La empresa rarámuri Sinibí Jípe vende cubrebocas artesanales a Volaris

jueves, 25 de junio de 2020 · 16:57
CIUDAD DE MÉXCO (apro).- La pandemia del covid-19 no frenó la iniciativa de Marcelina Bustillos y Luisa Fernanda Martínez para salir adelante en su negocio. Ellas fundaron la empresa textil Sinibí Jípe, que en su lengua natal quiere decir “siempre hoy”. Marcelina y Luisa acaban de firmar un contrato comercial con la aerolínea Volaris, para dotarla de cubrebocas hechos a mano y con las características recomendadas por las autoridades sanitarias. La empresa distribuirá las vistosas prendas entre sus pasajeros. “Yo veo que mi gente, rarámuri, sabe coser y sabe hacer muchas cosas también, lo vamos a lograr. Vamos a crecer para tener más empleos”, dice, orgullosa, Marcelina Bustillos. Luisa Fernanda Martínez, promotora del proyecto y enamorada de la cultura rarámuri, se encarga de enumerar las virtudes del cubrebocas: “Cumplen con medidas sanitarias. La tela tiene repelente de fluidos, agua y aceites, es antimicrobiana, antibacteriana, reutilizable y tiene repelente, una especie de filtro”. Ella ideó el concepto de la tienda de ropa con detalles rarámuri que, poco a poco, se ha ido afianzando con el apoyo de un puñado de mujeres rarámuris. La joven empresaria mestiza indica que la vestimenta rarámuri se caracteriza porque está cosida a mano más que por el bordado. Para los indígenas del norte del estado de Chihuahua, el patrimonio intangible es la costura bien hecha, no el bordado como en otras culturas indígenas. Volaris distribuye en sus vuelos nacionales los cubrebocas, con el nombre y la fotografía de cada artesana rarámuri que lo elaboró. Las instrucciones de su uso están traducidas al rarámuri por la licenciada rarámuri, Sewá Morales. La empresa tiene más de un año. En un principio diseñaron sudaderas con detalles rarámuri, pero cuando llegó la pandemia, optaron por fabricar cubrebocas con los colores vivos de la Tarahumara. “Yo no resistía porque no quería hacer algo que ya estaba haciendo todo mundo, pero surge la idea de darle valor agregado con la doble vista, certificado médico. Los cubrebocas nos llevaron a conocer más, incluso tenemos más pedidos de ropa”, relata Martínez. La certificación, explica, ha sido verbal porque ha consultado especialistas que les han dado recomendaciones para su fabricación, como hacerlos con una tela especial que es repelente, tiene filtros, son semidesechables, se pueden lavar unas 50 veces. Cuando Fernanda Martínez le propuso el proyecto, Marcelina Bustillos aceptó sin pensarlo dos veces. “Como era costurera, dije: ‘creo que sí la armamos’. Tenemos más de un año y veo este proyecto creciendo”, dice mientras da el toque final a uno de los cubrebocas para Volaris. Marcelina pasaba por un momento personal difícil cuando le llegó la propuesta, por eso se emociona cuando ve hacia atrás para relatar que ha sido un año de crecimiento, de apoyar a otras mujeres de su etnia para mostrar el valor de su trabajo y de su arte. “Hasta ahorita yo no veo que estemos batallando. Nunca nos imaginamos que íbamos a hacer cubrebocas”, cuenta sin dejar de observar a sus compañeras. Cuando Marcelina se enteró que Volaris les compraría cubrebocas para distribuirlos entre los pasajeros refiere que le dio mucho gusto. “Me dio alegría, estoy bien contenta porque el esfuerzo de cada una de nosotras, las artesanas, Luisa, que se estresa de estar vendiendo para que no nos falte el trabajo también, porque ella ama al rarámuri, y lo ama de corazón”. Antes de dedicarse a coser, Marcelina trabajaba como empleada en una casa. “Me gustó mucho trabajar en casa, hacer la comida, pero ahorita ya casi no me meto a la