Adiós a la maldición del Azul

miércoles, 25 de abril de 2018 · 10:19
Ante su inminente demolición, turistas y aficionados de la Máquina pagan por visitas guiadas para conocer la intimidad del estadio Azul, inmueble en el que jamás vieron campeón a su equipo. En un recorrido realizado por el que aún es el recinto deportivo más antiguo de la Ciudad de México, Proceso conoció el sentir de la afición dolida con su club, pero que, fiel a sus colores, espera que con su destrucción –para dar paso a un hotel y a un centro comercial– también acabe la mala suerte del Cruz Azul, cuya fama ha traspasado las fronteras del país. CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La Virgen de Guadalupe, la Virgen María, San Judas Tadeo y un Niño Dios vestido con el tradicional uniforme del Cruz Azul son la religiosa alineación de un ordenado altar que protege el inmueble y se encuentra en el vestidor del equipo local. En las entrañas del estadio Azul no hay trofeos ni títulos que presumir, pese a que existe espacio de sobra. A escasa distancia del vestidor, que durante 21 años resguardó la intimidad de la escuadra cementera, sobresale una frase grabada con letras negras: “Queremos y vamos a despedirnos del Azul con trofeos”. La consigna refleja claramente los apuros de la directiva ante la escasez de resultados positivos: en más de dos décadas jugando en este recinto el equipo fue incapaz de trascender y mucho menos de levantar un título. A nivel de cancha, lo primero que salta a la vista es la zona técnica (el banquillo del cuerpo técnico y la banca de los jugadores suplentes del equipo anfitrión) que por algunos minutos se convierte en el mayor atractivo para el puñado de visitantes y de los fieles seguidores de Cruz Azul, quienes ocupan un lugar preferente en los asientos o se toman la foto del recuerdo, emulando al actual entrenador del conjunto celeste, Pedro Caixinha, o a uno que otro futbolista. Todo eso ocurre durante la última escala técnica de un recorrido de 25 minutos, denominado “Experiencia Azul”, que por 65 pesos el turista o el aficionado puede disfrutar en el interior del vetusto estadio Azul. Al otro extremo de la cancha se asoma a la distancia el túnel que conecta este inmueble con la monumental Plaza de Toros México que, al igual que el Azul, es parte del patrimonio de Antonio Cosío Pando. Se trata del subterráneo que todos quieren evitar. Entre directivos y personal de mantenimiento se cuenta que en esa zona destinada para la ambulancia y los paramédicos emerge un pequeño fantasma con una pesada sombra. Otros aseguran haber visto la silueta de un hombre de unos 50 años que se esfuma en un abrir y cerrar de ojos; mencionan que las apariciones son frecuentes. Algunos más dicen que también se manifiesta una anciana y unos pocos hablan de que se trata de un hombre vestido de charro. Sin embargo, ninguno de estos espectros es tan temido como El Duende Azul. Quienes conocen su historia atribuyen al geniecillo la causa de las penurias del equipo, también se le responsabiliza de las interminables pugnas entre los hermanos Guillermo y Alfredo Álvarez Cuevas, quienes han manejado los destinados de la Cooperativa La Cruz Azul y también del club. El primero de ellos es el actual presidente del equipo y director general de la cementera. Tan pocas alegrías ha tenido la afición cementera en el estadio de la colonia Noche Buena, que varios de ellos se conforman con celebrar –como si se tratara de la conquista de un título– el día en que su equipo, con gol de Christian Chaco Giménez, frenó la supremacía que el América tenía sobre ellos. En 16 partidos no habían saboreado una victoria contra el conjunto de Coapa. El 3 de octubre de 2010 está marcado como el Día del Cruz Azul en la memoria de los aficionados celestes. En ese partido, el América mostró mayor oficio colectivo; sin embargo, El Chaco rompió con la armonía de juego del rival y en el minuto 52 aprovechó un rebote que impactó desde fuera del área. El disparo raso y potente se fue pegando al poste de Guillermo Ochoa, quien nada pudo hacer para evitar el tropiezo americanista por la mínima diferencia. Mala fama Algo extraño ocurre con este equipo de futbol de la capital del país que su mala imagen traspasa las fronteras en plena despedida de su estadio. En España, Rafael Escrig, vloguero reconocido, no pasó por alto lo que él mismo definió como “la maldición de Cruz Azul”.  