les sorprende que se diera la autorización para el Metrobús, no deja de indignarles, pues consideran que existían elementos para no otorgarla. Será un impacto más en lo que queda de la histórica avenida que, se dice, trazó Maximiliano de Habsburgo para abreviar el camino de Palacio Nacional al Castillo de Chapultepec. Y el presidente Benito Juárez la concibió para honrar a los héroes de la Guerra de Reforma. Ya pocos recordarán la avenida con las esculturas de los héroes --ahora graffiteados, sin placas de información, sucios y hundidos en las banquetas-- y con las casonas de la época porfiriana de las que apenas sobreviven unas cuantas, mientras se erigen cada vez más y más megatorres en una absurda competencia con los rascacielos del mundo: Ya la glorieta de Cristóbal Colón tendrá su torre: la más grande de Latinoamérica, se ostenta. Así van perdiéndose los vestigios históricos de una ciudad en aras de una supuesta modernidad.

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