Las confesiones de "El Profesor Jirafales"

sábado, 18 de junio de 2016 · 21:32
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Desde hace un año, Rubén Aguirre, alias El profesor Jirafales, ya presentía su final, según escribió al concluir la autobiografía Después de usted. Las memorias del profesor más querido de América Latina (Editorial Planeta, enero de 2015. 284 páginas). En el epílogo del libro escribió: “A punto de terminar estas memorias, recibí la noticia del fallecimiento de Roberto Gómez Bolaños, mi ejemplo, mi guía y amigo por más de treinta años… Si en alguna parte de este libro puse, ‘sin querer queriendo’, alguna cosa que te pudo haber molestado, te pido perdón, Roberto, esperando vernos allá donde te fuiste para continuar con esta amistad que aquí, en este mundo, me hará falta.” Y culmina el volumen así: “No creas que tardaré mucho en alcanzarte, pues ya ando ‘barbeando las tablas… Y por eso también digo: ‘Chespirito, gracias por siempre’.” Rubén Aguirre Fuentes acababa de cumplir 82 años cuando falleció la madrugada de hoy viernes 17 de junio en Puerto Vallarta, Jalisco, su segundo hogar al final de su vida, donde convalecía enfermo desde hacía largo tiempo. Nació el 15 de junio de 1934 en el barrio de Santa Anita de la ciudad norteña de Saltillo, Coahuila, y comenzó su carrera de actor en Monterrey, Nuevo León, donde también fue locutor taurino. Produjo los programas Aquí está la Chilindrina, Llévatelo y TVO. Obvio decir que será siempre conocido en el continente por su querido personaje de El profesor Jirafales, en la serie televisiva El chavo del Ocho. Encuentro con “Chespirito” Conforme relata en el capítulo “Mi encuentro con Chespirito” en Después de usted, Rubén Aguirre conoció al muy afamado cómico Roberto Gómez Bolaños en la capital mexicana de la manera más casual: “Un buen día, Chespirito llegó a buscar a Sergio Peña, de quien yo era subalterno. Al parecer se le había acabado el trabajo como guionista en Telesistema Mexicano, el acérrimo rival de Televisión Independiente de México… En la época que Roberto Gómez Bolaños nos buscó para trabajar en Canal 8 escribía guiones para Viruta y Capulina (Cómicos y canciones Adams) y quería crecer más. Por esa razón llegó a buscar a Sergio Peña, a quien conocía, y le llevó un libreto. Apenas lo vi me cayó muy bien. Roberto se estaba arriesgando al ir con nosotros, porque antes como ahora no se podía pasar de una televisora a otra sin que hubiera consecuencias. “Sergio Peña leyó de inmediato el libreto que se titulaba El ciudadano y le gustó. Aunque tiempo después Chespirito actuó ese mismo libreto bajo el nombre de Ciudadano Gómez (que era su apellido), en aquel momento el programa era para cualquier cómico que escogiéramos… Fue así que yo mismo fui el productor designado para crear el piloto del programa de Chespirito. (…) “Recuerdo que la actuación de Roberto me había gustado. A partir de ese momento se inició una fuerte amistad entre los dos. Incluso el mismo Chespirito le dice a todo mundo que yo fui su primer compañero de actuación. Y es cierto, porque aquel sketch en 1969 fue su primer proyecto serio. Una vez que fue aprobado, Chespirito comenzó a grabar El ciudadano Gómez, pero no salió al aire en ese momento. En el programa trabajaban Anabel Gutiérrez, Luis Manuel Pelayo e incluso Chava Flores, quien salía en una cárcel con su guitarra y una cobija, en el papel de trovador… pero el programa pasó tanto tiempo guardado que cuando salió al aire, no pasó gran cosa”. “Chespiritodas” y “Supergenios” Cuando salieron de Canal 8, Chespirito viajó a Europa. A su regreso, Aguirre lo recibió en el aeropuerto: --Roberto, de aquí nos vamos al canal. Nos urge que hagas algo para Sábados de la fortuna. Hace mucho que me están pidiendo que haga chistes para ese programa que conduce Neftalí (López Páez). “Apenas dejó las maletas, Chespirito se puso a trabajar. Inventó algo que se llama Chespirotadas. Eran pequeños sketches donde salía él con Evita Muñoz Chachita, Julián de Meriche, Luis Manuel Pelayo y yo. De esa manera, Sábados de la fortuna se interrumpía cada media hora con una Chespirotada… Poco