¿Felicitación?

jueves, 20 de enero de 2011 · 01:00

MÉXICO, D.F., 20 de enero (apro).- Afortunados vivientes: los felicito porque, por fin, en ese su tiempo de globalidad y apenas 11 años de haber iniciado el siglo, se puede ver y afirmar que lo han hecho con el pie derecho.

Como si nada, están viviendo sobre ruinas aún humeantes y polvorientas y tienen razón para ello, pues lo hacen sobre las de la muerte de las ideologías y el fin de los absolutos, lo que les ha liberado de no ser esclavos de cualquier convencionalismo determinado, vamos, ni siquiera del político, convencionalismos que apenas hasta ayer arrastraron a nuestra especie a marginaciones y asesinatos; recordemos al respecto a la Inquisición y a los campos de concentración y exterminio.

Caminan sobre las ruinas del fracaso de las utopías, producido por la imposibilidad de poder establecer cualquiera de ellas aquí, en la tierra, lo que les evita que el malgastar sus energías sen quimeras; caminan, repito, sobre las ruinas del ocaso de las revoluciones, que tantas destrucciones y tanto sudor, sangre, lágrimas y muertos les ha costado en el pasado a los humanos, ocaso que les va a poner a salvo de esos horrores; caminan, digo, como lo hacen muchos de sus pensadores, por el sendero del final de la historia, tesis que establece, por demostrada --¿pues no ha mandado el Imperio del Mal, el comunismo, junto con su propuesta de que la lucha de clases era la partera de la historia al museo?--, que las sociedades democráticas, capitalistas y liberales son el último estadio del proceso histórico por asegurar un porvenir uniforme de posibilidades de producción económica, tesis que les va a permitir, si la entienden y la atienden, no desperdiciar su precioso tiempo persiguiendo peregrinos progresismos sin fundamento, por falsos.

Aleluya, ya que esas ruinas, aún humeantes y polvorientas, de muertes, fracasos, ocasos y finales les ha librado de sus nefastos convencionalismos respectivos y les da la oportunidad, la libertad de poderse dedicar a alimentar y robustecer a lo que siempre y en todo momento de su vida más ha interesado y preocupado, interesa y preocupa e interesará y preocupará al ser humano: su propio YO.

Congratúlense por ello, como lo hace el autor de la presente al ser señalado y tenido como uno de los filósofos más importantes de la llamada modernidad por defender y haber sostenido el yo de las personas sobre todas las cosas y haber combatido los errores y los horrores del materialismo, fundamento del ateismo; por haber asegurado que lo que existe, sólo existe en la medida que es percibido por el yo de cada persona, tesis de la que deduce, entre otras cosas, que gracias al yo, consciente de sí mismo y de su individualidad en cada persona, las cosas, los objetos, los hechos y hasta los otros, tienen cualidades por las percepciones que transmiten al yo, al sujeto que entra en contacto con los mismos, o sea que las cosas, objetos, hechos e incluso los otros, no son más que complejos de sensaciones, por lo que puede decirse que no existe ninguna verdad objetiva ni absoluta ni eterna, sino que toda verdad es subjetiva, relativa y cambiante, ya que responde a la realidad siguiente: tantos hombres, tantas verdades como hombres que comulguen con ella, es decir, que sientan y estén de acuerdo con las mismas percepciones.

Como verán, por mi filosofía, soy el padre, espiritual, por supuesto, de muchos de sus filósofos y pensadores que han analizado y analizan su sociedad y las vivencias que en ella se dan, entre los que no faltan los que se han convertido en guías de no pocos de ustedes, los vivientes. Estos filósofos, antropólogos, etnólogos, sociólogos, etcétera, están en las filas de los que ven al mundo como voluntad y representación, entre los seguidores del estructuralismo y entre los partidarios de la llamada deconstrucción, pero todos ellos, de una manera o de otra, a cual más o a cual menos, han contribuido y contribuyen a sostener los principios de mi pensar filosófico.

Como podrá comprobar el que en ello se interese, contados filósofos han tenido y tienen tantos ecos como los conseguidos por su servidor, con eso de hacer del yo del sujeto piedra de toque y a la vez piedra angular de toda construcción social. ¡Ah!, con razón soy piedra de escándalo para todo pensar materialista.

Afortunados vivientes: espero que la presente les recuerde que en estos días, el 20 de enero para ser preciso, se cumplen 258 años de que dejé de respirar en la tierra. Espero que me recuerden. Esta esperanza no la motiva la vanidad, se los aseguro, sino que, como buen cristiano, quiero evitarles que caigan en la ingratitud del olvido.

Con mis mejores deseos.

GEORGE BERKELEY

 

cvb

--FIN DE NOTA—

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