Noche de encuentros
MEXICO, DF, 14 de enero (apro).- Estimados lectores: escribo la presente para descargar mi alma por contradicciones que la tienen sumida en angustiosa inquietud, resultado de que en la pasada y oscura noche fui objeto y sujeto de singulares hechos.
En la misma, molesto por el agorero ulular de una lechuza, intenté espantarla sin conseguirlo, al insistir, me encontré con la sorpresa de que la nocturna ave, molesta, me estaba diciendo de que quién era yo para interrumpir su monótono y turbador sonsonete. Repuesto de la sorpresa, le contesté con arrogancia, lo reconozco, que el rey de la creación, por haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios, con un alma inmortal dotada del libre albedrío. El fúnebre pajarraco me respondió, con burlona seriedad, que ella y todos los que consideran irracionales los humanos, también tienen memoria, entendimiento y voluntad que, según la Iglesia, son las potencia del alma, por lo que o bien todo animal tiene mucho de humano, o bien todo humano tiene mucho de animal, por lo que no son tan diferentes y por lo tanto… Indignado, no la dejé terminar, pues la ahuyenté persiguiéndola a pedradas.
Como es natural, este sucedido hizo que una pertinaz duda inquietara mi alma. Mientras descansaba bajo un árbol de la fatiga de mi cuerpo causada por la persecución de la lechuza y atormentaba mi mente con encontrados pensamientos, escuché un vigoroso y desafiante rebuzno. Al poco tiempo tuve ante mis ojos una pareja de burros, macho y hembra. No les diré cómo pude identificarlos, pero ustedes se lo imaginarán. El macho, sin mayor rodeo, me dijo que él era el burro que su dueño había hecho morir de hambre al no poder decidirse entre dos montones de avena que le había puesto a igual distancia, con lo que demostró la imposibilidad de la libertad de la voluntad. Con esto reconocí que se trataba del célebre Asno de Buridán. Antes de que, indignado, pudiera responderle que ese hecho no demostraba más que su estupidez, su compañera, que por lo que dijo pronto comprendí que se trataba de la Burra de Balaam, me atajó diciéndome que no me indignara y me aseguró que, protagonista que fue de un notable suceso, por insólito, asentado en la Biblia, podía asegurarme, avalar lo que yo ya sabía por de ello haber sido instruido: que Dios es todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, lo que significa que Dios sacó de la nada, porque así lo quiso y esa fue su voluntad, las criaturas espirituales y las corporales o materiales, y puesto que las conserva, sabemos que mira por ellas y las gobierna, llevado por su inmenso amor, de modo que nada sucede ni puede suceder, si no es queriéndolo o permitiéndolo Dios, ya que si así no fuere, no sería omnipotente.
Estas palabras de tan ilustres animales no sirvieron más que para sumir a mi mente en una angustiada perplejidad generada por atormentadoras dudas, pues como buen cristiano que soy, mi religión me dice y asegura mi libre albedrío, pues sin él, no seríamos responsables de nuestras acciones.
Sin responsabilidad por nuestra parte, ¿cómo quedaría el dogma del Pecado Original, raíz y fuete de todos los pecados cometidos, que cometen y cometerán las humanas criaturas? Y el infierno, ¿no sería una injusticia detestable cometida por Dios, supremo y justo juez?
Sin el libre albedrío, con el que podemos elegir vivir entre la virtud o en el pecado, Dios, suprema bondad, supremo amor y justo juez ¿podría premiarnos, llevándonos al cielo o castigarnos con los eternos tormentos del infierno a nuestras muertes?
Estos torturadores pensamientos, que llenaban de angustia mi alma, se vieron reforzados con posteriores encuentros con la Justicia, el Becerro de Oro, la Balanza de la Ley y otros más, todos los cuales me llevaron a la espantosa reflexión siguiente: servidor, católico, para no dejar de ser cristiano, tendría que renunciar a mi devoción a la Virgen María y convertirme al protestantismo y admitir que las obras personales no sirven para obtener la salvación eterna, pues la misma únicamente se debe a Dios; y Dios, desde el principio de los tiempos, ya ha elegido quiénes se salvarán y quiénes serán lo condenados.
¡Ay! En que angustiosas situaciones nos ponen las dudas sobre la fe.
En este punto me desperté bañado en sudor…y despierto sigo sudando, pues por experiencia sé lo que pueden hacer los dueños, pues toda la vida es sueño…
Con mi mejor voluntad para todos
SEGISMUNDO
mav
--FIN DE NOTA—