después, a Chespirito se le ocurrió hacer un sketch que se llamaba Los supergenios de la Mesa Cuadrada. “Lo conformábamos El tremendo Juez de la Tremenda Corte, con el nombre de Aníbal de la Mar y Buenrostro (porque era muy feo); Chespirito como el Doctor Chapatín. Ramón Valdés que hacía el papel del ingeniebro Tirado al Anís, por su gusto por las bebidas ‘espirituosas’ y yo como El profesor Jirafales. “Cuando Chespirito me ofreció ese papel en aquel sketch que comenzaba a tener mucho éxito, me puse muy contento. Se trataba de otra chamba de actor que me alejaba de mi principal función como ejecutivo y eso me satisfacía muchísimo (…) “Vestí a ese personaje a partir de la imagen de un viejo profesor de secundaria que tuve en Torreón, donde transcurrió mi infancia. A aquel profesor, que se llamaba Wenceslao Rodríguez, lo apodábamos de cariño Chelayo. A él lo escuché decir ‘ta, ta, ta, ¡tá!’ que me llevó a tantos países del continente. “Claro, Chelayo no lo decía con tal énfasis sino de una manera más elegante. Tampoco se vestía igual al profesor de la Mesa Cuadrada y de El Chavo del Ocho, pero sí pronunciaba esas sílabas cada vez que la chiquillada lo hacíamos rabiar en la escuela Secundaria Venustiano Carranza”. Las glorias de El Chavo En el capítulo “El regreso a Canal 8 y el esplendor de El Chavo”, Rubén Aguirre prosigue sus memorias en el siguiente tenor: “Era tal la consideración de Emilio Azcárraga Milmo hacia Roberto Gómez Bolaños que le extendió un permiso por escrito para que sólo él en todo Televisa pudiera fumar dentro de las instalaciones… En realidad, Roberto Gómez Bolaños fue muy talentoso, no sólo como actor y escritor, sino como creativo… fue muy inteligente y supo observarnos. Siempre tuvo claro para qué servíamos Carlos (Villagrán), Ramón (Valdés), Édgar (Vivar), Angelines (Fernández Terrón), Florinda (Meza), El Chato Padilla, Horacio, María Antonieta (de las Nieves) o yo. Y en eso radicó el éxito del programa: en reunir a un gran equipo. (…) “Por mi parte, hacer el papel de El profesor Jirafales nunca me costó trabajo. No me costó porque soy como él: vanidoso, cursi, romántico y soñador. Yo soy todo lo que es Jirafales. Lo hacía casi sin estudiarlo. (…) “Era tan bueno el ambiente que solía asustar a Chespirito diciéndole antes de salir al escenario: “--Mira, cabrón, ya estoy harto de que siempre me ganes todos los sketches y siempre te salgas con la tuya. Cuando salgamos con El Chapulín Colorado te voy a poner una golpiza para que por una vez al menos se cambien los papeles. Roberto se creía estas bromas y me respondía muy alarmado: “--No, Rubén, tranquilízate. “Yo me moría de risa. De verdad nos llevábamos muy bien. (…) “En Colombia estuvimos a punto de quedarnos por una ley que impedía sacar dólares del país. Yo metí los míos descaradamente en mis botas, pues siempre usé botas vaqueras… Florinda traía el dinero de Roberto, el de Horacio (Bolaños) y el suyo. Y a ella sí la detuvieron… “—Oiga, esos dólares yo los traía desde México –se defendió Roberto. “--¿Y por qué no los declaró cuando entró al país? “Entonces, Chespirito, hábil como era, le argumentó: “—No lo declaré porque ustedes no me dejaron. Había un gentío tal en el aeropuerto cuando llegamos, que una patrulla de la policía tuvo que sacarnos en avión y nos llevó por detrás del aeropuerto… “Y con esto los aplacó porque se los querían quitar. (…) “Con todos los integrantes de la vecindad tuve una gran amistad, pero con Roberto Gómez Bolaños hubo una relación muy especial. Con él podía hablar muy bien de cosas que da la vida y también de libros, de música, de viajes… Con Roberto intercambiaba lecturas. Recuerdo que él me recomendó la serie Los reyes malditos, de Maurice Druon. ‘Lee esto’, me decía, y luego yo le recomendaba otro título: Ahora lee tú este otro’… “Chespirito nos daba el libreto ocho días antes de la grabación, así que aprovechaba las horas muertas en los hoteles donde pasaba el resto de las semanas trabajando en circos con el personaje del profesor Jirafales para repasar una y otra vez… Lo único que no podía controlar por completo eran los movimientos en el set, porque