cocina, me dedico más a esto. Pero a la gente le gusta mi comida”. Incluso, cuenta que la familia con la que laboraba la felicitó por su crecimiento personal. “Me ha ido muy bien gracias a Dios, he aprendido mucho”, se ufana. Marcelina no estaba inicialmente considerada en el proyecto. La candidata era su hermana Cristina, pero como ella tenía trabajo, la mamá de Luisa la invitó. La segunda mujer rarámuri que se incorporó al proyecto fue Lupita Espino Espino. Ella también trabajaba anteriormente en la casa de una familia y decidió cambiarlo por la costura. Desde hace un mes aproximadamente, las mujeres se cambiaron de una colonia de la ciudad de Chihuahua al asentamiento rarámuri, donde viven las artesanas. Ellas son originarias de comunidades de los municipios Guachochi y de Urique, pero migraron hace años a la capital. Luisa Fernanda Martínez tenía 10 años cuando su profesor de música le transmitió la pasión y admiración por cultura rarámuri. Ella es de Chihuahua. “Esto es algo que tiene años en mi cabeza. Desde niña me llamó mucho la atención esa comunidad. Tuve la oportunidad de ver un proceso creativo muy padre: mi profesor de música me mostró el primer libro de notas musicales en rarámuri. Era música de Erasmo Palma que tocaba el chapareque. Mi profesor hablaba con mucha pasión de ellos. Se dio un proceso natural de admiración hacia don Erasmo, a su cultura. Tenía 10 años”. En el año 2012 participó en un encuentro del G20 con otros jóvenes y ahí conoció el concepto de empresa social. “Ahí me nació la idea de juntar lo que más le gusta con mi carrera (Administración de Empresas). Maduró la idea en mi cabeza durante años y el año antepasado decidí iniciar”, relata. Al principio intentó trabajar con una artesana rarámuri, pero ella quería ser independiente y le ha ido muy bien. Luisa Fernanda Martínez continuó con su proyecto, lo postuló para que lo financiaran, pero era difícil que ganara porque no es indígena. En su búsqueda, conoció a Marcelina. “Desde un principio le vio futuro. Yo nada más le platiqué qué quería hacer y ella ya imaginaba lo que tenemos. Ella invitó a Lupita porque ya teníamos pedidos, hicimos 3 o 4 muestras les tomé fotos y comenzamos”. Luisa Fernanda Martínez es la directora de Sinibí Jípe. De inmediato les fue bien y contrataron a otras dos artesanas: Esperancita y Cuquita. Ellas cuatro trabajaron junto con la empresaria para hacer crecer el proyecto. Todas coinciden que ha mejorado su situación. Han tomado cursos en el organismo de gobierno estatal, Fomento y Desarrollo Artesanal del estado de Chihuahua (Fosarch), como un proceso de aprendizaje durante el primer año. El fin era tener claro qué querían como empresa y mejorar la calidad de sus productos. Primero iniciaron con la elaboración de sudaderas, la prenda de ropa más utilizada en Chihuahua durante el invierno, para darle un toque más casual y fresco. Posteriormente le hicieron mangas anchas estilo rarámuri. Han fabricado con gorra y sin gorra. En verano iniciaron con playeras con detalles muy coloridos rarámuri, con camisas y blusas de mezclilla, introdujeron accesorios como diademas, mascadas, bolsas y así nació la línea de ropa Sinibí Jípe. Los productos los venden a través de redes sociales de la empresa y han logrado colocar productos en un hotel de la ciudad de Chihuahua y en el aeropuerto, aunque lo que más les conviene es la venta directa. Cada una gana de acuerdo con lo que produce. El resto del equipo son: Soledad Moreno, Candelaria Moreno, María Guadalupe Holguín, María Francisca González Cruz, Rosa Rojas y Josefina Corral. Sus nombres van impresos en cada prenda de ropa que crean.

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