Convención Bancaria, sin grandes expectativas
ACAPULCO, Gro. (apro).- Sin grandes expectativas, este jueves 10 inician aquí los trabajos de la Convención Bancaria, en su edición 79, evento anual que congrega a la élite financiera del país.
Esta reunión de banqueros y autoridades financieras del país lleva ya 19 años celebrándose en este centro vacacional del Pacífico mexicano, en apoyo de la entidad y del propio puerto por el paso de muerte, desolación y destrucción del huracán Paulina, de principios de octubre de 1997.
Muy venidas a menos, pues han perdido el glamour de la presencia de los emblemáticos dueños de los bancos mexicanos –hoy todos los bancos grandes son filiales de instituciones extranjeras–, en esta ocasión la Convención Bancaria no augura sorpresas ni grandes anuncios en materia económica.
Peor aún, por los ensayos de los directivos de la Asociación de Bancos de México (ABM), que se pudieron apreciar desde la sala de prensa, se esperan jornadas de franca zalamería por parte de esa institución hacia las personas del presidente Enrique Peña Nieto y del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, a quienes se calificó prácticamente como “salvadores de la patria”, no sólo de la economía nacional.
Como es habitual en este evento, antes de la declaratoria inaugural que hace el presidente de la República, hace uso del micrófono, en ese orden, el mandatario priista Héctor Astudillo Flores; luego el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, para hablar de la política monetaria, en particular del comportamiento de la inflación, de las tasas de interés y del mercado cambiario, tan movido en los últimos meses.
Luego interviene el presidente de la ABM, Luis Robles Miaja, a su vez presidente del consejo de administración de BBVA Bancomer –filial del español Banco Bilbao Vizcaya Argentaria–, quien acostumbra hacer el panegírico de los logros de Peña Nieto y de Videgaray Caso.
Al final hablará el presidente Enrique Peña Nieto para, antes de declarar inaugurada la convención, hacer su acostumbrado discurso sobre lo bien que ha hecho las cosas, los avances que ha tenido el país, el éxito de las reformas estructurales y, por supuesto, decir que la economía mexicana está mucho mejor que muchas economías emergentes y aun las de países de gran desarrollo.
Pero justamente allí topará Peña Nieto con su realidad, que es todo lo contrario a lo que prometió la primera vez que estuvo en una convención bancaria, el 18 de mayo de 2012, entonces como candidato presidencial por la alianza Compromiso por México, integrada por el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Verde Ecologista de México.
En efecto, esa fue la primera vez que vino a Acapulco invitado por los banqueros; pero con la que inaugura mañana, será la cuarta ocasión, tres de ellas, incluida la de este jueves, ya como presidente de la República.
Y no podrá presumir gran cosa, ahora que está justo a poco más de medio sexenio… ¿o a mitad del túnel?
Decía con mucha seriedad en esa ocasión: “México no está caminando por el camino correcto; México necesita cambiar de rumbo, con rumbo claro, con definición de objetivos muy puntuales y de manera responsable”.
Era muy severo en sus afirmaciones:
“Somos un país en que lamentablemente hoy se vive un clima de inseguridad, de violencia que se ha convertido en la principal preocupación entre los mexicanos”.
Enérgico, condenaba “la condición de pobreza que México vive, y que se ha agravado en los últimos cuatro años. Pareciera un tema que no está o no se tiene presente, pero sólo en los últimos cuatro años el número de pobres en el país se ha incrementado en 12 millones de mexicanos.
Obviamente se refería a los últimos cuatro años de Felipe Calderón, pero jamás –por supuesto– dijo que ello en parte se debió a la gran recesión internacional de los años 2008 y 2009, que en México se tradujo en una brutal caída de la actividad económica en -4.7%.
En su diagnóstico incluía un hecho de que en su gobierno el país ha ido para atrás.
Decía: “Hemos tenido en nuestra economía un desempeño muy pobre y muy mediocre, porque contrastada con el desempeño que otros países de la región han tenido, México ha sido el último país o el país que en América Latina ha tenido el peor desempeño en su economía: menos de 2% de crecimiento.
Obvio, nunca imaginó que en su gobierno la economía estaría mucho peor.
También decía que como consecuencia del pobre desempeño de la economía, “no se produjeron los empleos que México demanda y, los pocos e insuficientes que hay, son de baja calidad y de baja remuneración”.
Exactamente lo que pasa hoy en el país… casi cuatro años después de que lo dijo.
O como dice el dicho: el burro hablando de orejas.
Y para abatir todos esos defectos que le veía al país, conducido por los panistas, habló de las metas que se había fijado para una vez que ocupara la Presidencia, el país cambiara.
Planteó entonces “cinco grandes metas nacionales”:
- “Devolver a los mexicanos paz y seguridad”, y para ello reajustaría “la estrategia que en materia de seguridad hoy se tiene.
- “Revertir la pobreza del país y, muy particularmente y de manera señalada, erradicar la pobreza alimentaria”, es decir, la que sufren 20 millones de mexicanos que “no saben con certeza si tendrán para sus alimentos del día a día y del día siguiente.”
- “Impulsar realmente el crecimiento económico”. “Creo que México tiene potencial para poder crecer al menos tres veces más de lo que ha venido haciendo”. Esa es la perla: si criticaba el mediocre crecimiento de 2% en promedio anual, proponía crecer a una tasa de alrededor de 6% anual.
- La cuarta “gran meta nacional” era “alentar la generación de empleos” e “incentivar la formalidad y lograr realmente, a través también del impulso económico, que tenga el país la generación de más empleos.”