el estilo regiomontano

sábado, 16 de marzo de 2002 · 01:00
MONTERREY, NL -Tal vez la imagen que más haya impresionado a don Porfirio durante los festejos que le tributan los espléndidos regiomontanos, a lo largo de varios días decembrinos de 1898, es una cuyo impacto escénico todavía se comenta en la mesa, mientras anfitriones e invitados están por terminar el lunch: el obsequio de un águila real que la comitiva de recibimiento hace descender, pareciera que a voluntad, desde el arco de conmemoración de la entrada hasta el centro del patio, en la visita que Díaz, Limantour y algunos científicos hacen a los molinos de trigo Jesús María Pero los días anteriores y los que le esperan al mandatario en Monterrey no han sido ni serán indignos de memoria: el orden y el progreso se han manifestado, bajo la batuta enérgica del gobernador Bernardo Reyes, en la precisión de los desfiles cívicos, en la prosperidad y eficiencia de los edificios privados y públicos, en el fasto de los banquetes que preparan en honor del presidente Los artífices de una administración que se presumía refinada y exquisita son recibidos por una comitiva no menos refinada y exquisita o casi Tan malicioso reparo viene de la sospecha de que hay siempre en la recepción que el regiomontano brinda al fuereño algo incompleto, inacabado, como si por ocuparse en atender tanto detalle preliminar olvidara justo lo más importante, sin conseguir la mejor impresión ante una mirada que no dudará en calificarlo, pese a todas sus atenciones, como un provinciano más Así, el esfuerzo de mis buenos paisanos por agradar a sus convidados, desde Porfirio Díaz y Limantour a finales del siglo XIX, hasta Robert Mundell y Fernando Savater en el comienzo del XXI, se antoja una especie de antídoto para neutralizar la hostilidad del clima y la fealdad general de una ciudad signada, para bien o para mal, por el comercio y sus apremios El propio Carlos Fuentes, hoy día un invitado reincidente, escribió con razón un retrato de la urbe tan breve como lapidario: Esta ciudad ensombrecida, ayer y hoy, por un sol que se filtra bárbaramente a través del polvo La ciudad no me inspira confianza; hay en ella demasiada indiferencia hacia su propia fealdad, como si Monterrey estuviese allí por un descuido divino, pasajeramente, mientras su grotesca oligarquía hace dinero y se lo lleva al cielo Sin embargo, hay un gran trecho entre la época en que publica Una familia lejana (1980), cuando Monterrey se limitaba a ser para el laureado novelista el sitio donde radicaba su amigo el gobernador Pedro Zorrilla, rodeado de riquillos con los que aún no le interesaba intimar, y la serie de fechas en los años noventa cuando, al fin, Fuentes se rinde ante el encanto lugareño Pero más allá de la vista de un lugar tan informe y desigual, las manifestaciones deportivas y culturales que ha venido ofreciendo al país y al mundo, dan buena cuenta de la voluntad que se tiene para demostrar que hay aquí no sólo una ciudad erigida sobre una naturaleza ingrata, sino más bien los hombres, capaces como pocos, de levantar de la nada una ciudad que ha llamado progresivamente la atención de propios y extraños Los dones de la geografía, las montañas que custodian el valle y que premian con una especie de prolongado continuum visual a todo iniciado, son apenas un bono extra, la cereza del pastel Lo importante es el hombre y sus creaciones Paradójicamente, para hacerlo notar es necesario echar mano de una costosa parafernalia que convenza de que hay algo humanamente valioso en el modo de ser de los regios, que los absuelve del tópico: su afán material, su frivolidad, su incultura, su intimidación corporativa, su trato rudo y quizá su ingenuidad, hollando como están una ciudad que suele darle la espalda a la ingente pobreza sobre la que se alza Los empresarios patricios, por supuesto, le sacan el mayor provecho a la soberbia escenografía que atrae y conforta al turista, desde la calidad de los servicios en hoteles y restaurantes, pasando por museos de primer orden, como el de Arte Contemporáneo (Marco) y el de Historia Mexicana (MHM), hasta el Parque Fundidora, mezcla de centro recreativo, pulmón cultural y cónclave de negocios En entredicho, el Parque Fundidora Inaugurada en 1900 por un grupo de hombres que apostó por una factoría a gran escala, la empresa que le da nombre al parque, la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, se identificó con el emblema de un elefante gris, como curándose inadvertidamente en salud de la connotación de elefante blanco que el sentido común pudiera darle al proyecto, dada su magnitud inusual Por sus cuantiosas ganancias, al contrario, la empresa distó mucho de ser calificada como un proyecto sin futuro, hasta que a mitad de los setenta el gobierno federal la adquirió para zanjar momentáneamente la bancarrota que se le avecinaba Una década más tarde, en 1986, la indolencia y los excesos de un sindicato corrupto la llevaron a una quiebra aparatosa Lacra que lacera, la sola pertenencia al sindicato les negó a los extrabajadores de Fundidora la posibilidad de hallar empleo en otros lados En los noventa, luego de numerosas irregularidades en lo tocante al remate de activos fijos para desalojar de durmientes, motores o grúas el interior de buena parte de las naves, un plan de aparente interés común comenzó a ganar forma Al Centro Internacional de Negocios (Cintermex), en funciones desde abril de 1991, se le sumaría la franquicia de Plaza Sésamo y de un hotel Holliday Inn, como la construcción de la Cineteca, el Centro de las Artes y un Museo de Sitio de Arqueología Industrial Pese a que el balance entre dependencias privadas y públicas, de esparcimiento y solaz como de finalidad utilitaria, parecía razonable, el Parque