Elecciones EU 2020

La "interferencia electoral" durante los recientes comicios presidenciales en Estados Unidos

El informe de la Oficina del director de Inteligencia Nacional de EU omite evaluar el desempeño observado por las principales plataformas y redes sociodigitales durante los recientes comicios.
miércoles, 17 de marzo de 2021 · 22:56

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La Oficina del director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos publicó el martes 16 de marzo un informe desclasificado que describe los hallazgos de las principales agencias de seguridad e inteligencia estadunidense (CIA, NSA, FBI y DHS) sobre las acciones emprendidas en materia de interferencia electoral por actores extranjeros, durante el desarrollo de la quincuagésimo novena elección presidencial en la Unión Americana, celebrada el 3 de noviembre de 2020.

De acuerdo con Andy Greenberg, destacado experto en temas de ciberseguridad y columnista en la revista Wired, “las elecciones de 2020 se vieron afectadas por operaciones de intromisión, trolling y desinformación similares a las registradas en 2016, pero no los intentos directos de piratear la infraestructura electoral o las campañas políticas en sí”.

En las elecciones presidenciales celebradas el 8 de noviembre de 2016, que llevaron a la presidencia de Estados Unidos a Donald Trump, candidato del Partido Republicano, la agencia de inteligencia militar GRU, de Rusia, consiguió hackear algunos de los servidores del Comité Nacional del Partido Demócrata, particularmente los destinados a resguardar información de la campaña presidencial de Hillary Clinton.

De la información que fue extraída por los hackers rusos se desprendió la filtración a los medios informativos de algunos comprometedores correos electrónicos de la candidata del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Fue un duro revés para ella.

Además de los hackers rusos, en esos comicios intervinieron muchos actores dedicados a influir en el desarrollo del proceso electoral, desde organizaciones mediáticas sin ánimo de lucro, como Wikileaks, que publican a través de su sitio web “informes anónimos y documentos filtrados con contenido sensible en materia de interés público, preservando el anonimato de sus fuentes”, hasta efectivamente algunos gobiernos que no precisamente simpatizan con la política de Estados Unidos.

El repertorio de maniobras emprendidas comprendió desde operaciones de hackers, filtraciones a los medios informativos, proliferación de noticias falsas (fakenews), correos electrónicos destinados a la intimidación de grupos de votantes, hasta campañas de propaganda sucia a través de las principales redes sociodigitales.

Sin embargo, es posible afirmar que más allá de las acciones emprendidas por determinados gobiernos y de algunas organizaciones contrarias a la política estadunidense, el trabajo realizado por las principales plataformas y redes sociodigitales como Facebook, Twitter, Snapchat y Google, así como la firma Cambridge Analytica (CA), contribuyeron a inclinar la balanza a favor de Donald Trump en 2016.

A través de Facebook, y sin el consentimiento de los usuarios de esa red sociodigital, el doctor Aleksandr Kogan, profesor de la Universidad de Cambridge, relacionado con el gobierno ruso, acostumbraba recopilar información de los usuarios de Facebook para utilizarla en el desarrollo de campañas electorales, como la campaña presidencial de Donald Trump.

El principal accionista de CA era Robert Leroy Mercer, un millonario estadunidense, administrador de fondos de cobertura y uno de los primeros investigadores y desarrolladores de inteligencia artificial. Tras el escándalo Facebook-Cambridge Analytica, designado por algunos medios como el Datagate, CA dejó de operar.

Solo a través de CA, refiere Brittany Kaiser, autora del libro La dictadura de los datos, quien 2016 laboraba en CA, la campaña de Trump gastó cien millones de dólares en publicidad digital, principalmente en Facebook.

Empleados de esa red sociodigital mostraron al equipo de campaña de Trump cómo agregar personas semejantes, crear audiencias personalizadas, e implementar los llamados anuncios oscuros, contenido que sólo determinadas personas podían ver en sus redes sociales. Además, un producto de Facebook permitía incrustar múltiples videos en un solo anuncio. Con un anuncio como ese --refiere Kaiser-- “se había producido un incremento de 3.9% en intención de votar a Trump, además de una disminución de 4.9% en intención de votar por Hillary”.

