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“No miren arriba”

"No miren arriba" (Don’t Look Up; EU, 2021) es una sátira en tono de farsa, como si tal género fuese la mejor manera de abordar el mazacote y el caos de los gobiernos para resolver problemas a nivel mundial, díganlo la catástrofe climática y la pandemia.
sábado, 15 de enero de 2022 · 20:51

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Un cometa del tamaño del monte Everest se dirige a la Tierra con el potencial de extinguir la vida del planeta; un par de astrónomos, el doctor Mindy (Leonardo DiCaprio) y su discípula, Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), logran acceder a la Casa Blanca para notificar a la presidenta, Orlean (Meryl Streep), pero la señora se muestra más preocupada en los ratings de popularidad y en su próxima elección que en tomar en serio la catástrofe que se avecina. A su vez, el multibillonario Peter Isherwell (Mark Rylance) organiza un ataque nuclear para explotar la riqueza potencial del cometa en minerales necesarios en las nuevas tecnologías.

Por descabellada que suene, la posibilidad de una colisión de tal naturaleza no es improbable, y existe un plan oficial del gobierno americano para desbaratar asteroides, por medio de misiles, que amenacen a la Tierra, y tal es el tema, por ejemplo, del documental de Werner Herzog (Fireball: Visitors from Darker Worlds); inquietante de por sí, la idea es terrorífica si se piensa en la probable politización de un cataclismo, la manipulación mediática y los intereses económicos.

¿En manos de quiénes se halla la seguridad del planeta?, sería la pregunta adecuada.

No miren arriba (Don’t Look Up; EU, 2021) es una sátira en tono de farsa, como si tal género fuese la mejor manera de abordar el mazacote y el caos de los gobiernos para resolver problemas a nivel mundial, díganlo la catástrofe climática y la pandemia; Adam McKay escribe, produce y dirige esta cinta, a manera de autor dentro del mainstream, con un reparto multiestelar que sostiene los riesgos del colapso económico. Ciertos personajes, harto secundarios a la trama como el grupo de forajidos revolucionarios, salen sobrando; lo importante, en términos comerciales, es que nombres como Timothée Chalamet o Himesh Patel aparezcan en la galería de estrellas del momento, al alcance de todo público.

La farsa es cruda, despiadada y dispareja; en No miren arriba, la trama oscila entre la caricatura, chistes de cabaret y humor adolescente, irritante para quien espera la sutileza de una comedia fina; peor para los amantes de la ciencia ficción, pues McKay recurre a los lugares comunes de malas películas de catástrofes como Armagedón (con Bruce Willis); quizá la verdadera fuente de inspiración sería Melancolía (Lars von Trier), y de Abel Ferrara El último día en la Tierra, trabajos poéticos que exploran la experiencia de vivir los últimos minutos del Apocalipsis.

Fuera de toda proporción, situaciones y personajes resultan delirantes; si parte del público no se divierte lo suficiente, sí se nota que los actores disfrutan su papel, se mofan de sus personajes y de ellos mismos; la presidenta que encarna Meryl Streep es un cóctel de Hilary Clinton, Donald Trump y su hija; casi irreconocible, Cate Blanchet retrata a una presentadora de noticias, artificial como maniquí, perversa entidad emanada del Instagram; Jennifer Lawrence condensa los ingredientes de la joven empoderada, alta académica, feminista, independiente; quien se toma más en serio su papel es DiCaprio, un científico nerd, hombre de familia, reprimido sexualmente, presa fácil del glamour mediático.

Chistes, comentarios y alusiones históricas y políticas ocurren a manera de ráfagas; disponible en Netflix. 

Crítica publicada el 9 de enero en la edición 2358 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

 

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