esos los dirigía Roberto. A este  acto se le llama ‘montar la escena’. Es decir, Chespirito nos indicaba por cuál puerta teníamos que llegar y por cuál otra salir. Nos explicaba, por ejemplo, el punto exacto donde nos teníamos que encontrar dos actores, digamos, frente a una mesa de centro… Por eso Chespirito era un artista extraordinario. No sólo escribía y producía, sino que además, nos dirigía y actuaba el papel protagónico. (…)”. Pleitos de vecindad “Roberto nos arropó como director, pero también como protector de nuestros derechos laborales. Eso sucedió desde el primer momento que hicimos el programa en el canal 8. Cuando este tomó fuerza, Chespirito peleó un aumento para nosotros (…) “Durante el terrible temblor de 1985 que se registró en la Ciudad de México, la casa de Raúl El Chato Padilla se cayó y por obvias razones se vio en serios apuros económicos. En esa época yo trabajaba en el Circo del Profesor Jirafales y le dije al empresario: ‘Vamos a traernos al Jaimito el Cartero porque anda en apuros económicos’… “Roberto López Bolaños nos propuso hacer una gira por Estados Unidos en que ninguno de nosotros ganaría un solo centavo para apoyar a Jaimito y comprarle una casa… Eso habla muy bien de lo bondadoso y generoso que es Chespirito, porque con ese dinero El Chato se compró una casa en la calle de Monterrey, en la colonia Roma… “Yo nunca tuve ninguna dificultad con Roberto por usar mi personaje. Trabajé muchos años en circos; hice comerciales y cine, con la imagen de El profesor Jirafales. Roberto siempre fue un hombre muy generoso conmigo y con otros. Lo único que tenía que hacer era avisarle. Decirle personalmente o por teléfono: “--Oye Roberto, voy a hacer una temporada de circo. “--Anda, ve –me respondía sin ningún problema. “Y así hice circo por más de 30 años…” Adiós a El Chavo del Ocho Aquel elenco de actores tan popular en América Latina, Estados Unidos o países como Italia, España y Rusia, enfrentó diversos conflictos que obligaron al rompimiento. Escribe Rubén Aguirre en Después de usted: “Otro aspecto que influyó en la separación del grupo fue la misma Florinda Meza. Era muy celosa de quien se acercaba a Roberto. .. Tal vez temía que la desplazaran, que alguien fuera más cercano a Roberto que ella. “Yo siempre intenté tener un trato amable con ella por mi amistad con Chespirito. Incluso, desde que terminó el programa telefonée a menudo a Roberto. ‘Hola, reina, cómo estás –le decía a Florinda--. ¿Me podrías pasar a Roberto?’. Pero ella casi siempre respondía que Roberto estaba bañándose u ocupado, y entonces ya no insistía… “Yo creo que Roberto nunca se dio cuenta de esta situación porque estaba obnubilado. Para él, Florinda siempre fue la mejor actriz del mundo, la mejor cantante, la mejor escritora, la nonpelustra, perdón, la non plus ultra (“no hay –nadie-- más”)… Hablar mal de ella frente a Roberto habría representado perder su amistad y perderlo todo. Ahora puedo decir que se endiosó con ella. Creo que por honestidad tengo que decirlo: Florinda siempre tuvo ‘gatos en la barriga’, como se dice en el ámbito taurino. Los españoles le dicen ‘mala leche’. Los rancheros, ‘ser caviloso’.” En “El profesionalismo de Roberto Gómez Bolaños”, leemos: “Chespirito solía ser muy crítico consigo mismo y a menudo se recriminaba haber hecho algo mal… Roberto era muy cuidadoso con todo lo que escribía. Aunque siempre nos permitió hacerle sugerencias, la verdad es que nos acostumbramos a que el libreto era su trabajo y no nos metíamos en eso, porque además no había quien le demostrara que estaba malhecho. Con todo, alguna vez escribí para El Chapulín Colorado y a Roberto le gustó… un libreto completo, él le hizo algunas correcciones y lo pasó al aire. Pero como no hice más, no me bajó de ‘flojonazo’. Decía que yo podía hacerlo, pero la verdad es que aunque le escribí a mucha gente, el escritorio y la máquina de escribir nunca me gustaron. “Estaba trabajando en el Circo del Profesor Jirafales por 1995, en Argentina, cuando llegó a buscarme el señor Azócar, empresario chileno, para proponerme trabajar en ese país por un mes completo… Era tan atractivo