Fundidora se ha vuelto en los últimos tiempos en un espacio constantemente cuestionado El gobierno de Fernando Canales Clariond, a fin de cuentas la de un poderoso empresario emergido de las filas del Partido Acción Nacional (PAN), se ha abandonado a un manejo de los asuntos del parque para muchos inadecuado por tratarse de algo que, en apego a la ley, debería rendir beneficios públicos como propiedad del pueblo de Nuevo León Salvo el consabido argumento de que se generan empleos y de que se propicia la derrama económica, el ciudadano común debe pagar su ingreso a las instalaciones de Plaza Sésamo o, mínimo, la cuota del estacionamiento para asistir, sean culturales o comerciales, a los eventos de Cintermex Nada más simbólico: de algún modo, por obra de una extraña justicia poética, el gobierno estatal reintegra a la IP lo que le perteneció en el pasado La inconformidad y la discordia se han agudizado con su incursión en la puesta en marcha, desde hace un año, de la mundialmente conocida Serie Cart en los terrenos de la otrora pujante Fundidora Hasta la fecha, la ciudadanía no ha tenido noticia de cuánto dinero se recaudó el año anterior ni en qué rubro concreto de la gestión canalista deberá aplicarse Sin embargo, a juzgar por el precio que tienen los boletos este año, es evidente que la gran derrama monetaria del arranque de la serie no servirá siquiera para subsidiar a un sinnúmero de habitantes con limitados recursos que, más que nadie, merecen presenciar una carrera celebrada en una propiedad tan pública como una plaza o las aceras y calles por donde deambulan Pero al menos en un evento así, como ocurre con el futbol orgullosamente regio que juegan los dos equipos de casa, hay esa clase de interacción que se da entre los actores y el gran público: los anfitriones abuchean, gritan, se admiran, tornándose a su vez en convidados del espectáculo por el que pagan Otra cosa sucede con la presentación de reuniones de carácter intelectual, como el reciente Segundo Encuentro Letras Libres: Modernizaciones Pendientes, organizado por el historiador Enrique Krauze el 28 de febrero, y la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, organizada por Naciones Unidas del 18 al 22 de marzo Con oportunidad, la escritora Dulce María González hizo notar (El Norte, 23 de febrero) lo inapropiado que era llamar encuentro al evento encabezado por el autor de Biografía del poder cuando no se invitó a nadie del terruño para confrontar su visión personal con las acreditadas opiniones de Robert Mundell, William J Bratton, David Rieff o Leon Wieseltier Por fortuna, para nosotros, uno de los expositores, el especialista en seguridad William J Bratton, hizo unas consideraciones pertinentes sobre el estatus de la violencia en Monterrey de acuerdo con su larga experiencia en el tema Así, su interés por conocer un poco de la dinámica del lugar que lo acogió un par de días, trascendió esa suerte de asamblea de hologramas en la que devienen reuniones como la de Krauze, la excluyente Cátedra Reyes y, con toda seguridad, la próxima Conferencia sobre la Financiación para el Desarrollo, por dar exactamente lo mismo que Umberto Eco, Koffi Annan, Juan Goytisolo o George W Bush, se hagan presentes ?transmitidos no desde miles de kilómetros, sino desde el mismo espacio donde se les ve, pero protegidos bajo el capelo de su cosmopolitismo impermeable? en Monterrey o Singapur, si al cabo sus argumentaciones no tendrán repercusión directa en la vida de los habitantes de la ciudad sede, ya sea con la posibilidad de un diálogo o, al menos, de poder entender lo que dicen los convocados Los cambios exteriores Antonio Machado escribió en su hermoso libro Juan de Mairena una frase que anticipó por más de 20 años la célebre divisa gatopardiana y que muy bien se aplica a ese afán de los regiomontanos de remozar obsesivamente su ciudad, levantando y derribando edificios ?y con ellos la impronta de la historia?, para crearse la ilusión de que le siguen el paso al espíritu de la época: Uno de los medios más eficaces para que las cosas no cambien nunca por dentro es renovarlas ?o removerlas? constantemente por fuera Mientras, en efecto, no haya confrontación, charla, herida, consuelo, entre invitados y anfitriones, tan rumbosos eventos no pasarán de ser meras exhibiciones del talento exterior, incontaminado e incontaminable, en tierra regia, renovada y removida constantemente por fuera para mantenerse incólume por dentro La salvaje y áspera tierra original, erizada de foresta hostil, sobre la cual florece esa monstruosa connurbación que ha expandido a Monterrey más allá de sus límites primeros, por desgracia siempre desordenada y caóticamente Ya que el invitado se deja convidar, él decide si se queda o no más tiempo, si se lleva o deja algo, si agradece o maldice Lo más importante, por ahora, es que sepa por quién fue generosamente atendido Al próspero dueño de la casa sólo le falta trascender la suntuosa escenografía Y, algún día, tal vez, en la amplia biblioteca de su residencia podrá tomar un libro de entre los demás sin que acabe moviendo, en un gag involuntario, una de esas enciclopedias de utilería, hechas de pasta y formadas en una sola pieza, que se usan en los almacenes para dar apariencia de realidad a un mobiliario cerca del que apenas han palpitado la pasión y el pensamiento de los hombres Hugo Valdés Manríquez es nativo de Monterrey Es autor de las novelas The Monterrey News (Grijalbo), Días de nadie (fondo editorial Tierra Adentro), y El crimen de la calle Aramberri y La vocación insular (ediciones Castillo) Ganador del Quinto Certamen Nacional de Literatura Alfonso Reyes por su ensayo El laberinto cuentístico de Sergio Pitol

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