MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- La difusión del ritmo de la derrota de la dictadura de Fulgencio Batista dependió de las fotografías de Enrique Meneses: Fidel Castro cruzando a caballo el río Yara. Fidel Castro fumando un puro en la selva. Fidel Castro en la línea de fuego. Fidel Castro y un grupo de barbones planeando la revolución.
Aunque la barba de Meneses en 1958 no era tan prominente, eso le permitió colarse en la Sierra Maestra junto con Castro, Guevara y Cienfuegos. A modo de reto, el editor de Paris Match le dijo: “Muy bien. Dicen que unos barbudos están preparando una revolucioncita. Quizá puedas obtener fotos divertidas”.
Poco a poco la barba volvió elocuente a la revolución cubana en Europa. Meneses se subió a un avión cañero haciéndose pasar por uno de los miles de gallegos que había en Cuba en ese entonces. Con la complicidad de la esposa de Raúl Castro, escondió su cámara en una caja de güisqui y se adentró en las profundidades de la Sierra Maestra.
Después de un mes en la Sierra conviviendo con los barbudos, el material le dio la vuelta al mundo y lo convirtió en el primer periodista que convivió con los revolucionarios cubanos.
Bajo la premisa de que lo importante siempre está lejos, el fotógrafo recorrió África y Medio Oriente. Meneses asociaba al periodismo con una aventura y no como un oficio de escritorio. Fotografió los hechos que determinaron el siglo XXI: Martin Luther King en 1963, Sarajevo en 1993, la guerra del canal del Suez y el entierro del presidente Kennedy.
Su aventura estética también lo llevó a fotografiar a Dalí, Aznavour, Picasso, Segovia, Malraux, Hitchcock, el rey Hussein de Jordania, Mohamed Alí y Bob Dylan.
En una entrevista publicada el 11 de noviembre pasado en El País Semanal, Meneses habló una semana después de salir del hospital:
“La enfermedad es, para mí, una cosa natural. Es un obstáculo. Pero es también la oportunidad de vencer ese obstáculo. Yo he vencido ya dos cánceres. Y si viene un tercero, pues aquí lo espero. El primero fue un cáncer de colon, y el segundo, de pulmón. Pero, oye: tengo 83 años. Es decir, no soy tan egoísta como para querer vivir hasta los 95. No. Me parece excesivo. Si vivo hasta los 95, pues… ¡aleluya! Pero si no, me parecería absolutamente normal. Somos 7.000 millones en este planeta y si no vamos dejando sitio, pues… Además, después de todo lo que he hecho en la vida, ¿qué más puedo hacer?”
El domingo 6 de enero, Meneses murió a los 83 años. Sobre el fotógrafo, el cronista John Lee Anderson publicó en Twitter:
Según el diario El País en su edición digital, Meneses planeaba compilar sus mejores años de fotografías en un libro: “miraba la selección previa de las imágenes, rescatadas de su archivo ambulante, y con una memoria prodigiosa era capaz de recrear todas las circunstancias de cada imagen, todos los nombres de los protagonistas, las fechas exactas de lo sucedido. Así era, activo y lúcido, rebelde y encantador, discreto hasta para despedirse de todos perdiéndose entre la niebla madrileña de un frío 6 de enero”.
El fotógrafo buscaba una imagen para definir su destino. En los retratos de Ana Nance que acompañan la entrevista de Víctor Nuñez Jaime y que publicó El País a modo de homenaje, el día de su muerte, se ve un escritorio atiborrado con varias carpetas de negativos. Sobre su archivo dijo:
“Tengo 15.000 negativos de todo lo que he fotografiado. Si se los dejo a mis hijos, lo más probable es que metan esos negativos en armarios y les van a quitar la vida. Quiero que el dinero que se obtenga con ellos permita cuatro o cinco becas al año para financiar algún proyecto de fotorreportaje”.
La cámara parece conferir invisibilidad a quienes la llevan en el hombro. Los archivos de los fotógrafos siempre contienen elementos esquivos, cenizas fantasmales, y, en el caso que nos ocupa: un pedazo de barba cubana.
CIEN MIRADAS de Enrique Meneses from Rosa Jiménez Cano on Vimeo.