Cine

La condena de Jafar Pahani

Jafar Pahani había sido detenido por apoyar protestas masivas contra el resultado de las elecciones, vino el arresto domiciliario y la prohibición absoluta de hacer cine durante 20 años, condena que para un director de su talla equivale a la pena de muerte.
sábado, 30 de julio de 2022 · 16:20

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– La imaginación, definitivamente, no va al poder; corto de recursos, el rebaño de chivos expiatorios se mira exiguo ya, el gobierno clerical en Irán echa mano de algunos de los mejores directores de cine que se atreven a mostrar su desacuerdo y los encarcela, pues a alguien hay que culpar del descontento público, como es el caso de Jafar Pahani, condenado a prisión por la friolera de seis años.

Su crimen fue ir a indagar acerca de la detención de otros realizadores, como Mohamed Rasoulof, condenado a su vez por incitar y alterar la estabilidad psicológica de la sociedad, cuando cuestionó en internet la responsabilidad del Estado en el derrumbe de un edifico que costó decenas de vidas.

En 2010 Pahani había sido detenido por apoyar protestas masivas contra el resultado de las elecciones, vino el arresto domiciliario y la prohibición absoluta de hacer cine durante 20 años, condena que para un director de su talla equivale a la pena de muerte. Defendido y admirado por otros realizadores y actores, como Abbas Kairostami, Martin Scorsese, Jarmusch, los hermanos Coen, Terrence Malick, Robert de Niro, entre muchos, Pahani se las arregló para seguir dirigiendo; botón de muestra, Esto no es una película (2011), documental hecho con un teléfono celular donde hace la cinta que no puede hacer, trabajo que llegó de contrabando al Festival de Cannes en un USB escondido en un pastel, y aventura que a su vez merece otro filme.

Proceso ha seguido la carrera de Jafar Pahani por años; además de la anterior mencionada, se publicó la nota de Taxi-Teherán (2015), realizada de forma ilegal con Pahani al volante con una cámara que capta entrevistas a una serie de personajes sobre asuntos que van de la pena de muerte hasta la situación económica; a este documental de ficción le fue otorgado el Oso de Oro en Berlín, mismo que recibió su sobrina a nombre suyo.

Asimismo, Tres rostros (2018), intrigante road picture donde una actriz famosa, en compañía de Pahani, acude a buscar a una joven que pide ser rescatada de su familia ultraconservadora; por el camino se topan con diferentes personajes que ilustran el Irán profundo, y la encuentran en una cabaña donde vive aislada con otras dos aspirantes a actrices, en el ostracismo total; se trata del filme más misterioso y a la vez alusivo del realizador iraní.

El cine de Pahani presenta a la mujer como una fuerza de cambio y un flujo poético que se filtra por las hendiduras de un régimen cada vez más intolerante; en Offside (Fuera de juego, 2006), un grupo de muchachas se disfrazan de hombre para asistir a un partido de futbol que compite para la selección de la Copa Mundial; la aventura tiene giros inesperados que dan cuenta del profundo humanismo del director.

Porque –lo peor del caso– la obra de Jafar Pahani ni siquiera es propiamente un cine de denuncia… lo que no es capaz de entender la censura clerical es que este discípulo de Kiarostami habla de lo que le conmueve: que la poética de su obra resulta de una tensión entre la dureza de cualquier condición de vida y bondad del corazón humano, la imagen de la autoridad en su cine no es mera maldad, sólo mera ceguera; así, la niña en el partido de futbol que escapa del soldado que la mantiene detenida por haberse colado vestida de hombre, regresa porque teme que lo castiguen a él. 

Crítica publicada en la edición 2386 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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