Twitter ofreció al equipo de Trump el producto Conversational Ads, que mostraba listas desplegables de hashtags sugeridos. “Una vez que se daba click en ellos automáticamente retuiteaban el anuncio junto con el hashtag, asegurando que los tuits de la campaña de Trump cobraran más fuerza que los de Hillary”.

Snapchat sumó WebView Ads, un producto que incorporó un componente de captura de datos que pedía a los usuarios registrarse como seguidores de la campaña “permitiendo que la campaña siguiese almacenando datos y aumentando su público objetivo”.  Snapchat además ofreció al equipo de Trump el producto Direct Response, “que se focalizaba en personas jóvenes que pasaban todo el tiempo online”.

Google también colaboró con la campaña de Trump al facilitar los términos de búsqueda para controlar las primeras visualizaciones de los usuarios interesados en informarse sobre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos.

No sin cierta arrogancia Kaiser concluye: “los empleados de Cambridge sentíamos que los intentos de los rusos habían sido inventados por aquellos incapaces de aceptar la aplastante derrota de Hillary (…) Era Cambridge Analytica y no un gobierno extranjero, la que había asegurado la presidencia de Trump”.

Para el desarrollo de las elecciones presidenciales en 2020, los servicios de inteligencia del gobierno estadunidense se prepararon mejor, y con mucha anticipación se dedicaron a rastrear al mayor número posible de actores extranjeros dispuestos a influir en los comicios presidenciales, destacando grupos de hackers en Rusia, Irán, Cuba, Venezuela e incluso el grupo extremista islámico Hezbolá de Líbano.

El referido informe destaca el apoyo que el gobierno ruso dio al presidente Donald Trump para su reelección, el cual comprendió publicaciones en redes sociodigitales, granjas de trolls, operaciones que proporcionaban información a personas directamente vinculadas con la administración del presidente Trump.

En cambio, Irán trabajó contra la reelección del presidente Trump a través de campañas en redes sociodigitales, correos electrónicos con noticias falsas, así como amenazas diseñadas para incriminar al grupo supremacista blanco Proud Boys, simpatizantes del republicano, pero sin apoyar directamente a Joe Biden, candidato del Partido Demócrata.

El informe confirma que GRU intentó hackear Burisma, la compañía de gas ucraniana en la que Hunter Biden, hijo de Joe Biden, figuró como miembro de la junta directiva.

Asimismo, se afirma que Rusia desplegó algunos agentes, como el consultor político Konstantin Kilimnik y Andrei Derkach, miembro del parlamento ucraniano, para aproximarse al círculo más próximo a Trump, así como relacionarse con algunos de los principales medios estadunidenses. El objetivo era dañar las relaciones de Estados Unidos con Ucrania, insinuando que la familia Biden estaba asociada con la corrupción ucraniana.

China consideró interferir en las elecciones en la Unión Americana, pero concluyó que no valía la pena afectar más su relación con Estados Unidos.

El informe de la Oficina de Inteligencia Nacional aprueba los esfuerzos realizados por las agencias de seguridad e inteligencia estadunidense (CIA, NSA, FBI y DHS) para impedir y limitar las repercusiones de las acciones realizadas en materia de interferencia electoral durante las recientes elecciones en la Unión Americana.

Sin embargo, me parece que el informe omite evaluar el desempeño observado por las principales plataformas y redes sociodigitales durante los recientes comicios.

Al parecer el presidente Trump cometió un grave error al promover o permitir las demandas federales contra Google por haber incurrido en prácticas monopólicas que limitan la innovación y la competencia. La señal fue muy negativa para Sillicon Valley. En esta ocasión las grandes compañías big tech decidieron dejarlo solo.

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