'Vincent, girasoles contra el mundo”, en el Teatro Helénico
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El pintor Vincent Van Gogh revolucionó su tiempo y luchó contra sus propios demonios en una sociedad que no lo comprendía. Con unos cuantos afectos transitó su vida, teniendo como pasión fundamental a la pintura. Vivió en diferentes poblados de Holanda, en París, en Arlés y terminó sus días en Auvers, siendo señalado como el loco del pueblo.
Vincent, girasoles contra el mundo, de Mario Iván Martínez, es un acercamiento luminoso a este personaje cuyas pinturas transformaron el modo de ver en la estética del momento. Su capacidad de abstraer y detectar la esencia de las cosas y de los paisajes sin reproducirlas realistamente, para plasmarla con fuerza creativa en un lienzo, es lo que los espectadores actualmente disfrutamos en sus pinturas.
La obra, dirigida por Luly Rede, se centra en las relaciones que el artista entabló a lo largo de su vida y que marcaron su desasosiego. Mario Iván Martínez interpreta a Vincent y a Theo, su hermano. Paula Comadurán a su prima hermana, a su tía, su amante y la esposa de su hermano. Fernando Memije al también pintor Paul Gauguin, al director del psiquiátrico, a un crítico de arte y a un editor.
Paula Comadurán, con gran versatilidad, logra transmitir las emociones que cada uno de sus personajes exige. Mario Iván interpreta con fuerza y potencia proyectiva a Vincent y a Theo, aunque la formalidad y la estilización en el decir, en particular en el primero, le resta veracidad. El Gauguin de Memije es el personaje que más sobresale entre sus encarnaciones.
El autor nos va mostrando las relaciones interpersonales del artista, conformando un itinerario afectivo claro y doloroso. Observamos el rechazo, el desamor, y el amor de su hermano, guiado por esa pulsión pictórica que lo hacía vivir a pesar de sus contradicciones y tormentas interiores. Esa pasión que lo sacaba a flote aunque a veces ni siquiera podía expresarla por falta de dinero o por sus turbaciones mentales.
La obra se inspiró en libros como Cartas desde la locura que recoge las cartas de los hermanos, Anhelo de vivir de Irving Stone, La viuda de los Van Gogh de Camilo Sánchez y Vincent and Theo de Deborah Heligmann. Es un acierto la presencia dramática del personaje de la viuda de Theo, escritora feminista, que contrapuntea los convencionalismos de la época. Johanna Bonger fue la heredera de la producción pictórica de Van Gogh y de su correspondencia. Gracias a ella el pintor adquirió renombre y su pintura fue reconocida en el mundo.
La dirección de Luly Rede es certera y con un mínimo de elementos consigue la atmósfera y la agilidad en las transiciones de escena que suceden en múltiples espacios. En dos paredes en perspectiva, que acotan el espacio, se proyectan imágenes de sus cuadros o de pinturas de la época para adentrarnos en ese universo que concreta la escenografía e iluminación de Xóchitl González.
Vincent, girasoles contra el mundo, que se presenta en el Teatro Helénico, es el testimonio de vida de un pintor genial, a través de la cual podemos disfrutar sus creaciones y compartir ese vivir atormentado de un artista comprometido profundamente con su trabajo.
Esta reseña se publicó el 29 de septiembre de 2019 en la edición 2239 de la revista Proceso.