Joaquín Capilla: romper la maldición (Primera de dos partes)

miércoles, 29 de octubre de 2003 · 01:00
* Máximo ganador mexicano de preseas olímpicas México, D F, 28 de octubre (apro)- De pequeño, Joaquín Capilla siempre soñó con ser médico o "apaga-fuegos" Luego, en la etapa de su adolescencia creció con el estigma de su propio padre, que de “guerrista y chambón" siempre se refirió a los cinco hijos Chambón es la palabra que describe a las personas de escasa habilidad en el juego o los deportes, pero para Joaquín aquella expresión --que persistiría en su madurez-- no tenía otro significado que no fuera el "bueno para nada" --Papá, ¿por qué no puedo hacer esto? --Porque eres un chambón El golpe anímico de esta palabra casi cotidiana en el lenguaje del progenitor doblegó el espíritu de los hermanos Capilla Pérez: "Mi padre (Alberto) no sabía que sin querer o por ignorancia nos calificó a sus hijos de buenos para nada, pues uno llega a ser nada en la vida: mi hermano quiso ser ingeniero y no se pudo recibir; yo quise ser arquitecto y no me pude recibir, y mi otro hermano pretendió ser contador público, y tampoco lo consiguió Ninguno de los cinco hermanos nos recibimos profesionalmente porque nos dijeron que éramos chambones Fue una maldición porque maldice, porque dice mal" Pero casi siempre, en la vida el ser humano saca a relucir el verdadero talento En el caso específico de Joaquín la historia le tenía reservado un lugar en el deporte nacional El país perdió acaso a quien pudo ser un excelente arquitecto, pero aquel muchacho de espigada figura se bañó de gloria hasta convertirse en el máximo ganador mexicano de preseas olímpicas de todos los tiempos: medalla de bronce en Londres 48, plata en Helsinki 52 y preseas de oro y bronce en Melbourne 56 Y algo más: fue cuatro veces campeón panamericano --hazaña jamás alcanzada por otro atleta nacional hasta la fecha--, seis veces monarca centroamericano y tres veces campeón de Estados Unidos en la modalidad de clavados "Es la vocación", refiere el aludido, alguna vez actor circunstancial en la película Paso a la juventud cuando las compañías de cine nacional intentaban sacar provecho de la fama del atleta y las salas eran abarrotadas por el público, que tan sólo con escuchar el himno nacional o el nombre de Joaquín Capilla --Joaquín Carrillo su nombre artístico en el celuloide-- se ponía de pie para aclamar al campeón En 1948, cuando trajo para México la presea de bronce, el héroe de la pileta recuerda que su primera expresión antes de viajar a Londres fue de asombro: "¡Qué bruto! Para qué me metieron en este lío, tan a gusto que estaba comiendo palomitas en el cine con mis cuates Le suda a uno la espalda, se te suelta el estómago Es una cosa tremenda, una pesadilla" Pero cuando regresó a México en plan triunfador, el público se emocionaba entonando el himno nacional "Hasta mi profesor estaba llorando" El maestro le dijo: "Joaquín, esto ya se lo merecía desde hace mucho tiempo" De cierto modo, Capilla niega que su familia, en el caso preciso de su padre, le haya picado lo que él llama el orgullo, "pues es uno mismo el que trae la vocación De niño sentía todas las noches que corría y que volaba Luego descubrí que era un sueño, pero cuando me trepé por primera vez desde una plataforma de 10 metros llegó mi realidad Ahí estaba yo a 10 metros de altura entre el temor y la angustia por saltar Cuento: una, dos híjole desde arriba se ve como si fueran 20 metros Una, dos no me pude lanzar" El segundo intento llegó una semana después en el mismísimo Deportivo Chapultepec, un club hasta la fecha exclusivo de la gente adinerada Y cuando al fin logró ejecutar el clavado, Joaquín Capilla sintió de pronto el deseo de regresar a su anterior disciplina deportiva, la natación, aunque ya estaba harto de practicarla y de llegar --no en el eterno segundo sitio-- siempre en el último lugar entre ocho competidores "Si la alberca tuviera nueve carriles de seguro que me hubiese tocado siempre en el noveno lugar" Así que Capilla siguió en la natación, "pero me echaba mis clavaditos de un metro, de cinco metros y con vuelta y media un mortal hacia atrás" Luego, cuando al fin "aprendí que volaba, pues era lo que soñé desde niño, encontré mi verdadera vocación, esa que no todo el mundo la tiene" Dice que subir al podio de vencedores es el premio al esfuerzo, "la satisfacción del deber cumplido Es un sueño cristalizado, pero nunca cuelguen las medallas a nadie antes de tiempo porque nadie tiene la seguridad de ganarla, en virtud que cualquier cosa puede fallar El deporte es como la rueda de la fortuna: unas veces estás arriba y otras abajo Nadie sabe cuándo es el día perfecto, así que debe estar preparado para todo, pero ganar y oír el himno nacional en el extranjero, o volver a casa con las manos vacías" Joaquín Capilla, el chico que remontó la cascada de subestima del progenitor y llegó a lo más alto en los Juegos Olímpicos, charla como cuando era campeón olímpico Y lo hace como si hablara en bronce, en plata o en oro: --Esto es muy difícil de olvidar, sobre todo porque Estados Unidos había dominado todas las pruebas de clavados en las Olimpiadas durante 45 años Estados Unidos siempre había ganado el primero, el segundo y el tercer lugar Eran los dueños de los clavados hasta que aparecí en el 48 “Después gané la de plata en Helsinki y la de oro y otra de bronce en Melbourne, Australia Es decir, cuatro medallas olímpicas en 12 años, pero el día que gané el oro, todos los australianos me aplaudieron como si se tratara de un compatriota Fue un privilegio haber escuchado el himno nacional, porque desgraciadamente sólo premian al primer lugar, pero los que hacen el mayor esfuerzo son los que no ganan las medallas Eso ocurre en la actualidad con Ana Gabriela Guevara, en la que sus competidoras hacen más esfuerzos por alcanzarla En cambio, Ana sale como si no hubiera corrido --¿Será difícil que algún atleta mexicano pueda igualar la marca de Joaquín Capilla en las Olimpiadas? --No se pueden comparar los tiempos anteriores porque toda la tecnología ha avanzado tanto, que es increíble que los clavados se realizan ahora con un trampolín que es de un aluminio especial, fabricado con el mismo material con el que se construyen las naves espaciales Entonces los clavadistas están botando hasta 40 o 50 centímetros más alto Por ello gozan de mayores beneficios

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