"Ramón Xirau. Hacia el sentido de la presencia", de Mariana Bernárdez

lunes, 19 de julio de 2010 · 01:00

MÉXICO, D.F., 14 de julio (apro).- Egresada a nivel posgrado en lenguas modernas y filosofía, cómo no asociar a Mariana Bernárdez de manera natural con Ramón Xirau, cuyo curso de Filosofía y Poesía que inventó en la UNAM, en los años sesenta, convocaba hasta el cupo límite a cada nueva generación de estudiantes.

Y cómo no identificar a esos estudiantes con Mariana Bernárdez, quien a su vez confiesa haber conocido a Ramón Xirau en las páginas de su Introducción a la Historia de la Filosofía, libro de texto para todos los preparatorianos que aspiraban a un sitio en la Facultad de Filosofía y Letras, donde en esa época los pensadores más comprometidos y preparados de México impartían clases inolvidables.

Al lado de Xirau estaban los transterrados Luis Villoro, Adolfo Sánchez Vázquez, Wenceslao Roses y Eduardo Nicol; los mexicanos Leopoldo Zea, Eli de Gortari, Ricardo Guerra, Abelardo Villegas, y los latinoamericanos Alejandro Rossi (venezolano) y Jorge Luis Balcárcel (guatemalteco).

Esto por la aparición en la Colección El Centauro (Conaculta) del volumen de poco más de 200 páginas que acaba de dar a luz (socráticamente) Bernárdez: Ramón Xirau. Hacia el sentido de la presencia.

Como bien dice el narrador Bernardo Ruiz en la contraportada, aquí Bernárdez "nos descubre los méritos de una de las figuras más emblemáticas de los transterrados".

Que no es poco: El exilio republicano español aportó a México, gracias a ellos (en honor al término perfecto que acuñó para designarlos y designarse el mayor de todos, José Gaos, de una generación anterior), una noción de compromiso intelectual sin la cual la cultura mexicana de la segunda mitad del siglo XX no habría alcanzado la excelencia que alcanzó a nivel, incluso, internacional.

En este libro imprescindible, Mariana Bernárdez desmenuza el sentido de la obra de Xirau, no sólo con base en el estudio de su pensamiento y su poesía, sino del conocimiento directo a través de las entrevistas. Pero dejemos que ella lo cuente en el inicio del prólogo a esta obra que el lector disfrutará sin duda y que se reproduce a continuación en De una apología o los recuerdos sobre un árbol:

 

Todo es memoria.

Un caballo, un puente, una gaviota,

Un pozo de luz perforador de cielos,

Pasan, pasan, barcas del aire barcas,

Una cascada, un vaso, la Venus en el alga

 

“Podría decir que conocí a Ramón Xirau leyendo su Introducción a la historia de la filosofía, memorable su pasaje sobre la muerte del Minotauro como anuncio de la llegada de la filosofía: la razón frente al enigma del laberinto; pero lo cierto fue que en el primer encuentro su voz me conmovió porque se confundía con las estancias de su estudio: la ventana, los árboles, en el esplendor de sus verdes, los libreros ordenados en un desconcierto muy propio, y creo que ello sucedió así porque él no había hablado, tenía un libro en las manos y yo sólo logré mirar con fijeza el árbol.

“Tal suceso refiere la presencia del árbol, pero poco dice sobre la apología que habré de hacer sobre mi memoria, ¿qué he de defender?, ¿lo que se recuerda?, ¿de verdad es lo único que nos queda de la vida que se vive? Y bajo esa desesperación propia de quien no tropieza con respuesta alguna, la vida me mandó hallar a Xirau en sus palabras intermitentes y sus silencios sobrecogedores; desde entonces, ha sido mi Maestro, y hemos compartido, gracias a su generosidad, muchas palabras y momentos; los encuentros han sido para mi entrañables, me han mostrado una dimensión más amplia de lo que es educar en la comprensión y en el diálogo, y he constatado que la amistad es un camino decisivo.

“Xirau es sin duda un hombre multifacético, su labor como maestro y académico se une a la del editor, poeta, traductor y ensayista; quien ha asistido a sus clases, seminarios o conferencias sabe que está frente a una persona que integra diversas herencias culturales. Paz lo llamó hombre-puente, sin duda porque si se sostiene una charla con él se verá cómo platón, San Agustín, Kierkegaard, Mallarmé, Heráclito, Vico… son mencionados mientras reflexiona sobre la simplicidad de la luz de la tarde o evoca con nostalgia el mar y las playas singulares del Mediterráneo. Reyes Heroles lo llama “hombre-institución”, y el siguiente comentario precisa su personalidad:

 “‘Ramón Xirau ha hecho de uno de sus grandes dilemas interiores una travesía pública. Cómo conciliar la convicción cristiana con la racionalidad filosófica. Cómo explicar y explicarse los grandes misterios de la existencia y seguir en un dogma de fe, todo en pleno siglo XXI. Pero su fe es única e intransferible. No hay así asomo de doctrina oficial, sí una declaración unilateral. Curiosamente quizá ha sido esa actitud hacia la vida la que le dio a su pensamiento una gran terrenalidad.

“Para Xirau  la filosofía ha de brindar consolación, aunque el consuelo, hoy día, despierte sospecha. Y como sospechar y consolar son actividades de la vida, el presente trabajo quiere sospechar, para rastrear los trazos de la expresión metafórica o palabra viva, denominada sentido de la presencia; inquietud que se origina en dos entrevistas que se reúnen en el tercer capítulo, la primera de 1993 y la segunda de 1994; ambas, a lo largo de los años, me hicieron rondar la frontera del estar-presencia. Así, aunque parezca extraño, el final es el comienzo de este contar.

“El acercamiento que hago a la obra de Xirau no sistematiza su pensamiento, ni organiza la información para deducir un método, sino que se estudia el desarrollo de una idea cardinal: el sentido de la presencia como un tiempo vivido y vivo, donde es factible la aparición del tiempo lineal, la multiplicidad temporal e incluso el tiempo vertical del instante poético.

“De aquí que se pretenda circunscribir a Xirau dentro de un contexto y aclarar que aunque se le considere dentro de una ‘vertiente, heterodoxa y asistemática, de la fenomenología (se puede decir que propone un) método fenomenológico por cuanto se trata de una vía para la comprensión, para el estado abierto.’ Incluso, propone un método de interpretación, en cuanto que ‘(…) la fenomenología es un método fundamentalmente descriptivo y no supone que deba de existir un único modo de ver. Describir es, ya de por sí, ofrecer un universo metafórico. Ver es ante todo interpretar (…).’ Cabe decir que Xirau en entrevista fija su alejamiento de la fenomenología en sentido estricto, pero no deja reconocer su posibilidad.

“Lo que quisiera subrayar es que el mero describir en Xirau conlleva a reconstruir una visión y, en el proceso, es permisible una aproximación a un método-camino que se extiende en la limpidez de la reflexión y que busca tocar un centro cuya declaración desemboca en el acto creador. Sea el seguimiento de dicha búsqueda la aportación de este trabajo.”

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