Una comunidad judía dividida rememora atentado de 1994 en Argentina

lunes, 21 de julio de 2014 · 20:31
BUENOS AIRES (apro).- La comunidad judía conmemoró el viernes pasado, en dos actos separados, a las víctimas del atentado contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Es la primera ocasión en 20 años que la comunidad judía más numerosa de Latinoamérica exhibe tan abiertamente su división interna. Las 85 víctimas mortales del atentado fueron honradas a la misma hora en dos puntos diferentes de Buenos Aires. “Veinte años. Ni un día de olvido”, fue la consigna del acto organizado por la AMIA, la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y la agrupación Familiares de las Víctimas. El grupo mayoritario de familiares, reunidos en torno de Memoria Activa, realizó su acto bajo la consigna “Nos hace falta memoria. Nos hace falta justicia”. El lugar elegido fue la plaza Lavalle, frente al Palacio de Tribunales. El atentado fue perpetrado el lunes 18 de julio de 1994. A partir del lunes siguiente, Memoria Activa comenzó a elevar su reclamo en esa plaza. Con 85 víctimas mortales y más de 300 heridos, la voladura de la AMIA es el atentado terrorista más cruento de la historia argentina. La posterior trama de encubrimiento enlodó la causa con testigos falsos y destrucción de evidencias. La hipótesis defendida a ultranza por el gobierno del entonces presidente Carlos Menem, las propias organizaciones judías, y el juez interviniente, Juan José Galeano, sostenía que el atentado había sido realizado con un coche-bomba por una célula de Hezbollá apoyada por Irán. El juicio oral, realizado entre 2001 y 2004, no pudo hallar, sin embargo, a algún autor material o intelectual del atentado. La investigación tampoco pudo determinar el uso de un coche-bomba manejado por un conductor suicida y tampoco se pudo precisar quién proveyó y quién armó los explosivos. En 2004 la justicia declaró la nulidad de todo el proceso, y un año después el juez de la causa Juan José Galeano fue destituido y absueltos los 22 imputados. La causa AMIA espera un nuevo juicio sin que haya hasta la fecha detenidos ni condenados, y en la causa paralela por encubrimiento se encuentra procesado el expresidente Carlos Menem. También lo está Rubén Beraja, por entonces titular de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). Además, Beraja está involucrado en una serie de reuniones en las que se decidió el pago de 400 mil dólares a Carlos Telledín –supuesto armador del auto bomba– para que declarara en contra de un grupo de policías bonaerenses y desviara la investigación. Escombros El 18 de julio de 1994, Ana María Czyzewski llegó a la AMIA junto a su hija Paola, y era la primera ocasión en que la joven de 21 años acompañaba a su madre al trabajo. A las 9:53, según pudo reconstruir Ana María Czyzewski más tarde, su hija se encontraba en el segundo piso del edificio, donde había ido a buscar un café. “Yo puse la hoja para mandar el fax y sentimos una explosión –cuenta la mujer a Apro–. Salimos corriendo para el lado de adelante, y nos encontramos con que no existía el edificio en la parte de adelante. Empezamos a gritar ‘Esto es una bomba’, porque el edificio se había seccionado, nosotros veíamos lo que quedaba de la calle de enfrente. Empecé a gritar ‘¡Paola, Paola!’. No tenía forma de acceder al segundo piso porque habían desaparecido las escaleras, había desaparecido todo.” Ana María Czyzewski pudo salir a un patio trasero del edificio. Fue subida hasta el techo con una escalera de rescate y evacuada sobre los escombros. Mientras bajaba hacia la calle supo que ahí debajo podía estar su hija. “Cuando a mí me sacaron, y me tiraron sobre los escombros, había como un… ya no era olor a polvo, había como olor a muerte, olor a sangre, era la sensación que tenía –recuerda–. Y mi marido, Luis, siempre dice que cuando él me vio yo tenía pegado a los labios el polvo, los escombros, tenía los labios negros. Y aparte tenía el pelo lleno de los escombros. Eso fue como una negación: hasta que no enterré a Paola no me lavé la cabeza. Era como que tenía todavía algo de ella”. La hipótesis oficial del atentado hablaba del uso de una camioneta bomba. Desde entonces cada sinagoga, escuela, club o entidad judía en Argentina tiene en su frente pilotes o columnas que previenen de este tipo de ataques. Esta hipótesis supone la presencia de un conductor suicida del grupo Hezbollá apoyado por Irán. El fiscal Alberto Nisman cree que en el atentado cumplió ese rol Ibrahim Hussein Berro, un libanés de 21 años. En 2007 el presidente Néstor Kirchner denunció a Irán en la Asamblea de las Naciones Unidas por su falta de colaboración para esclarecer el atentado. Otras hipótesis Otra pista apunta a funcionarios de nacionalidad siria nombrados por el entonces presidente Carlos