Tour de Francia: El fantasma de Armstrong y el cinismo en el dopaje

viernes, 28 de junio de 2013 · 21:00
PARÍS (apro).- “Ganar el Tour de Francia sin doparse es imposible”. Esta frase la pronunció Lance Armstrong en una entrevista que publicó el viernes 28 el periódico francés Le Monde. El ciclista que fue suspendido a perpetuidad y desposeído de sus siete Tour de Francia ganados entre 1999 y 2005 no pudo tener mejor idea para arruinar el inicio de la edición 2013 de la mítica carrera. Las reacciones –que fueron del enojo al desaire-- no se hicieron esperar. No era para menos. Armstrong había desaparecido de los medios de comunicación, de las redes sociales y de la propia promoción del Tour de Francia después de que en enero pasado confesó en el programa de televisión de Oprah Winfrey y ante 28 millones de telespectadores en el mundo, que se había dopado para ganar este evento deportivo. Desde entonces el exciclista pasó de ser de leyenda a fantasma. Esa amnesia deliberada estaba motivada por un reto importante: este año, el Tour de Francia celebra su centenario. Este aniversario cargado de simbolismo se inicia este sábado 29 de junio con la salida de la primera de las 21 etapas con que cuenta la tradicional carrera ciclista. Este año, 198 corredores profesionales, repartidos en 22 equipos, van a recorrer el país galo, de la isla mediterránea de Córcega, donde nació Napoleón Bonaparte, hasta la famosa avenida parisina de los Campos Elíseos, el 21 de julio. Serán 3 mil 500 kilómetros a través de Francia, pedaleando un promedio de 160 kilómetros al día. “Sistema mafioso” Para celebrar el aniversario, el director del Tour de Francia, Christian Prudhomme, prometió “paisajes aún más impresionantes y tres etapas de alta montaña suplementarias”, según dijo durante la presentación de esta edición realizada la semana antepasada. Sin embargo, este año el espectáculo no sólo tendrá que estar a la altura del simbólico centenario, sino que también tendrá que disimular la gangrena lenta del dopaje. Y es que, desde 1903, la carrera --interrumpida solamente durante las dos guerras mundiales-- atraviesa su peor crisis: no sólo no desaparecieron los “asuntos”, como se nombra a los escándalos de dopaje en el mundo del ciclismo, sino que “los cadáveres siguen saliendo del armario”. Después de la confesión de Armstrong en enero de 2013, el alemán Jan Ullrich, ganador del Tour de Francia en 1997, confesó en la revista alemana Focus publicada el sábado 22 de junio, que se dopó con la ayuda del doctor español Eufemiano Fuentes, organizador de una amplia red de dopaje internacional. “Casi toda la gente tomaba sustancias dopantes en ese entonces. No tomé nada que los demás no hayan tomado”, se excusó el exlíder de la Deutsche telekom. Más cínica fue la reacción del francés Laurent Jalabert, después de que el 24 de junio se reveló que se había dopado. Este ciclista, que siempre negó haber tomado productos prohibidos, obtuvo resultados positivos de la sustancia EPO (eritropoietina) --una hormona natural que incrementa la producción de glóbulos rojos--- durante el Tour de Francia de 1998, según reveló la comisión de investigación del Senado francés sobre el dopaje. El ciclista, quien se convertiría en conductor de la televisión pública gala, simplemente declaró: “No puedo decir que es verdad, tampoco puedo decir que es falso”. En el documento científico revelado por dicha comisión, y disponible en Internet, los análisis de orina de los ciclistas del Tour de Francia de 1998 muestran que 75% de las 60 muestras daban positivo al EPO. Entonces... ¿todos dopados? “No necesariamente en todas las carreras, pero las que tienen el nivel del Tour de Francia, sí, por lo menos en mi época”, confesó el ciclista estadunidense Tyler Hamilton, excompañero de equipo de Armstrong, al periódico francés Le Nouvel Observateur en el mes de marzo pasado, unas semanas después de la publicación de su libro La carrera secreta. Su relato-terapia, como lo define Hamilton, uno más en la serie de libros-confesiones de deportistas dopados y arrepentidos publicados en Francia en los últimos años, tiene el interés de describir con profundidad el “sistema mafioso” del dopaje en el seno del equipo US Postal: “Teníamos nuestro propio lenguaje: llamábamos a la EPO ‘Edgar’, por Edgar Allan Poe”. “Lance había organizado una estrategia: pagaría a Philippe para que nos siguiera con una moto durante