'La maldición de Thelma”: cuidado con lo que deseas

viernes, 6 de abril de 2018 · 19:37
MONTERREY, NL (apro).- Thelma es una chica tímida, guapa y apegada a la religión. Para sorpresa de sus amigos que recién conoce en la universidad, no sabe nada de la vida. Es inexperta en tragos, amores, diversión. Sin embargo, una chica cercana percibirá que algo extraño pasa con esta persona que es, al mismo tiempo, inocente pero potencialmente nociva. “La maldición de Thelma” (Thelma, 2017) es una elegante aventura europea que astutamente mezcla, hasta confundir, drama sicológico con terror sobrenatural. En un punto no se sabe si las alteraciones de la realidad son producto de la mente aturdida de la apacible estudiante o si, en realidad, puede ejercer dominio telequinético sobre objetos y personas. Nadie, entre sus compañeros, podría sospechar que a ese ángel hay quien la ve como un monstruo. Joachim Trier crea un ambiente sórdido y compacto, plagado de escenas cortas, para ir revelando la historia de esta chica que, adentrándose en el misterio de su propio cuerpo y personalidad, comienza a descubrir poderes que desconocía. Como lo ha dicho el mismo realizador, su relato podría pasar como el inicio de un personaje de los X-Men, que se encuentra desolada por la maldición que le significa ese potencial destructivo aunque, luego, con resignación, debe aprender a cohabitar con él. Lenta en su desarrollo aunque intensa en sus peripecias, la historia se va creando pasmosamente, en una fría atmósfera noruega. Thelma se abre a la vida y, al saborear las primeras delicias eróticas, enfrenta sus propios conflictos internos, que son como fulminantes que detonan la carga explosiva guardada en su psique inestable. Algo de Carrie, el clásico de Brian de Palma, anda por ahí merodeando en el ambiente. Eili Harboe ofrece una interpretación espectacular como la atribulada joven que, en los momentos más insospechados, a causa de una simple alteración en su estado de ánimo es víctima de espasmos, lo que la lleva a suponer que está enferma de algún padecimiento nervioso. Sin embargo, la realidad, desconocida para la ciencia, es más terrible aún y absolutamente inexplicable, como lo verifican los especialistas. El guión manipulador y brillante hace que la historia se cierre en un ciclo y se abra en otro, aún más crispante, cuando la muchacha supone que puede estar ya liberada de sus demonios. Es entonces cuando su entorno más íntimo la pone a prueba. Al revelarse su pasado, entiende que existen cargas emocionales y espirituales hereditarias que son ineludibles. Ya está demostrado que la chica tiene capacidades irracionales para modificar su entorno con la sola fuerza de su imperiosa voluntad. ¿Hasta qué punto deben permitir los suyos que se siga haciendo daño y pueda lastimar a los que la rodean? De esta forma, los dilemas que, inicialmente, enfrentaba por sus arrebatos ocasionados por el amor y la pasión, evolucionan hacia una vertiente doméstica, en la que su propia inestabilidad va echando luz a pasajes recónditos de su niñez que son cada vez más terribles y desgarradores. El final anticlimático deja algunas preguntas sin respuesta. Acertadamente, la historia se define hacia el thriller y nunca se decanta hacia el terror, aunque hay abundante suspenso sobre eventos paranormales que provocan mucha inquietud sobre la pobre damita, que debe cargar con una cruz muy pesada en su vida. A su inocencia diabólica se le pueden atribuir acciones horripilantes. Aunque, en realidad, nunca fue culpable de nada, pues ella no pidió el sortilegio que la hace única y desdichada.

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