Tres hombres fueron fusilados al ser confundidos con secuestradores en Veracruz

jueves, 2 de mayo de 2019 · 13:11
VILLAHERMOSA, Tab. (apro).- Pese a la presencia de policías y agentes de la fiscalía veracruzana, tres hombres fueron fusilados por pobladores de Playa Santa, localizada en la zona serrana veracruzana, en los límites con Chiapas, al ser confundidos con secuestradores. El 26 de abril Edgar Gabriel Ramos López, de 26 años, retornó a su casa de Jalapa, Tabasco, procedente de una plataforma marina de Pemex en Ciudad del Carmen, Campeche donde trabajaba y fue recibido por sus tres hijos menores, dos niños y una niña. Ese mismo día, recibió un mensaje en su celular de su primo  Renato Cruz Mil, de 34 años y originario de Las Choapas, Veracruz, conocido como El Brujo por hacer trabajos de “limpia” y sanación, invitándolo a visitar unas cascadas del ejido Playa Santa. Edgar aceptó y avisó a su mamá que iría a visitar a su primo para ir a las cascadas, pero su madre le aconsejó que mejor descansara, no fuera y se quedara con sus hijos. Sin embargo, Edgar estaba decidido y avisó a su familia que llevaría a su amigo taxista Alberto de la Cruz Bocanegra, El Chelo de 31 años, originario también de Jalapa, Tabasco. Su única hermana, Abisail Ramos, contó que finalmente Edgar salió de Jalapa con su amigo Alberto, quien, a la vez, invitó a su novia Estefani Vidal Díaz, joven universitaria de 21 años, de Villahermosa, Tabasco. El sábado llegaron a Las Choapas y comieron en casa de la tía Leonor Mil, mamá del primo Renato, quien también les recomendó no ir Playa Santa por ser un sitio serrano, distante a tres horas en vehículo, y con riesgo de que pudiera pasarles algo. Entusiasmados por conocer las cascadas, el domingo se marcharon hacia ese sitio y la familia no supo más de ellos, hasta que por las noticias se enteraron de la tragedia: Edgar, Alberto y Renato habían sido “fusilados” en esa comunidad por pobladores, al confundirlos con secuestradores. El diario digital “Presencia” de Veracruz, se apersonó en el lugar de los hechos, recogió testimonios de primera mano y reconstruyó la trágica historia de éste triple homicidio de dos tabasqueños (Edgar y Alberto) y un veracruzano (Renato), pese a la presencia de policías y agentes de la fiscalía veracruzana. Los tres salieron de Las Choapas a Playa Santa en dos vehículos, un Volkswagen Golf y un Mazda 3 Sedan con placas de Veracruz y Estado de México, acompañados de Estefani Vidal, la novia del taxista, así como de Bernabé Barradas Méndez y Rodrigo Cruz, primo y hermano de Renato y dos hijos de éste, de dos y 11 años: ocho en total. El viaje tenía doble propósito, disfrutar las cascadas y a la vez realizar trabajos de sanación para la familia en el llamado ojo de agua, uno de los manantiales que alimentan el afluente. Alrededor de las cuatro y media de la tarde llegaron a la comunidad y fueron recibidos por un matrimonio conformado por Adán Díaz y Martha Elena Pérez, conocidos de Renato El Brujo. Se organizaron para subir al cerro donde está el ojo de agua y se decidió que Alberto el taxista y su novia Estefani se quedaran cuidando los vehículos. De alguna manera, contactaron un niño 13 años para que fuera su guía y le darían una gratificación, en lo que estuvieron de acuerdo sus padres y le pusieron como límite una hora específica, pero al no regresar en toda la noche, lo creyeron secuestrado. La mañana del lunes 29, empezó a trascender que unos jóvenes estaban retenidos por habitantes de la comunidad de Playa Santa, acusados de secuestradores y que no los liberarían hasta que llegaran elementos de la Marina o el Ejército, ante frustrados intentos de policías municipales por rescatarlos. De acuerdo al diario digital “Presencia, unos 300 metros antes de llegar al poblado se encontraba el primer retén de hombres con escopetas y machetes, custodiando los dos vehículos en los que llegó Renato y sus siete acompañantes. Las unidades tenían ponchados los neumáticos y el Golf roto el cristal del lado del chofer. El subagente municipal Manolo López Rodríguez era jefe del grupo y sentado sobre una piedra, con una escopeta y dos cartuchos en su puño, ordenó a la prensa: “nada de grabar ni fotografiar” y ofreció relatar a los reporteros lo que estaba ocurriendo si solo tomaban nota escrita. Así, informó que al filo de la medianoche del domingo llegó a su casa su suplente para informarle que una señora estaba desesperada porque no aparecía su hijo, “que los turistas se lo habían llevado y que a lo mejor lo habían secuestrado”. De inmediato, dijo, empezó a vocear que había un niño desaparecido y conminar a “los turistas” que si lo tenían lo entregaran, pero al no haber respuesta, la población comenzó a concentrarse en la plaza. Comenzó la búsqueda del niño y primero capturaron a la pareja que se quedó cuidando los vehículos. A Estefani la metieron a la cárcel de la comunidad