el Tour, transportando un termo lleno de EPO. Cuando necesitábamos a Edgar, Philippe se colaría en medio del tráfico del Tour y nos daría el producto”. El ciclista arrepentido describe también las “bolsas de sangre congelada”, naturalmente enriquecida en glóbulos rojos, y que los ciclistas recuperaban en España para reinyectársela durante el Tour. Conflictos de interés Si las autotransfusiones de sangre siguen siendo indetectables, el uso del EPO, que apareció a principios de los años noventa en los deportes de resistencia, revolucionando los rendimientos con incrementos de 10% a 20%, empezó a ser detectado de manera fiable a partir de 2000, mientras el dopaje sanguíneo y la hormona de crecimiento lo fueron en 2005. Pero los productos dopantes se adaptan y las prácticas también: después del EPO de segunda y tercera generación, del Cera, un EPO aún más eficaz y discreto, o de las microdosis de EPO, los médicos ahora hablan de un nuevo producto: el AICAR, que permitiría disminuir las grasas sin perder músculos y, así, ganar más resistencia. Frente a la velocidad de adaptación al mercado de los productos dopantes, las autoridades antidopajes siguen la carrera con retraso, y su eficacia incluso podría estar afectada por los múltiples conflictos de interés: en efecto, la política antidopaje del ciclismo es organizada por la poderosa Unión Ciclista Internacional (UCI), cuya misión principal es... hacer la promoción del deporte a nivel mundial. Esa contradicción evidente es desmenuzada por Pierre Ballester quien, en su libro Fin de ciclo, autopsia de un sistema corrupto, rebautizó el acrónimo UCI con el nombre “Unión de los Conflictos de Interés”. El periodista de investigación sospecha que el organismo ha conocido e incluso protegido el sistema de dopaje planificado por Lance Armstrong y los mánagers del equipo US Postal, de 1998 a 2005. Una investigación que la propia USADA, la agencia estadunidense de lucha contra el dopaje, publicó en Internet el 10 de octubre pasado, calificó ese sistema de dopaje como “el más sofisticado, profesional y logrado jamás visto en la historia del deporte”. En la citada entrevista con el periódico Le Monde, Armstrong dijo: “Lo siento Travis (Tygart, director de la USADA), no inventé el dopaje. Y no se terminó conmigo. Sólo participé en ese sistema (...) De todos modos, la UCI no quiere ver la creación de una comisión de ‘Verdad y reconciliación’ porque el testimonio que el mundo entero espera haría caer a Pat McQuaid (el director de la UCI), Hein Vergruggen (su predecesor) y toda la institución”. Sacrificados ¿Por qué tanta complicidad? Tyler Hamilton ofreció una respuesta parcial: “Cuando te pillan, te vuelves loco”, escribió el exciclista estadunidense en su libro confesión. “Pasas una carrera entera en medio de una familia, jugando al mismo juego que tus compañeros y, de repente, te encuentras en un mundo de mierda estampillado como dopado. Entonces uno se da cuenta de que nos sacrificaron para que el carrusel siga girando”. Un carrusel de ciclistas pero también de patrocinadores, marcas y de dinero, a través de la famosa caravana publicitaria, que existe desde 1930: una sucesión de carros armados con muñecos y logos gigantes, representando a grandes marcas, distribuyendo regalos a los niños amontonados en las carreteras, y que preceden a los ciclistas en cada etapa del Tour de Francia. Una presencia estratégica para las marcas deseosas de adquirir una fama nacional, ya que el organizador del Tour estima el número de espectadores a lo largo de las carreteras en más de 12 millones. El Tour es un espectáculo rentable, como lo muestra la postura casi-esquizofrénica de la empresa organizadora, ASO, entre denuncias de los peligros del dopaje y minimizaciones. Los organizadores, “después de haber intentado frenar la extensión del dopaje en el Tour de Francia a principios de los años 2000, finalmente privilegiaron sus propios intereses financieros dejando de lado el combate para la respetabilidad del (ciclismo)”, denuncia el periodista Pierre Ballester. Christian Prudhomme, el organizador del Tour de Francia resumía perfectamente esta postura en una entrevista al matutino francés Le Figaro: “Hay que luchar contra el dopaje, pero es imprescindible tener una igualdad de tratamiento entre todos los deportes y entre todos los países”. Una manera educada de decir “váyanse, aquí, no hay nada más que ver”.

Comentarios