Un territorio de mil pueblos

viernes, 17 de enero de 2020 · 12:31
Es incalculable el valor del conocimiento que han aportado al mundo las etnias que han existido desde tiempos inmemoriales entre Mesoamérica y Aridoamérica, territorios que van desde pequeñas naciones de Centroamérica, hasta las vastas extensiones de Estados Unidos, pasando por lo que ahora es México. En su libro Pueblos originarios. Apaches, dakotas, mayas, mazahuas, rarámuris, de Ediciones Proceso, el poeta, ensayista, traductor y periodista cultural José Vicente Anaya Leal (Villa Coronado, Chihuahua, 1947) escudriña la génesis de esas poblaciones y expone la difícil realidad en la que sobreviven, así como las actuales circunstancias adversas de miles de comunidades. A continuación publicamos extractos del primer capítulo de esa obra. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Los llamados “pieles rojas” recibieron este nombre sin ser un pueblo unitario, antes bien, dicha denominación trata de abarcar a un gran número de etnias que entre sí guardan muchas diferencias en lo que respecta a organización social, idiomas, costumbres, tradiciones y ocupación de territorios. No se sabe cuándo se les comenzó a llamar pieles rojas, aunque es claro que fue una ocurrencia de los ingleses que invadieron sus tierras con intenciones de conquista. Importantes historiadores, antropólogos y etnólogos prefieren desechar ese término pues lo consideran generalizante e impreciso; se supone que intenta calificar la piel cobriza que caracteriza a los habitantes precolombinos de una vastísima zona, la que abarca el norte del actual México y los territorios de Estados Unidos, Canadá y Alaska. Algunos historiadores han concluido que el calificativo tiene implicaciones racistas, ya que en los primeros tiempos las mentes puritanas protestantes lo asociaban con el color rojo atribuido al diablo, y así se referían a los habitantes originarios como “el mal rojo”, con la intención de incentivar en la población un rechazo absoluto e irracional a todo lo que fuera nativo del continente.

Primeros encuentros con los europeos

Después de que Cristóbal Colón, en nombre de la corona española, tomó posesión de “Las Indias”, tierras que serían conocidas como América, en 1497 el navegante Juan Caboto hace otro tanto, en nombre de la corona inglesa, en las tierras americanas al norte del Atlántico. Pero otras naciones europeas también estaban interesadas en conquistar aquellas tierras. En 1500 y 1501, en nombre de Portugal, llegaría el expedicionario Gaspar Corte Real. En 1523 y 1524, el navegante florentino Giovanni de Verrazano llegaría en nombre de Francia. Más tardíamente, en 1625, Holanda fundaría en América la ciudad de Nueva Amsterdam. La corona española, que se consideraba con privilegios de primacía, mandó conquistadores por diferentes rumbos. En 1514, Hernando de Soto llegó a lo que hoy es la Florida buscando la “fuente de la eterna juventud”, y de 1540 a 1542 viajó hasta el actual Tennessee; de este tiempo data el primer historial de terror para los habitantes originales, pues De Soto ordenó a sus soldados asesinar a más de 100 guerreros de la etnia nilco mientras dormían. Poco después de asentada la conquista española en el imperio azteca, que daría paso al dominio de un enorme territorio al que nombraron Nueva España (México), en 1541 Francisco Vásquez de Coronado encabezó una expedición hasta los actuales Nuevo México, Arizona y Colorado, más puntos intermedios. Al paso de los años, ingleses y españoles se impondrían a las otras naciones europeas para ir ganando terreno, no sin resistencias de los habitantes autóctonos y miles de guerras consecuentes. Muchas otras expediciones vendrían, como la de sir Richard Grenville, quien recorrió la actual Virginia en 1585 y es célebre por ser el primer inglés que ordenó la matanza de todo un poblado en las cercanías del río Roanoke. En ese avanzar europeo es memorable la primera “compra” de tierras que acordaron los holandeses, al haber pagado el equivalente a 39 dólares en bisutería por la isla de Manhattan en 1626. Españoles desde el sur e ingleses desde el Atlántico (y en menor medida franceses) fueron dominando militarmente la mayor parte de ese enorme territorio de mil pueblos.

