Rehabilitación no inicia en la cárcel, sino en la 'salud social”, dice Papa a reos

miércoles, 17 de febrero de 2016 · 17:47
CIUDAD JUÁREZ, Chih. (apro).- Centrado en el Jubileo de la Misericordia, en su mensaje dirigido a internos del Cereso 3, el Papa Francisco recordó que la reinserción social no comienza en el encarcelamiento sino atendiendo las causas estructurales de la violencia. “La reinserción o rehabilitación –como le llamen–, comienza creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social, es decir, una sociedad que busque no enfermar contaminando las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social. Un sistema de salud social que procure generar una cultura que actúe y busque prevenir aquellas situaciones, aquellos caminos que terminan lastimando y deteriorando el tejido social”, explicó. La reinserción social, enfatizó, comienza insertando a nuestros hijos en las escuelas, a sus familias en trabajos dignos. En el último día de su visita en México, el jerarca católico criticó la falta de procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a una determinada actitud. No se trata, agregó, sólo de encarcelar sino de intervenir las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social. “Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas. Nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra verdadera preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, las de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de violencia”. Jorge Mario Bergoglio dijo que las cárceles son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida, de una sociedad que poco a poco ha ido abandonando a sus hijos. “El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social”, consideró. Según su versión, las cárceles son síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida, de una sociedad que poco a poco ha ido abandonando a sus hijos. “Celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes es repetir esa frase que escuchamos recién tan bien dicha y con tanta fuerza: ‘Cuando me dieron mi sentencia alguien me dijo no te preguntes por qué estás aquí sino para qué y que este para qué nos lleve adelante y este para qué nos haga ir saltando las vallas de ese engaño social que cree que la seguridad y el orden solamente se logra encarcelando (...) para que quede en claro que eso no quiere decir que no haya una posibilidad de escribir una nueva historia, una nueva historia hacia delante, ‘para qué’. “Ustedes sufren el dolor de la caída y ojalá que todos nosotros suframos el dolor de las caídas escondidas y tapadas, sienten el arrepentimiento de sus actos y sé que, en tantos casos, entre grandes limitaciones, buscan rehacer esa vida desde la soledad. Han conocido la fuerza del dolor y del pecado, no se olviden que también tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la misericordia divina que hace nuevas todas las cosas”. El Papa recordó que quien ha sufrido el dolor al máximo y “experimentó el infierno”, puede volverse un profeta en la sociedad. Luego, exhortó a trabajar para que “esta sociedad que usa y tira a la gente no siga cobrándose víctimas”. Al personal penitenciario, autoridades y agentes les habló en otro espacio junto con el personal de pastoral penitenciaria, les pidió “ser signos de la entrañas del Padre (...) siéntase encarcelados con ellos”. La interna Evila Quintana Molina habló a nombre de sus compañeros reclusos y dijo a Francisco que mucha gente ha perdido la esperanza en la rehabilitación de los presos. “La mayoría tenemos la esperanza de la redención y en algunos casos la voluntad de conseguirla (...) su visita quedará grabada en nuestros corazones. Su amable presencia de peregrino nos llena de ilusión y alegría, pues la visita que recibe un interno se convierte en un alimento que nos nutre de fe y esperanza de pronto volver a casa y reencontrarnos con los nuestros”.

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