Política

Los primeros dos años de un quinquenio

Abrigo esperanzas de que nuestro presidente tenga alguna carta escondida y que con ella nos sorprenda para bien. Más nos vale que así sea.
martes, 8 de diciembre de 2020 · 18:32

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Los años pasan muy rápido. “Se van como agua”, decían los viejos. AMLO ya cumplió dos años como presidente de la República. Quién iba a creerlo. Para tranquilidad de muchos sólo le restan tres años y 10 meses.

Desde el gobierno de Lázaro Cárdenas hasta el de Enrique Peña Nieto hubo auténticos sexenios; los presidentes duraron exactamente seis años. El de AMLO, por dos meses, no lo será. Debe entregar el poder el 1 de octubre de 2024. Así lo dispone el artículo­ 83 constitucional.

Dice el dicho: “Para muestra basta un botón”; en el caso hay dos: los años transcurridos. Tratándose de los negocios públicos, no son suficientes para valorar la actuación de sus responsables; ese es el caso de la actual administración pública federal.

Me había prometido no volver a criticar a la actual administración. Finalmente, durante algún tiempo –16 años para ser exacto–, fui partidario de AMLO. Creí en su programa político, sobre todo en la parte que tenía que ver con el combate a la corrupción. Su discurso de toma de protesta me entusiasmó. Me dije: es lo que necesitamos.

Me gustó la figura de la escoba y de la barrida. Aparte de lógica, era gráfica; casi llegaba a ser didáctica. Nunca pensé que el uso de la escoba, en lo relativo a la justicia, iba a depender de una consulta a la ciudadanía ni que la actuación de un ente autónomo, como lo es la Fiscalía General, dependiera del resultado de ella.

Estuve seguro de que AMLO no nos fallaría. Luchó tanto para llegar a la Presidencia que lo tomé como un apóstol de la democracia. A estas alturas del partido ya no estoy tan seguro.

Aún abrigo la esperanza de que rectifique, combata la corrupción, administre bien el patrimonio público y maneje en forma adecuada los negocios del Estado que están a su cuidado.

La actual administración tiene puntos débiles; alguien dirá que lo son todos. Se habla de un fracaso generalizado; que en las secretarías se nota un desempeño que va de mal a desastroso. No tengo elementos para hacer una afirmación tan general, pero sí para elogiar algunos aspectos. La aprobación que aún recibe AMLO de la ciudadanía es un mentís a las críticas. Por más que no se quiera admitir, se salvaban: el manejo de los asuntos exteriores, los de Hacienda y Marina. La esperanza me impide reconocer un fracaso total.

Un candidato que afirmaba ser civilista y que nos prometió meter al Ejército a sus cuarteles no lo hizo; lo sacó con dos presentaciones, dos uniformes: el verde oliva y el de la Guardia Nacional. Dentro de ambos únicamente hay soldados. En violación del artículo 129 constitucional, AMLO ha militarizado el país. Ha puesto el destino político y económico de los mexicanos en manos de la Secretaría de la Defensa Nacional. Los marinos, aunque sujetos a una disciplina, han demostrado ser diferentes.

La seguridad pública anda mal; algunos afirman que es un fracaso total. Nunca la delincuencia había gozado de tantas libertades y garantías; sólo falta que a los capos se les incorpore en los artículos 110 y 111 y que formalmente se les confiera inmunidad.

La actual administración jugó parte de su prestigio, nacional e internacional, al gestionar la liberación y regreso del general Salvador Cienfuegos. Ahora que está en el territorio nacional, sabemos que, por más pruebas que haya aportado la policía estadunidense y por más indicios que pudieran existir, no será juzgado; el fiscal general de la República no lo investigará y tampoco lo hará el fiscal militar. A su regreso no fue recluido en ninguno de los centros penitenciarios que tiene la federación; tampoco se le fijó su domicilio como lugar de resguardo. En el caso, lo obsequioso de las autoridades con el general repatriado, rayó en el ridículo.

En cuanto a obra pública y adquisiciones, la actual administración ha violado el artículo 134 constitucional; éste establece una regla general:

“Las adquisiciones, arrendamientos y enajenaciones de todo tipo de bienes, prestaciones de servicios de cualquier naturaleza y la contratación de obras que realicen, se adjudicarán o llevarán a cabo a través de licitaciones públicas mediante convocatoria pública para que libremente se presenten proposiciones solventes en sobre cerrado, que será abierto públicamente, a fin de asegurar al Estado las mejores condiciones en cuanto a precio, calidad, financiamiento, oportunidad y demás circunstancias pertinentes.”