Mil “naciones” indias

Según datos del historiador John Tebbel, se calcula que antes de la llegada de los europeos había más de 1 millón de habitantes en el territorio de los llamados pieles rojas, población que se redujo a menos de la mitad después de 400 años de guerras y enfermedades que trajeron los europeos. ¿Quiénes formaron ese conglomerado? En los primeros tiempos de la conquista, los europeos empezaron a darles nombres a los nativos de manera arbitraria, utilizando diferentes criterios, como: 1. El de encontrar alguna relación o parecido con algo que ya conocían, éste sería el caso de los desaparecidos tobosos del norte de Chihuahua (con referencia al Toboso, España); 2. Por alguna palabra que las etnias repetían, como le sucedió a los también desaparecidos texia (que quiere decir “amigo”), quienes habitaron en la actual Texas; 3. Por el lugar en que vivían (nombre muchas veces antes dado por los mismos europeos), como los white mountain (montaña blanca), 4. Por alguna costumbre atribuida o detectada, como los mescaleros (que se supone consumían mezcal o tal vez mezcalina). Lo curioso es que, después, algunas ciudades o futuros estados recibirían el nombre dado a algunos grupos, como son los casos de Illinois, Kansas, Missouri, Miami, Dakota, Ottawa, Taos, Cheyenne, Delaware, etcétera. Esa manera de nombrar dio como resultado una cantidad asombrosa de “naciones”, a tal grado que una sola etnia llegaba a recibir muchos nombres, por ejemplo, los diné o apaches, a quienes les aplicaron más de 20 denominaciones (ipanos, janos, chiricahuas, white mountains, mezcaleros, jicarillas, que fueron más bien nombres de tribus apaches). El desacierto de tan numerosas clasificaciones se pudo deber, además, a la organización tribal de la mayoría de las etnias, tribus que en muchas ocasiones funcionaban en completa independencia de las otras con igual idioma, costumbres y parentescos, y que hasta podían tener tales desacuerdos entre sí que las llevaban a la guerra entre tribus. A finales del siglo XIX, hacia 1891, J.W. Powell consideró necesario agrupar a las etnias del norte según el idioma, clasificándolas en 50 grandes familias; tres décadas más tarde, después de más estudios y comparaciones, Edward Sapir hizo una reclasificación lingüística que consideraba sólo a seis grupos: 1. algonquino-wakashano; 2. hoka-sioux; 3. peneutiano; 4. nadene; 5. azteca-tanoano, y 6. esquimal-aleuta. Aunque existen otras propuestas de lingüistas, la mayoría sigue tomando como base la de Sapir, la cual muchas veces parece abreviada, por ejemplo: 1. algonquino, 2). iroqués, 3. caddo, 4. sioux, 5. atapascano y 6. uto-azteca.   Algonquinos  

Algonquinos e iroqueses

Los primeros con quienes los ingleses y los franceses tomaron contacto fueron los algonquinos, quienes ocupaban un territorio que iba de los actuales Tennessee y Virginia hasta la bahía del Hudson, y se extendía hacia las llanuras meridionales de Canadá y partes del oeste, como las montañas Rocallosas (lugar de los blackfeet –pies negros– pertenecientes a este tronco). Entre los diferentes nombres dados a los algonquinos están los pequeot, narragaset, mohican, mohegan, massachuset, abaki, wampanoag, poktumtuk, delaware, fox, sauk, chippewa, ottawa, illinois, miami, kikapú (por cierto que éstos ahora viven una temporada del año en el estado de Coahuila, México, y otra en Estados Unidos), potowatomi, shauni, piegan, cheyenne, arapajo, blood, atsina, wisconsin, etcétera. En el extremo oeste, al norte de California, habitaron las tribus algonquinas llamadas yurok y wiyot, y más al norte, en el estado de Washington, los kutenai, salish y wakashan. La imagen más conocida de esta etnia es la del uso de canoas livianas hechas de corteza de abedul, magníficos vehículos para desplazarse por los rápidos ríos de la zona. Eran además excelentes cazadores y cultivaban el maíz, se cuenta que uno de sus jefes, Squanto, enseñó a los ingleses el cultivo y el uso del mencionado cereal. En la historia ha quedado la hija de un jefe algonquino, conocida como la princesa Pocahontas, quien se casó con el inglés John Rolfe, por lo cual es considerada como un símbolo de fusión de culturas, aunque el mestizaje en realidad fue muy escaso. El jefe algonquino, llamado rey Philip, encabezó una importante guerra de resistencia contra los europeos entre 1675 y 1676. Los algonquinos acostumbraban hacer una miel a base del árbol arce (maple), que es una de sus contribuciones culinarias al mundo. Los belicosos iroqueses, poco antes de la llegada de los europeos, habían invadido y tomado parte del territorio algonquino, de tal modo que estaban asentados en el centro del actual estado de Nueva York, aunque contaban también con un extenso territorio. La alianza de cinco tribus iroquesas, que se conoce en la historia con el nombre de Las Cinco Naciones, llegaría a funcionar como aliada de los ingleses para dominar a otros pueblos, incluyendo a los de su propia etnia. Dicha alianza la constituyeron los séneca, mohawk, oneida, onondaga y cayuga (años más tarde, en 1715, se sumarían los tuscarora y desde ese momento los llamarían La Liga de Las Seis Naciones). Esta confederación de tribus fue un interesante ejemplo de democracia, libertad y compromiso común de los asociados, y se dice que fue inspiración para la organización política de los futuros Estados Unidos. (…) [caption id="attachment_614569" align="alignnone" width="768"] Pawnees[/caption]  

