México exporta su guerra

martes, 19 de abril de 2011 · 01:00

El gobierno costarricense enfrenta una situación inédita: el país que tenía los índices más bajos de criminalidad y violencia de pronto se ve inundado de tiroteos entre mafias, ejecuciones con cuernos de chivo, decapitados... igual que en Guerrero o Tamaulipas. Es la firma del narcotráfico mexicano, que ya sentó sus reales en Costa Rica, punto estratégico del trasiego de estupefacientes entre el sur y el norte del continente. Y en lo que atañe a los mecanismos de cooperación binacional para hacer frente al problema, las autoridades de la nación centroamericana se quejan: “Los mexicanos ofrecen todo y a la mera hora no cumplen”.

SAN JOSÉ, Costa Rica, 19 de abril (apro).- Los tentáculos de los cárteles mexicanos del narcotráfico ya están metidos en varios países de Centroamérica, donde controlan de manera férrea el tráfico de drogas. Los gobiernos centroamericanos se preparan a enfrentar lo que llaman “una avasallante violencia como la que se vive en México”.

Las autoridades de Costa Rica aseguran que los países líderes del continente en el tráfico de drogas son Colombia y México: el primero mantiene su hegemonía en el suministro de cocaína, en tanto que los cárteles mexicanos dominan el transporte y se infiltran en instituciones de seguridad gracias a lo que saben hacer mejor: corromper y matar.

“Centroamérica está entre el yunque y el martillo; es decir entre Colombia y México, y eso es sumamente peligroso. Los efectos de la guerra en México ya nos impactaron: hasta nuestro país llegan los sicarios mexicanos a ejecutar a narcos costarricenses”, asegura a Proceso José María Tijerino Pacheco, ministro de Gobernación, Policía y Seguridad Pública de Costa Rica.

De acuerdo con Jorge Chavarría, fiscal general de Costa Rica, “la ingobernabilidad que vive México y la violencia del narco ya fueron exportadas a este país. Estamos viendo lo que no veíamos antes: ejecuciones, tiroteos y mucha plata del narcotráfico que se lava en la compra de tierras y bienes inmuebles”. 

Con base en informes de inteligencia de la policía costarricense, la lucha que se libra en México contra los cárteles locales los empuja a ampliar sus actividades hacia Centroamérica, donde tienen representantes y dominan el tráfico de drogas junto con los colombianos.

Si bien la presencia del narco mexicano no es nueva en este país –Caro Quintero fue capturado aquí en los ochenta y El Chapo Guzmán lo fue en Guatemala en 1993–, a partir de 2005 el territorio costarricense ya no fue usado sólo como ruta de paso, como antes: ahora es refugio de capos mexicanos que han comprado mansiones y casas de seguridad y tienen redes que llevan la droga de Colombia a Estados Unidos y Europa, sostiene la inteligencia costarricense.

En zonas como Jacob o Limón, por ejemplo, sorprende a las autoridades que “de la noche a la mañana” se hayan desatado las ejecuciones y hayan surgido grandes fortunas cuyos poseedores son, en su mayoría, pescadores o campesinos que no hace mucho apenas eran dueños de una parcela y ahora se ostentan como propietarios de fincas o departamentos tasados en millones de dólares.

También creció el número de personas detenidas hasta con un kilo de cocaína en el estómago y que han tenido que ser intervenidas quirúrgicamente para salvarles la vida. Con la llegada del narco mexicano se ha echado mano de todo tipo de gente para esa labor: jóvenes, embarazadas, ancianos. Al negocio se han metido familias enteras cuya posición económica se proyectó desmesuradamente en poco tiempo.

La sombra de “El Chapo”

El cártel de Sinaloa es reconocido en Costa Rica como el que tiene mayor presencia: dispone de una sólida infraestructura y de amplias redes operativas que llegan hasta Colombia.

Los datos aportados a Proceso por el fiscal Chavarría coinciden con las afirmaciones que el miércoles 6 hizo en Cancún el general Óscar Naranjo Trujillo, director de la Policía Nacional de Colombia: que El Chapo Guzmán y Los Zetas son “los más fuertes” en Colombia. Agregó que el jefe del cártel de Sinaloa está estrechamente ligado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la organización guerrillera que se convirtió en el cártel más poderoso de la nación sudamericana.

Tan fuerte es en Costa Rica el cártel de Sinaloa que Tijerino asegura que la organización ya ordena ejecuciones aquí. Recuerda la más reciente: un muchacho de 23 años le vendió una tonelada de fertilizante haciéndolo pasar por cocaína. Tras descubrirse el engaño, los de Sinaloa enviaron a sus sicarios, localizaron al vendedor y lo ejecutaron. Además se llevaron a su novia, cuyo cadáver fue hallado tres días después.

