Espuelas de oropel

sábado, 24 de marzo de 2012 · 20:01
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Alrededor de 1539, Paulo III instauró la tradición vaticana de condecorar a los individuos que propagaran, de manera ejemplar, la fe católica y la gloria dela SantaMadreIglesia, institución que de santa no ha tenido mucho y que en su papel maternal ha demostrado su miopía y sus cuestionables preferencias --léase el amparo que le ha prodigado a lo largo de los siglos a asesinos, ladrones, pederastas y demás especimenes de supuesta filiación cristiana. La condecoración intitulada Ordo Militia Aurata se repartió hasta 1841, año en que Gregorio XVI decidió suprimirla por el descrédito en que había caído --a partir del decimonónico su otorgamiento se amplió a quien pudiera comprarla--. Una vez suprimida, la presea trocó su nombre por la actual Orden de San Silvestre, cuyos recipiendarios siguen siendo elegidos por el Papa. La extinta presea consistía en una cruz dorada con ocho puntas en cuya base pendía una espuela; en su anverso se leía Benemerenti y en su reverso Ex Dono junto al nombre del condecorado y la fecha de la entrega. En la lista de galardonados encontramos pintores, arquitectos, militares y músicos; brillan por su ausencia filósofos y científicos pues, ciertamente, los oficios de pensar, deducir y refutar nunca han sido del agrado de los detentadores de la verdadera fe. En cuanto a los magister musicæ, gremio anómalo que gravita entre los linderos de la espiritualidad, la fisiología y las matemáticas, tenemos a varios individuos, cuya designación pone de manifiesto la ambigüedad e hipocresía que ha caracterizado, con pocas variantes, a los vicarios de Cristo y al emporio financiero y mercantil que los respalda. Antes de abordar a los músicos en cuestión, veamos el perfil del pío Alessandro Farnese (1468-1549), el honorable sujeto que en su veste de Paulo III ideó la distinción nobiliaria que elevaba al rango de caballero a sus elegidos. Farnese pertenecía a una familia de latifundistas con amplia experiencia en la conducción de los ejércitos papales. Fue nombrado cardenal por Alessandro VI (el siniestro papa Borgia que, en son de divertimento, delimitó las franjas territoriales del nuevo continente entre España y Portugal) por el simple hecho de tener contenta a Giulia Farnese --hermana del antedicho--, una de sus amantes preferidas. Meteórica como pocas, la carrera eclesiástica del nuevo cardenal se distinguió por su nepotismo y dudosa castidad (procreó 4 hijos bastardos con una noble romana). Aposentado en el solio papal, Farnese magnificó sus tendencias: Su primer acto como pontífice consistió en nombrar cardenales a sus nietos, Guido de 16 años de edad y Alessandro de 14. Entre sus contribuciones a la cultura universal, son de destacar el primer índice de libros prohibidos, la creación del Santo Oficio (mejor conocido como cámara de apelación para casos de herejía), amén de concederles, mediante la bula Sublimis Deus, la categoría de seres humanos a los indígenas del Nuevo Mundo; entre tantas ocurrencias descuella, como ya dijimos, la acomodaticia distinción. “Vale más mi casa y mi jardín que todos los lauros del Papa”. Músico de inigualable inspiración polifónica, Orlando di Lassus (1532-1594) conoció de cerca los execrables vicios de la clerecía católica. Después de haber dejado su nativo Mons, en los Países Bajos, Di Lassus pasó por Milán y Mantua, hasta avecindarse en Roma, al servicio de un archiduque que logró imponerlo como titular dela Basílica de San Juan de Letrán. Sólo un año resistió en el puesto. Su temperamento no encajaba con las porquerías que veía hacer a diario en las oquedades de los presbiterios. Alivió su dignidad aceptando un empleo en la corte protestante de Munich, donde acudieron músicos de toda Europa para estudiar con él. Noticias de su fama llegaron a oídos de Gregorio XIII, quien se encaprichó por tenerlo bajo sus órdenes. Como anzuelo se le ofreció nombrarlo caballero dela Orden dela Espuela de Oro. Atemorizado, Di Lassus aceptó la condecoración pero salió huyendo para regresar a la serena medianía de Munich. El benevolente Gregorio XIII es recordado por el alborozo con que celebró la carnicería efectuada en la noche de San Bartolomé, donde murieron más de 10 mil protestantes a manos de católicos. Entre los muertos había niños y mujeres embarazadas. La cabeza de Gaspard de Coligny, el