El despeñadero argentino

sábado, 12 de enero de 2002 · 01:00
Lo más grave de la crisis argentina es que no es coyuntural Es el producto de un largo proceso que ha erosionado prácticamente todas las variables de la vida comunitaria: la economía, la política, la planta productiva, el sindicalismo, el tejido social, la confianza, la esperanza, la paciencia Tanto, que ya ni siquiera los militares -por fortuna- son una alternativa para la recomposición del país Argentina está agotada Las noticias, desde que se desataron las violentas manifestaciones populares a mediados de diciembre, parecerían centrar más bien la debacle en el inepto e insensible gobierno de Fernando de la Rúa o, cuando mucho, en la política ultraneoliberal de su antecesor, el frívolo Carlos Menem Pero la historia va mucho más allá en el fondo y en el tiempo Sin necesidad de hacer un detallado recuento, bastaría decir que, en menos de un siglo, Argentina pasó de ser un país de atracción para inmigrantes, puntal en la producción cerealera y ganadera, con un avanzado sistema de bienestar social a un país quebrado, con una planta productiva destrozada y desnacionalizada, un desempleo de casi el 20% y más de un tercio de su población viviendo en condiciones de extrema pobreza ¿Qué pasó? Puede decirse que los verdaderos años de bonanza en la Argentina fueron hasta la crisis económica mundial de 1929 Después vendrían periodos alternos, entre gobiernos civiles y militares, liberales y conservadores El populismo peronista de la posguerra habría de crear otra ficción de prosperidad, con la nacionalización de diversos sectores productivos, el aumento de las exportaciones, una mayor participación de los trabajadores en el ingreso del país y una avanzada legislación social Pradójicamente, fue también el inicio de una gradual caída Erigido ya en la potencia del bloque Occidental, a Estados Unidos no le agradaron nada estas políticas socializantes y nacionalistas en su espacio hegemónico y, sobre todo, la afectación directa de sus intereses económicos en Argentina Vino entonces el primero de una serie de golpes de Estado El peronismo fue proscrito y los bienes nacionales desnacionalizados Tanto los gobiernos militares como los civiles que se sucedieron durante los siguientes veinte años se caracterizaron por una docilidad aquiescente con los intereses del capital local y foráneo Fue precisamente en esta etapa en la que se sentaron las bases para una política económica "desarrollista", que abrió las puertas del país a las grandes transnacionales extranjeras y propició el crecimiento y la concentración de la riqueza en una cuantas manos locales Los síntomas de descontento social se hicieron visibles en constantes choques entre los gobiernos y los sindicatos En 1969, inclusive, se dio una revuelta social muy similar a la de días pasados, conocida como el Cordobazo (por la ciudad argentina de Córdoba) Luego surgiría la guerrilla, preponderantemente urbana, que reivindicaría las más sentidas demandas de la clase trabajadora Poco podría hacer por esta causa el breve retorno de Perón en 1973 Las divisiones internas del peronismo, las presiones de la maquinaria capitalista y su precaria salud, no dieron más que para actos simbólicos Su viuda, Isabel Martínez, dejó la economía en manos de Alfredo Martínez de Hoz, quien optó por la desindustrialización del país, la apertura sin control hacia el exterior y el fomento de la especulación financiera Mientras, el secretario de Bienestar Social, José López Rega, se dedicó a organizar la represión sistemática contra la oposición interna peronista y de izquierda Justamente la situación económica (una inflación superior al 500% anual, desabastecimiento, movilizaciones sindicales y hasta paros empresariales), combinada con un incremento en la actividad guerrillera, fueron el pretexto para el golpe de Estado de 1976 Nada, sin embargo, corrigió en este sentido la Junta Militar Además de llevar a cabo una brutal represión política, de cuyas heridas no sana todavía la sociedad argentina, los militares golpistas prácticamente arrasaron con lo poco que en haberes materiales les legaron sus antecesores La política de apertura sin control a las importaciones, arrasó con la tercera parte del aparato productivo del país Las conquistas laborales de medio siglo se vieron anuladas y el salario real se redujo a la mitad; las economías regionales se vieron asfixiadas por las altas tasas de interés y hasta la oligarquía ganadera resultó golpeada, por la inmoderada transferencia de recursos al sector financiero En lugar de llegar inmigrantes, la represión y la desocupación empujaron a los argentinos a la emigración La deuda externa subió a 40,000 millones de dólares (15,000 se calcula fueron para armamento) y a principios de los ochenta se inició el derrumbe de bancos y sociedades financieras Derrotados y desprestigiados ellos y quebrado económica y moralmente el país, los militares lo devolvieron a la democracia En 1983 el jefe de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín, ganó las elecciones En medio de intentos de hacer justicia, amagos golpistas, deudas por todas partes y una economía en ruinas, el nuevo presidente se limitó a anunciar una tímida moratoria de pagos, pero mantuvo