A su vez Chavarría refiere un hecho que ilustra el grado de infiltración del cártel de Sinaloa en las estructuras de la Fiscalía General: “Aquí, a menos de 20 metros de mi oficina, hace un mes detectamos a un funcionario que les daba información secreta a un cártel colombiano y al de Sinaloa”.

El segundo cártel con mayor presencia en este país es La Familia Michoacana, que también está activo en Honduras, Guatemala y El Salvador.

Surgida en 2005, La Familia Michoacana trafica cocaína y usa las mismas rutas que los sinaloenses, pero buena parte de sus ganancias se lavan en Costa Rica. La Fiscalía General de este país detectó que una ejecutiva del Banco Popular blanqueaba capitales para los de Michoacán.

La tercera organización con mayor actividad en Costa Rica es el cártel del Golfo que, igual que el de Sinaloa, tiene gran presencia en Guatemala, donde también Los Zetas han penetrado a la policía y tienen cooptadas a las autoridades, según diagnósticos realizados por autoridades costarricenses.

Estrategia y geografía

Esta expansión hacia Centroamérica tiene una explicación técnica y operativa, según Chavarría: por pura estrategia y por la posición geográfica privilegiada de Costa Rica, “todos los cárteles mexicanos están aquí”. Esa presencia, que es histórica, hoy está en evolución, y lo peor, asegura, “es que ya se convirtió en una amenaza para nosotros”.

Prosigue: “De acuerdo con la lógica del negocio, para los cárteles mexicanos es más barato comprar droga en Colombia que en Costa Rica, pero Costa Rica es la primera bodega utilizada dentro de la ruta de transporte hacia México. Aquí empieza a tejerse toda la logística del gran trasiego y hay infraestructura y personal que sirve a ese propósito, según hemos detectado en nuestras investigaciones”.

Explica: “A partir de 2005 hemos observado un traslado de la propiedad de las rutas de manos colombianas a mexicanas. Sobre todo las rutas terrestres (...) Las rutas terrestres y aéreas son de los mexicanos. Acá en Costa Rica lo que hemos detectado es a muchos grupos de (narcos) mexicanos que reúnen a 15 o 17 costarricenses para la movilización de la droga. Es decir, el mexicano lo que hace es dirigir, financiar y organizar grupos de costarricenses.

“O bien se organizan, con apoyo de empresas, para enviar la droga en furgones (tractocamiones) o aviones hacia México o Estados Unidos. La vía marítima la explotan los colombianos y hemos detectado que los cargamentos los mandan en buques y los descargan cerca de las costas de Guatemala, donde lanchas o incluso barcos mexicanos recogen la droga.”

Chavarría sostiene que esa nueva dinámica del narcotráfico mexicano –evolucionada a partir de la guerra emprendida por el gobierno– ha elevado el índice de violencia en Costa Rica y en toda Centroamérica:

“Sí hay un incremento de la violencia en toda la región y eso se atribuye al control que ejercen los mexicanos. El cambio es visible porque el estilo colombiano es la utilización de un sicario sin educación que aprende a usar un arma y que pone sus habilidades al servicio de un narcotraficante.

“El estilo de los mexicanos es diferente. (...) Para matar utilizan rifles AK-47, granadas de mano, y son conocidos porque suelen enfrentarse en grupos. Hay poblaciones aquí en Costa Rica, como Guarari, un barrio marginal, donde ha habido inversión estatal para evitar que la gente se enganche con el narcotráfico. En esa comunidad hemos encontrado restos de grupos de narcotraficantes que se han enfrentado entre sí con AK-47 y han provocado muertes masivas.”

El funcionario muestra al reportero la mecánica de los narcos mexicanos para transportar la droga desde Colombia:

“Tenemos siete provincias. La carretera interamericana nuestra, que viene desde Panamá y llega a Guatemala, es la parte más sensible. Diría que es el tramo más ventajoso para que los cárteles mexicanos trasladen la droga en furgones o en camiones grandes. Hemos visto, y esto es bastante frecuente, que la droga va oculta entre mercancía de diversa índole.

“Generalmente llega de Colombia a Costa Rica, luego pasa a Guatemala y ahí concluye un destino. Guatemala es como un segundo centro de acopio y se empieza a redistribuir. Luego pasa a México. Otros cargamentos salen de Venezuela o de Colombia hacia Europa. 

“Esta es una situación bastante crítica que a nivel regional ya preocupa mucho. Por esa razón hace menos de un mes se integró un grupo de fiscales contra el crimen organizado en Centroamérica. No podemos ver el problema del narcotráfico como algo particular de un país; es un fenómeno global y debemos atacarlo en forma conjunta.”