almirante de los herejes franceses, llegó como regalo de Navidad para el representante de Cristo. “El degradante oficio de violinista”. En su Histoire de ma vie quedaron consignadas 132 conquistas amorosas. Su autor frecuentó penales, conventos, burdeles, casinos y teatros de ópera. En uno de éstos, el famoso San Samuele de Venecia, hizo su debut como miembro de la orquesta. Entre las comediantes de la compañía teatral estaba su abnegada madre que, ingenuamente, pretendía hacer de él un hombre de bien. Con ese motivo lo llevó a Roma para enrolarlo al servicio del cardenal Acquaviva, al tiempo que ejercía como fraile. Peor tino no pudo tener la señora, pues las testosteronas de su vástago encontraron en los ambientes de la curia romana el medio idóneo para su multiplicación. Las desviaciones que presenció le sirvieron de inspiración para erguirse como un seductor consumado. Parecería broma, pero precisamente por sus insuperables dotes de amante y jugador --inventóla Lotería nacional francesa--, fue elegido por Clemente XIII para ostentar su presea dorada. El condecorado rascatripas se llamaba Giacomo Casanova (1725-1798). Un caso de aleación innoble. Con sólo 14 años de edad pero con una consolidada carrera de compositor a la espalda, W. A. Mozart fue recibido por Clemente XIV en los augustos salones vaticanos. Después de exhibirse como digno juglar de Dios, al jovencito se le hizo caballero y se le pinchó la casaca con la medalla. Sabedor de su capacidad sobrehumana, Mozart pidió que lo dejaran asistir a la misa de viernes santo en la capilla Sixtina, que era cuando se interpretaba una obra cuya partitura no podía salir del recinto sagrado, so pena de muerte. Bastó una sola audición para que Mozart lograra retener en la cabeza el complejo Miserere de Gregorio Allegri (1582-1652).([1]) De regreso a sus habitaciones, el adolescente transcribió de memoria los sacrosantos compases sin incurrir en notas falsas. Para el padre de Mozart esa travesura merecería una ulterior gratificación del Papa, mas éste se limitó a palmear la espalda del osado transgresor con una mueca de desagrado (entre las proezas del pontífice se cuenta haber disuelto a la compañía de Jesús y haber ascendido al cielo a velocidad luz después de un envenenamiento). Con el pasar de los años y habiendo sufrido las vejaciones del arzobispo de Salzburgo, Mozart se alejó de la fe católica. Su ingreso en la masonería hizo el resto. Sin embargo, como recuerdo de su mocedad siguió luciendo su ajado Sperone D´Oro, hasta que una disputa con algunos colegas lo decidió a despojarse de él para siempre. Sus enardecidos camaradas le habían dicho: “Lo que llevas en el pecho vale menos que una hebra de tabaco, no es oro sino cobre”. La respuesta del compositor resumió la esencia del papado: “Ni es de oro ni de cobre, es de plomo”. Mujeriego con sífilis se arma caballero. El 3 de abril de 1827 aparece como fecha de entrega de la medalla áurea concedida a Nicoló Paganini, el temerario que había degradado a los cañones de Napoleón con la potencia sonora de su Guarnerius. Su virtuosismo había incitado la curiosidad de León XII, un respetable papa que prohibió los besos antes del matrimonio, las vacunas, hablar con judíos y pronunciarse en contra de la horca que se instaló en uno de los patios de la Santa Sede. Con un par de trucos musicales,([2]) Paganini se hizo acreedor del nombramiento y fue abrazado por el prudente hombre de Dios. Lo que ninguno pudo imaginar es que a la vuelta de un par de lustros la superchería popular aduciría los éxitos del mago del violín a un pacto satánico que sería tomado al pie de la letra por las autoridades vaticanas. La noticia de su excomunión lo fue siguiendo hasta que su cuerpo llagado sucumbió a raíz de sus excesos intrauterinos. El cadáver deambuló sin derecho a sepultura cristiana hasta ser enterrado clandestinamente una década después del deceso. Sería de augurarse que al cabo de la benigna, lucrativa y estratégica visita a México del pastor germánico que ama la música, a los funcionarios de oropel que lo convocaron se les espoleara el ánimo para concluir con la crucifixión del territorio nacional.


([1]) Se recomienda la escucha de la citada obra sacra. Encuéntrela en el sitio proceso.com.mx
([2]) Se sugiere la audición de Las brujas, op. 8 del, excomulgado violinista genovés. También disponible en la versión digital del semanario.

Comentarios

Otras Noticias