sustancialmente el modelo económico monetarista, que ya para entonces había sentado sus reales en toda América del Sur Casi logró concluir su mandato, pero una ola de saqueos y protestas "caceroleras", producto de una hiperinflación que subía por horas, lo obligó a dimitir unos meses antes Volvió entonces el peronismo -o un sector de él- al poder, en la figura de Carlos Menem Elogiado como "alumno modelo" del Fondo Monetario Internacional y apoyado por los gobiernos de Washington, con los que se ufanó de tener una "relación carnal", Menem llevó las recetas del neoliberalismo a su máxima expresión Privatizó todo lo privatizable, pero de la peor manera: vendiendo empresas eficaces al capital extranjero a cambio de bonos de la deuda o bien entregándolas bajo licitaciones dudosas a familiares, socios y amigos Estableció una ficticia paridad peso/dólar y elevó durante los diez años de su mandato la deuda pública de 60,000 a 114,000 millones de dólares En medio de acusaciones de corrupción, lavado de dinero y tráfico de armas, crímenes y atentados no resueltos, perdones y encubrimientos a los militares de la dictadura y, otra vez, una economía prendida con alfileres, Menem fracasó en 1999 en su intento por reelegirse para un tercer periodo Para sustituirlo llegó Fernando de la Rúa, a la cabeza de una alianza integrada por la conservadora Unión Cívica radical y el Frente País Solidario, de centro izquierda Una amalgama heterodoxa que, no obstante, despertó esperanzas de renovación en muchos argentinos Poco duró De poca iniciativa y menos acción, de la Rúa optó prácticamente por continuar con la inercia económica que le había heredado su antecesor Muy pronto, la Alianza se fracturó con la dimisión del vicepresidente del Frepaso, Carlos Chacho Alvarez, por considerar que no se estaba cumpliendo con los compromisos de campaña Luego, en marzo del año pasado, cuando la crisis económica otra vez se agitaba, vino la ruptura en el gabinete, con la designación sucesiva de tres ministros de Economía; el último, Domingo Cavallo Respetado como economista, Cavallo fue precisamente el artífice de la política draconiana del primer periodo menemista Incondicional, primero, entró luego en colisión con el entonces presidente por su protagonismo político, hasta el extremo de lanzar acusaciones contra él, no sólo por corrupción, sino por el tráfico ilegal de armas hacia Croacia Volver al poder le dio protección y fuero El Congreso le otorgó además facultades extraordinarias para tomar decisiones sin consulta previa Y Domingo las tomó; cada vez más duras No llegó ni al año Su intransigencia de mantener a toda costa las variables macroeconómicas, pero, sobre todo, la disminución o suspensión de la ayuda social y la limitación al efectivo en bancos y cajeros automáticos, a 250 dólares semanales, acabó con la paciencia de la población Hasta el estallido conjunto de los sectores populares y las clases medias, que lo obligó primero a renunciar a él y, luego, a de la Rúa Ahora nadie quiere hacerse responsable del desastre al que todos los actores involucrados llevaron, en mayor o menor grado, a la Argentina El FMI y Washington ya se deslindaron, aduciendo que no fueron sus dictados, sino los programas (mal) aplicados por los gobiernos argentinos, los que condujeron a la crisis Se han negado a proporcionar créditos de emergencia y han condicionado cualquier ayuda a que se implementen las mismas políticas (ahora bien, se infiere) de ajuste que tienen en la postración al país Por supuesto que los políticos locales tienen la mayor responsabilidad De entrada, porque aceptaron llevar adelante, durante decenios, una política económica que atentaba contra los intereses de su país Pero la combinación de un modelo capitalista ya de sí depredador, con la irresponsabilidad, la corrupción y aun la criminalidad, resultó letal Y de esto siempre estuvieron al tanto sus patrocinadores externos Y no sólo los dejaron hacer, sino que los solaparon y hasta los apoyaron en extremos tan graves como la violación masiva de derechos humanos Todo en aras de proteger sus intereses O sea, que les compete, por lo menos, el grado de cómplices La tragedia para Argentina es que no cuenta sino con estos mismos actores para levantarse Militares o civiles, radicales o peronistas han demostrado no ser una verdadera opción para el pueblo argentino y todavía no se observan fuerzas alternativas lo suficientemente fuertes para relevarlos Y aun en el lejano caso de que esto ocurriera, la gran interrogante es si las mafias internas, construidas durante tanto tiempo, y los voraces intereses externos las dejarían gobernar con una fórmula diferente Por el momento, la carta de relevo a la mano ha sido la de un peronista de viejo cuño, señalado por corrupción y por posibles vínculos con el narcotráfico Es probable, sin embargo, que Eduardo Duhalde dure más que sus fugaces tres antecesores, porque maneja el fino arte de pactar Paradójicamente, la principal oposición que tendrá que enfrentar será dentro de su partido y, más concretamente, por parte del expresidente, Carlos Menem Así, a corto plazo, lo que se avizora no es la reconstrucción del país, sino una guerra de mafias Argentina puede llorar

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