La obra pública se adjudica, sin mediar concurso, preferentemente al ejército y a los amigos de la Cuarta Transformación; se hace en violación de ese precepto, en contra de la prohibición absoluta y en perjuicio de los mexicanos. Es una práctica generalizada que a base de repetirse se ha convertido en norma.

Otra promesa presidencial incumplida es lo relativo al traslado de las secretarías y entes paraestatales a provincia. No tienen para cuando hacerlo; no hay recursos para intentarlo ni voluntad para llevarlo a cabo. No se ha vuelto a hablar del tema.

La actual administración ignora que el ejercicio del poder es temporal; hace planes para muchos años. Acabó con instituciones que costó mucho tiempo crear y consolidar: fideicomisos públicos, seguro popular, sistema de abasto de medicinas. Echó al basurero la inversión cuantiosa hecha para levantar el nuevo aeropuerto. El pretexto: el combate a la corrupción. Se muestra incapaz para combatirla, pero tiene talento, y mucho, para destruir.

Ha intentado cambiar todo. Dentro de tres años y diez meses, los que sobrevivan a la actual administración podrán decir que el sexenio se acabó como el tamal de pueblo: “A puras pruebitas”.

México volvió a ser el campo de experimentación de programas políticos y económicos arcaicos, que demostraron ser obstáculo para un desarrollo moderno y funcional. En el mundo hay pesimismo respecto del futuro del crudo; en los países árabes productores de petróleo se comienza a notar la falta de liquidez y exceso de materia prima. Exxon, una de las mayores compañías productoras de petróleo, muestra pesimismo respecto de su futuro. Las grandes compañías petroleras pierden valor frente al avance de las energías limpias. Las nuevas formas de producir energía y los automóviles eléctricos o híbridos han hecho obsoletas las refinerías. A pesar de ello AMLO está apostando buena parte de los recursos públicos a construir una. ¿Tendrá valor para reconocer que está tirando nuestro dinero a la basura? ¿Dejará de ahorrar centavos para gastar pesos?

Se pide a los trabajadores de Pemex que voluntariamente regresen las prestaciones que recibieron en la mitad del presente año. Si algunos de ellos lo hacen, ¿cuánto pudiera recuperar la hacienda pública? ¿1 millón, 2 millones de pesos? Alguien dirá: es buen dinero. Pero ¿cuánto dinero público se va a gastar en la encuesta absurda e innecesaria aprobada para enjuiciar la actuación de los expresidentes? Se ha calculado que serían aproximadamente mil 400 millones de pesos. Esto, en mi tierra, se llama tirar el dinero. No sé cómo le llamen a esa acción en Tabasco.

Le “debemos” a AMLO un favor: haber llegado vivo al 1 de diciembre de 2020. Tuvimos suerte. De habernos faltado, por renuncia al cargo por sí o por verse forzado a hacerlo por el resultado de una encuesta, u otra causal, la nación habría tenido que gastar miles de millones de pesos para organizar y celebrar una nueva elección presidencial.

De conformidad con el sistema de sustitución previsto en el artículo 84 constitucional, si a partir del 1 de diciembre el presidente en funciones falta, es el Congreso de la Unión el que, con la presencia de cuando menos las dos terceras partes del número total de los miembros de cada cámara, se constituye en colegio electoral; por mayoría absoluta tiene facultad para designar a un presidente, al que denomina sustituto, que se encargaría de concluir el periodo.

La actual administración todavía tiene un buen lapso para intentar acciones razonables y adecuadas. Muchas o pocas, no lo sé.

Abrigo esperanzas de que nuestro presidente tenga alguna carta escondida y que con ella nos sorprenda para bien. Más nos vale que así sea. En las actuales circunstancias México necesita un líder en quien confiar, que nos una a todos sin importar ideologías; que nos dirija. AMLO es un presidente que llegó al cargo sin cuestionamientos; fue legalmente electo. Si nos une y gobierna para todos, a no dudarlo, lo aclamaríamos como un prócer y salvador de la patria.

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