Menem, quien también posee dicha ascendencia. “Hubo muchas razones que obligaron a que la pista siria sea ocultada en su totalidad. El gobierno de George Bush padre había realizado una alianza estratégica con Siria, y de hecho este país había integrado el bloque junto a Estados Unidos y Argentina durante la Guerra del Golfo”, dice el periodista y abogado Horacio Lutzky, autor de la investigación Brindando sobre los escombros (Ed. Sudamericana, 2012). En declaraciones a Plural JAI –que las publicó el 29 de julio de 2012–, Lutzky sostiene que Carlos Menem recibió dinero de Siria para la campaña electoral de 1989 y luego le dio el control de la aduana al coronel sirio Ibrahim al Ibrahim y le otorgó la nacionalidad argentina al traficante de armas Monzer Al Kassar. Lutzky habla de la existencia de un “poder paralelo sirio, claramente en cumplimiento de las promesas previas a las elecciones del 89”, traicionadas por Menem en 1991, “debido a advertencias e intimaciones de Estados Unidos con el gobierno israelí detrás”, quedando, sin embargo, “muchos sirios en lugares clave de la seguridad nacional, con una facilidad absoluta para propiciar que se haga el atentado”. El periodista Juan José Salinas, autor del libro AMIA. El atentado (Planeta, 1997), sugiere el uso de explosivos escondidos entre los materiales de construcción con los que se remodelaba el edificio. Cita al testigo Gabriel Villalba, quien sostiene que no hubo camioneta bomba, en cambio sí dos explosiones: la primera adentro del edificio, la segunda en la banqueta, donde había un volquete para retirar los escombros. Salinas sostiene que el ataque fue un ajuste de cuentas entre los miembros de una trama internacional de tráfico de armas y drogas de la que participan los servicios secretos de Israel, Siria, Estados Unidos y Arabia Saudita. Y sostiene que la ejecución estuvo a cargo de miembros de una extensa banda dirigida por altos oficiales de la Policía Federal argentina, que durante la dictadura habían integrado los “grupos de tareas” dedicados a secuestrar, torturar y asesinar a miles de personas. Decadencia La presidenta de Memoria Activa, Adriana Reisfeld, abona la teoría de la camioneta bomba pero cree necesario investigar la pista siria. “También hay que averiguar cuál fue la conexión local, y el encubrimiento posterior –dice a Apro–. Acá hubo casas de seguridad donde se alojaron los terroristas, donde se armó la camioneta, donde se acondicionó y se puso la tierra más los explosivos. Acá hubo gente experta porque fue un éxito. El atentado a la AMIA fue un éxito, aunque nos duela en el alma”. –¿Qué fue para usted el atentado a la AMIA? –En lo personal, lo más horroroso que me pasó, porque falleció mi hermana, más 85 personas más –responde Adriana Resifeld–. Pero el atentado fue una muestra más de que el ser humano está en decadencia: la AMIA era nada más que una mutual. No era una embajada, no era una institución que albergara fines políticos. Mi hermana era asistente social. Era del fatídico cuarto piso donde fallecieron casi todos los que estaban ahí, porque la explosión hizo subir el cuarto piso y volver a bajar. La gente del cuarto piso falleció toda. En mayo de 2014, la justicia argentina declaró inconstitucional un memorándum de entendimiento entre los gobiernos argentino e iraní con el declarado fin de lograr avances en la investigación del atentado. El juez Rodolfo Canicoba Corral debía viajar a Teherán para interrogar a funcionarios iraníes imputados en la causa. El memorándum fallido ahondó todavía más la grieta entre los diferentes sectores de la comunidad judía pues Memoria Activa lo apoyó, mientras la AMIA y la DAIA lo rechazaron. Adriana Reisfeld critica a quienes conducen este órgano de representación política de la comunidad judía. “Ellos lo que quieren es que la causa se cierre –dice–. Ellos quieren que continúe la comunidad y se terminó. Y bueno, algún día se va a saber. Y nosotros no pensamos que algún día: nosotros pensamos que se tiene que saber con todas las consecuencias que esto conlleve”. El recuerdo de las víctimas y el reclamo de justicia están presentes entre los familiares y amigos más allá de las diferencias hacia el interior de la comunidad judía. A Ana María Czyzewski le resulta extraño que su hija lleve ya casi tantos años muerta como los que estuvo viva. Meses atrás encontró una carta que Paola le envió desde Israel durante un viaje que hizo en 1991. “En ese momento se me vino el mundo abajo –dice–. Porque aparte no es solamente lo que te decía sino la letra… ver la letra… Y hoy, 20 años después, ya no estamos peleando por la memoria, estamos peleando por la justicia, que es lo que más te duele, porque cada vez te demuestra que hay más injusticia y más impunidad –dice–. Pero esa es la vida… la vida que estamos viviendo”.

Comentarios