Los caddo y tribus del sudeste

En los actuales Mississippi, Luisiana y parte de Texas hasta Nebraska vivieron los pawnee, también conocidos como ree o arikara. A este grupo lingüístico también se asocia el llamado wichita. Y como subgrupos de los dos anteriores se menciona a los skidi, chaui, kitkenhahkis, pitahuerat, tawakoni, waco, hasinai, kadohadacho y natchitoche. Los pawnee fueron famosos por su gran conocimiento astronómico. Atribuyeron a los astros capacidades de dioses, razón por la cual los observaron detenidamente y llegaron a conocer a la perfección todos sus movimientos, de tal modo que supieron calcular los cambios estacionales del año y otros fenómenos. Se consideraban hijos del maíz, cereal que sembraban para subsistir y lo veneraban como alimento sagrado. (…) [caption id="attachment_614570" align="alignnone" width="768"] Toro Sentado[/caption]

Los sioux y los penutianos

El grupo étnico llamado hokan-sioux habitó de la costa del Atlántico (lugar en el que, al momento de la llegada de los europeos, sólo había un pequeño grupo aislado), pasando por la parte este del Mississippi y norte de Tennessee hasta Nebraska, las Dakotas y parte de Canadá. A éste pertenecen los dakota, teton, santí, sioux, hunkpapas, brulís, oglala, miniconjous, sans arc, two-kettle, crow, yankton, winnewbago, hidatsa, assiniboin, osages, hidatsa, addiniboin biloxi, osage, iowa, quapaw, missouri, omaha, ponca, oto, kansas, tuteloo, manahoac, saponi y catawba. Entre los más famosos jefes sioux se cuentan Waneta, Toro Sentado, Caballo Americano y Caballo Desbocado (mal traducido como “Caballo Loco”). Se considera que el grupo más importante es el llamado teton-dakota, al cual se le asignan varias subtribus, entre éstas la de los oglala, que constituyeron el pueblo más numeroso y resistente de los sioux. (…)

Los nadene-atapascanos

La familia nadene-ataspacana ha tenido como territorio las tierras que van desde el círculo polar ártico, Alaska, noreste de Canadá, Washington, Oregon, California, Colorado, Arizona, Nuevo México, Oklahoma, hasta parte de Texas y del norte de México. Los nadene, genéricamente, han sido llamados esquimales. Entre ellos se cuenta a los eyak, auk, haida, chikat, tlingit, sitka, tonga, taku y yakutat. Tuvieron una vida principalmente nómada dedicada a la pesca. Del grupo tlingit son muy conocidos sus pilares (postes) totémicos, que esculpían en un gran tronco de cedro con las figuras que representaban a su clan. También se distinguieron como navegantes, pues llegaron a construir y dominar embarcaciones de hasta 20 metros de largo. Algo notable de la historia de estos grupos es que nunca estuvieron en guerra contra los europeos conquistadores ni contra los descendientes de éstos. (…)

Los azteco-tanoanos

A los grupos étnicos de la familia azteco-tanoana se les encuentra en lugares tan distantes como Idaho, Nevada, Utah, Colorado, California, Arizona y Oklahoma, así como en el norte y el centro de México y hasta Centroamérica; de estos dos últimos lugares son los famosos aztecas o nahuas y los mayas. Los azteco-tanoanos han sido divididos en dos grandes subgrupos: el uto-azteca y el tanoano. Al primero corresponden shoshones, comanches, hannoanos, chemehuevi, paiute, kern, river, mono, mission, snake, digger, penamint, wind river, wyoming, ute, sacajewa, washakie, hopi, pápago y pima. Y al segundo: taos, pueblo (tiwa, towa y tewa), sandía, isleta, picuris, pecos, zuñis, jemes, nampeo, nambe, santa clara, san juan, pojoaque, tesuque, kiowa, yaqui, ópata, huichol (wixároka) y cora. Esta gran familia tiene etnias que crearon grandes civilizaciones, como los aztecas y los mayas de México, otras intermedias con cierto grado de adelanto agrícola y sedentarismo, como los pueblo y los pimas; algunas muy aguerridas, como lo fueron los comanches y los kiowas; dos etnias de franco atraso fueron los monos de California y los diggers (cavadores) de Nevada. (…) Los pimas del norte de Sonora y del sur de Arizona aceptaron con cierto agrado la civilización europea, desde los primeros contactos con los misioneros católicos de la Nueva España. Hemos recorrido este vasto territorio ocupado por un sinnúmero de pueblos originarios que tuvieron diferentes costumbres, idiomas y tradiciones. Este adelanto de libro se publicó el 12 de enero de 2020 en la edición 2254 de la revista Proceso

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