y a su novio Alberto lo amarraron a un pilar de concreto. Cerca de las siete de la mañana del lunes, Renato y acompañantes aparecieron, así como el niño supuestamente secuestrado, quien contó que le dieron de comer, lo dejaron dormir y nunca lo tocaron, pero la gente, ya enardecida, argumentaba que el pequeño estaba bajo amenazas y por eso no declaraba en contra de “los turistas”. La gente les empezó a gritar que eran secuestradores y como Renato traía a sus dos hijos menores, no le creyeron que fueran de él y también lo amarraron junto con Edgar, su primo. También encarcelaron a Martha y a su esposo Adán, porque los consideraron cómplices, así como a Bernabé Barradas y Rodrigo Cruz, mientras que los dos menores fueron llevados a la casa ejidal. Alrededor de las cuatro de la tarde, Leonor Mil, mamá de Renato, y su esposa, Miguelina Pérez, arribaron al ejido Playa Santa para, con actas de nacimientos en manos, pretendían demostrar que Renato era padre de los dos menores, pero campesinos armados les impidieron el paso y no pudieron llegar hasta donde estaba amarrado con Edgar Gabriel y Alberto. Consternada, doña Leonor ya no pudo ver a su hijo con vida por última vez y en el mismo taxi que regresó a Las Choapas. En la plaza del poblado, amarrados y con los ojos vendados, los tres hombres suplicaban por sus vidas y negaban que fueran secuestradores. Sin poder entrar, unos 30 policías estatales y municipales, así como agentes de la fiscalía veracruzana, pretendían convencer a quienes bloqueaban el acceso que se los entregaran. Desde la madrugada, había llegado el encargado de la delegación local de Seguridad Pública, Andrés Humberto Segura Barradas, y el director de la Policía Municipal, José Javier Zúñiga Carrasco. Alrededor del mediodía, arribó el director de Gobernación municipal, Romero Flores, en compañía del fiscal regional de la Unidad Integral de Procuración de Justicia, Uriel Moreno Mendoza. A través de un altavoz exhortaban a la población entregar a los detenidos, pero se negaron y exigieron la presencia de la Marina o del Ejército para liberarlos. “Dios padre, no me abandones en este momento, te lo suplico; yo no ando en nada malo, no quiero morir”, rezaba y  lloraba el taxista Alberto de la Cruz, quien había cobrado 500 pesos a su amigo Edgar por llevarlo de Jalapa, Tabasco, hasta Las Choapas. A Edgar Gabriel lo amarraron del cuello y amenazaban con ahorcarlo y quemarlo si no decía la verdad sobre qué hacía en el poblado. “¡Di la verdad!”, le gritaban. El joven no aguantó y se orinó en los pantalones. Rezaba y pedía a Dios que lo ayudara. En cambio, Renato siempre se mantuvo en silencio. Alrededor de las 15:00 horas, llegó a la plaza un primer grupo de personas con armas largas y pistolas. Una hora después arribó otro grupo con rifles de alto poder, hasta sumar más de 100. Entre ellos hablaban y decían, “pues ya, los vamos a reventar de una vez, pero cuiden que nadie grabe. Dónde están los periodistas, que se retiren porque nadie puede grabar”, amenazaron. De repente, “como cañones retumbando entre los enormes cerros sonaron los disparos a lo lejos. Fueron siete detonaciones las que se escucharon”, reseñó el diario digital “Presencia”. “El brujo aún se movía y todavía lo remataron”, relató una mujer que observó la ejecución en la plaza. Los cuerpos de Renato Cruz Mil, Alberto de la Cruz Bocanegra y de Edgar Gabriel Ramos López, quedaron tendidos sobre el piso, con enormes orificios en la cabeza  por disparos de los ‘cuernos de chivo’. Formados como un mini batallón, los hombres armados, presuntos policías comunitarios o autodefensas, abandonaron la plaza. Lo mismo hizo la policía estatal y solo quedó la municipal y personal de la fiscalía para el levantamiento de los tres  cuerpos. Estefani, Bernabé Barrios, Rodrigo Cruz y los dos hijos de Renato fueron liberados y entregados a la policía. En los primeros minutos del martes 30, policías ministeriales llegaron a Las Choapas con cinco detenidos por el triple homicidio, pero no como responsables de los asesinatos, sino acusados del delito de retención de menor. Ellos son Estefani Vidal Díaz, de 21 años, estudiante del quinto semestre de la carrera de Comunicación en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), quien, según su padre, Andrés Vidal Fócil, vio cuando “fusilaron” a su novio y amigos. Rodrigo Cruz Mil, de 18 años, trabajador del campo, hermano de Renato, con domicilio en Nanchital, Veracruz. Bernabé Barrios Méndez, de 57 años de edad, de oficio petrolero y domicilio en Coatzacoalcos, Veracruz. Adán Díaz y su esposa Martha Elena Pérez, de 36 y 33 años, respectivamente con domicilio en el ejido Playa Santa. Los cinco quedaron a disposición de la Subunidad Integral de Procuración de Justicia y hasta el miércoles 1 de mayo permanecían en la cárcel municipal de Las Choapas.

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