el contrato que le hablé por teléfono a Roberto Gómez Bolaños para obtener su permiso de no grabar… “—Rubén, puedes faltar a esta grabación y a todas las que quieras de aquí en adelante, porque el programa se acabó. “En México se armó un enorme drama con esa decisión. La reacción de mis compañeros fue de enojo porque consideraban que El Chavo del Ocho todavía tenía mucho que dar, pero yo creo que Roberto hizo muy bien… Creía que era mejor parar porque algunos tenían que pintarse el cabello por las canas,  a otros el maquillaje apenas y les cubría las arrugas. Por eso el programa terminó cuando estaba en su apogeo… “Desde que comenzó El Chavo del Ocho no podía salir a la calle porque provocaba tumultos. A diferencia de los demás, nunca pude pasar inadvertido a causa de mi estatura. Recuerdo que el primer autógrafo que dimos fue en la Ciudad de México. Chespirito me había dicho que tenía una carabina calibre .22 descompuesta. Le comenté que yo conocía a un armero que la podía arreglar… Al salir del establecimiento, cuatro o cinco señoras y señoritas se nos acercaron, nos habían reconocido por Los Supergenios de la Mesa Cuadrada. Y ahí, en plena Avenida Revolución, Roberto y yo dimos un autógrafo por primera vez. (…) “Mucho me preguntan qué me parece la versión animada de El Chavo del Ocho que comenzó a transmitirse en 2006. Debo decir que a mí me hace muy feliz… También me preguntan a menudo qué pienso de cuando Chespirito vendió los derechos del programa y la imagen del Chavo del Ocho. La respuesta es simple: me dio igual porque cuando eso sucedió yo ya no trabajaba… Además, ya todo está hecho. No nos corresponde nada como intérpretes porque la ley señala que se pagará el 10 por ciento de lo que ganábamos originalmente por la primera transmisión. Si la pasan 100 veces, a nosotros, que fuimos los personajes, no nos corresponde nada. Desde mi punto de vista, a nosotros ya nos pagaron por nuestro trabajo...” Rubén Aguirre no creía en la megatrascendencia de su personaje: “No creo que El profesor Jirafales haya dejado un legado a la cultura mexicana o latinoamericana. No me siento tan importante, pero El Chavo del Ocho en su conjunto, sí deja un ejemplo de cómo debe hacerse una televisión graciosa, bonita, limpia y blanca. También sé que en México y en toda América Latina dejamos huella… Eso habla de que la relación de los personajes de la vecindad con la gente es indestructible… “‘Don Rubén, no te mueras nunca’, me decían en Buenos Aires. Especialmente los niños argentinos, que son muy escribidores. En todos los países me daban dos o tres cartas después de la función circense, pero en Argentina era sorprendente que decenas de niños escribían y me hacían llegar su correspondencia. Muchas de ellas las respondí personalmente, otras mi esposa Consuelo… “Al escribir este libro se me nublan los ojos de recordar esas cartas. Los niños enfermos mandaban a sus hermanitos o familiares para que me las dieran. Todas ellas las conservo en mi casa de la Ciudad de México.” Y concluye en “El último acercamiento a Chespirito”: “A Roberto siempre lo consideré un genio, pero sobre todo un gran amigo. Compartimos los mismos intereses. Siempre tendrá todo mi respeto porque fue un caballero, un hombre noble, sano y honesto… La última vez que hablé con Chespirito fue por teléfono. Me enteré que estaba muy enfermo y le hice una llamada. “--Si puedo hacer algo por ti, Roberto, dímelo. Lo hago con mucho gusto. “--Ya lo estás haciendo, Rubén. Con llamarme me estás haciendo un bien. “Si pudiera hablar con él, le diría que me alegra mucho haber podido converger en una idea común: dejar algo en la historia de la comedia, le preguntaría: ‘¿Roberto, ¿sabes qué les dimos a las personas? ¿Qué hicimos nosotros para que generaciones enteras de niños y adultos nos quisieran tanto?’ Le diría que les dimos algo muy simple: nuestro amor a la comedia y nuestra pasión por la actuación. Y sé que valió la pena. Porque la actuación, la comedia la televisión nos unieron a Roberto y a mí para siempre. “Pero sin duda, el cariño fue lo que nos unió más.”

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