Cine

“Drive my car”

Drive my car va más allá de un esquema que sugiera incomunicación entre los géneros: para Ryusuke Hamaguchi, el corazón humano se ubica en el interior de un laberinto.
sábado, 19 de febrero de 2022 · 14:16

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Al igual que el cuento de Haruki Murakami en el que se basa esta última cinta de Ryusuke Hamaguchi cuyo título está en inglés, Drive my car (Maneja mi coche; Japón, 2021), la elección del Óscar para mejor largometraje y película extranjera no tendrá problema con la traducción: el director aprovecha la abstracción, y entre comillas sugiere el empleo del katakana (Doraibu mai kaa) para subrayar el tema de este drama sobre identidad y soledad, en el prólogo de 40 minutos, que posteriormente se convierte en road movie del corazón por casi tres horas.

Pese a los años de casado, el actor y director de teatro Yusuke Kafuku (Hidetoshi Nishi­jima) mantiene una intensa relación con su mujer, Oto (Reika Kirishima), actriz y escritora de guiones; el hecho de que ella tenga amantes no parece afectar la intimidad de la pareja, ni el sexo ni la comunicación; ella muere súbitamente; elipsis de dos años, el director viaja de Tokio a Hiroshima para montar El tio Vanya, al casting acude un joven actor, Takatsuki (Masaki Okada), en quien Kafuku reconoce al último amante de la difunta Oto; entonces lo escoge para el papel de Vanya, quizá con la idea de enfrentar al Minotauro.

Como Kafuku necesita un chofer para transportarse en Hiroshima, la compañía de teatro asigna a Misaki (Toko Miura), una joven muy profesional y de pocas palabras, pero el director no se siente seguro con las mujeres al volante; Misaki resulta perfecta como conductora y el director puede repetir el texto de la obra en calma. La producción de la obra de Chejov es concebida por Hamaguchi como un texto políglota con subtítulos en japonés; además de los actores nipones, participan coreanos, una actriz taiwanesa y una actriz muda que se expresa en el lenguaje de los sordos pero en coreano. Los personajes del Tío Vanya, sus parlamentos, se van engarzando en la trama hasta fusionarse con ella.

Las historias de Murakami funcionan muy bien en el cine; Burning, dirigida por el coreano Lee Chang Dong, es un buen ejemplo. Drive my car no es una adaptación de los cuentos de Murakami, sino una fuente de inspiración para Hamaguchi; el título de la colección de ese autor japonés tan leído, Hombre sin mujeres (que retoma el título de una colección de Hemingway), sugiere, más que nunca, el conflicto actual del hombre que se tiene que reconocer vulnerable y aprender a relacionarse con la otredad que le representa la mujer.

El tema es delicado en una sociedad como la japonesa, donde los estereotipos de género, estrictamente codificados tradicionalmente, dejan de funcionar.

Pero Drive my car va más allá de un esquema que sugiera incomunicación entre los géneros: para Hamaguchi (Asako I y II), el corazón humano se ubica en el interior de un laberinto. El texto implacable de Chejov enuncia el mensaje de consuelo frente a la existencia lastimosa. Hiroshima representa el lugar del dolor para el hombre vulnerable y confundido. La mujer provee el hilo conductor, primero como Sherezada (otro de los cuentos de Hombres sin mujeres), Oto cuenta historias cada noche después de hacer el amor, y luego como Misaki, la conductora.

Crítica publicada en el número 2363 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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