Los ajustes de cuentas de los cárteles mexicanos dispararon la violencia en Costa Rica. El año pasado hubo 498 ejecuciones. Esta escalada se advirtió antes, pero el gobierno no pudo evitarla pues no tiene ejército, sino una policía que, en opinión de Tijerino Pacheco, es confiable pero insuficiente.

–¿Cómo viven ustedes este repunte de la violencia en Costa Rica?

–Con mucha desconfianza y temor. Este nivel de violencia antes era insólito. No estábamos acostumbrados a esto. Nosotros teníamos un promedio de seis a ocho muertos por cada 100 mil habitantes. Era el más bajo de América Latina. Ahora se nos disparó a 13 en las provincias... y con sello del narcotráfico: ejecuciones, decapitaciones y descuartizados. No son robos. Son ajustes de cuentas porque en todos los casos los cuerpos aparecen con sus pertenencias.

La huella del dinero

Conforme aumenta la actividad de narcotráfico en Centroamérica, en Costa Rica también se ha detectado una creciente actividad de lavado de dinero. Uno de los casos más recientes, cuenta Chavarría, es el decomiso en Progreso, Yucatán, de 893 kilos de cocaína que partieron de Caldera, puerto del Pacífico costarricense, ocultos en las panzas de 97 tiburones congelados.

Según las investigaciones, el cargamento fue enviado a un cártel mexicano –el de Sinaloa– por Sigifredo Ceciliano Gamboa, personaje local que hasta antes de ese incidente se codeaba con la crema y nata del empresariado costarricense y tenía contactos políticos.

Las indagatorias indican que los tiburones fueron exportados por una pescadería propiedad de dos personas, un hombre mayor y su hija, quienes están siendo investigados no sólo por esto, sino por lavado de dinero.

La Fiscalía de Costa Rica detectó la semana pasada que la pescadería ha lavado unos 6 millones de dólares del narcotráfico. En el cúmulo de datos que contiene el expediente aparecen varias empresas afincadas en Guadalajara presuntamente relacionadas con el cártel de Sinaloa.

“Otros casos sospechosos son los rastreos de capitales que vienen de México, se invierten en Costa Rica en la compra de fincas, terrenos, hoteles, torres de oficinas y departamentos de lujo”, refiere Chavarría, y agrega que el problema que enfrenta para investigar casos de lavado de dinero es la dificultad para obtener información en otros países, como Panamá, uno de los más boyantes paraísos fiscales.

Chavarría platica a este semanario la experiencia que vivió un colega suyo al investigar un caso de lavado de dinero: 

“Me comentó que le seguía el rastro a unos capitales sospechosos y cuando acudió al banco extranjero”, cuyo nombre omitió, “para investigar, de inmediato el ejecutivo bancario le dijo que la cuenta estaba cancelada. Esta es una forma muy socorrida por los banqueros para proteger a sus clientes, lo que se contrapone con otras políticas encaminadas a detectar fortunas sospechosas y que se basan en que primero se tiene que conocer a los clientes y luego aceptarles el dinero.”

Tijerino Pacheco dice estar sorprendido por la facilidad de muchos costarricenses para amasar cuantiosas fortunas:

“Más que la infiltración del narco en las instituciones, lo que nos preocupa es lo de afuera. Tenemos identificados a algunos capos de la droga pero no hemos podido llegar a ellos. Sí notamos, y esto lo dice cualquier vecino, que proliferan las fortunas que se amasan de la noche a la mañana en la zona más remota del país.

“Por ejemplo, el agricultor fracasado de un día para otro aparece como si se hubiera encontrado una mina de oro y con una pequeña parcela comienza a comprar camiones y ganado o adquiere otra finca.”

–¿Este fenómeno es frecuente? –se le inquiere.

–Cada vez más, por desgracia.

–¿Hay desatención del Estado hacia esas poblaciones o a qué atribuye usted este crecimiento económico tan rápido que muestran esas personas?

–Es dinero fácil. El agro está deprimido en todas partes, pero no necesariamente pensemos en parcelarios, sino en pequeños y medianos propietarios. Hay casos en los que un sastre, por ejemplo, aparece de la noche a la mañana con un carro que no podría pagar a punta de pantalones. También está el abogado, el corredor de bienes raíces, el empresario, todos muestran un gran ingenio para enmascarar estas actividades delictivas.

–¿En qué situación está la cooperación con el gobierno mexicano en materia de delincuencia organizada?

–Hemos trabajado en fortalecerla. Pero me doy cuenta de que los mexicanos son muy buenas personas: ofrecen todo y a la mera hora no cumplen. 

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