En julio de 2017, dijo en su cuenta de YouTube: “¿Para vosotros cuál creéis que es el equipo más desgraciado y el que peor suerte tiene? Entonces, no conocéis la maldición de Cruz Azul, un histórico equipo mexicano que desde 1997 no gana un título de liga, habiendo perdido de las formas más crueles posibles. Todavía así, su afición siempre se mantiene a su lado… Os cuento la triste historia de Cruz Azul, uno de los equipos con peor suerte del mundo. “Siempre que pienso cuál es el equipo con peor suerte en el mundo, siempre me viene a la cabeza la imagen de Cruz Azul, el equipo cementero, el equipo mexicano”, ­reiteró con sarcasmo el youtuber. “Hay que tomar en cuenta que Cruz Azul es uno de los grandes equipos de la historia (del futbol) de México, uno de los clubes con más afición y que tradicionalmente siempre había estado peleando por esos títulos. Desde 1997, cuando Carlos Hermosillo marcó con el rostro ensangrentado un penalti para coronarse campeones, Cruz Azul no ha vuelto a ganar un título de liga”, remató el joven español. Agosto para la reventa Considerado el recinto deportivo más antiguo de la Ciudad de México, el estadio del Cruz Azul fue inaugurado –simultáneamente con la Plaza de Toros México– el 6 de octubre de 1946 con el nombre de Estadio Olímpico de la Ciudad de México sobre el terreno excavado que dejó la Compañía Ladrillera de la Noche Buena. El estadio y el coso son parte del malogrado proyecto del empresario yucateco Neguib Simón Jalife, quien ideó una ciudad deportiva en la que habría un boliche y un frontón. Abrumado por las deudas, Simón Jalife vendió sus inmuebles a Moisés Cosío, abuelo de Antonio Cosío Pando, actual propietario. El estadio fue concebido para la práctica del futbol americano. De hecho, inició sus funciones con un encuentro entre los Pumas de la UNAM y los Aguiluchos del Heroico Colegio Militar. El primer partido de futbol se realizó el 5 de enero de 1947 entre el Veracruz y el Racing de Avellaneda de Argentina. El estadio Azul también fue casa de América y Necaxa. En 1983 se convirtió en la sede del Atlante y el inmueble fue renombrado estadio Azulgrana. Desde el 10 de agosto de 1996 ha sido la cancha del Cruz Azul, donde nunca fue campeón. La inminente mudanza del equipo es pública desde hace meses. La despedida del estadio generó tanta expectativa que desde el lunes 16 los aficionados –o los revendedores de boletos– agotaron las 33 mil entradas disponibles, sin importar el nombre del rival en turno: Morelia. Se trató del partido correspondiente a la penúltima fecha del torneo en el que La Máquina buscaría colarse a la liguilla y que ganó 2-0. [caption id="attachment_531406" align="alignnone" width="702"]El último partido de La Máquina en el estadio Azul. Foto: Hugo Cruz El último partido de La Máquina en el estadio Azul. Foto: Hugo Cruz[/caption] El anunciado adiós movió a los seguidores a realizar actividades fuera de lo común: Abraham Vargas no abrió la talachera que tiene en Tlalnepantla y su sobrino Adrián Vargas no se presentó a laborar el martes 17. Ambos se unieron al puñado de aficionados en busca de capturar las últimas imágenes del inmueble desde sus entrañas, de arriba a abajo. Con los ojos bien abiertos están atentos a la breve descripción que ofrece, paciente, la guía del tour. Ubicado en la colonia Noche Buena, sobre la calle Indiana, a unos pasos de la avenida Insurgentes, rodeado de la Plaza de Toros México y de edificios, el recinto donde Cruz Azul deja gran parte de sus calamidades luce viejo por fuera y lo es también por dentro. En realidad, durante años no ha sido arreglado. Para llegar al vestidor, desde la entrada, se debe descender 90 escalones. Esta área sí luce conservada. Se trata del sitio donde el cuerpo técnico y los jugadores ajustan la estrategia del juego. Pantallas planas de 32 pulgadas, casilleros personalizados de los jugadores que conforman la actual plantilla, una tina de hidromasaje, aparatos para ejercicios y el área de regaderas completan el marco de lo más concurrido por los aficionados. Mientras, afuera del estadio la gente busca impaciente algún boleto, aunque sea en la reventa. En esta ocasión, los precios que el club ofrecía en 250 pesos subieron tres veces su valor en el mercado informal. De regreso, en el interior del Azul los aficionados buscan el mejor ángulo antes de la demolición del estadio, cuna de la palabra “cruzazulear”, término que se empleó, primeramente, para referirse a cuando el Cruz Azul acababa perdiendo los partidos que iba ganando. Después, el apelativo se generalizó a otros equipos y hasta en el ámbito político. En la visita guiada, los aficionados cementeros caminan a paso lento, como si trataran de atrasar el tiempo para disfrutar más de la sensación de ser protagonistas de la historia de este escenario salado. Se les permite tomar fotografías y videos, menos a las imágenes que se transmiten por una pantalla que está en la pequeña sala de prensa, sobre la historia del equipo y de la cementera. En general, son unos 25 metros de profundidad los que separan la calle del césped del estadio. De nuevo, en el aún vestidor del Cruz Azul hay otra frase: “Ganar la liga no es un sueño, es un objetivo”. Butacas para las mujeres La semana pasada se inició la etapa final del Cruz Azul en el estadio Azul, monumento del futbol de la Ciudad de México, que será demolido para construir un hotel y un centro comercial, de acuerdo con los planes de su propietario en sociedad con el empresario Carlos Slim. Aún no hay fecha para su destrucción, aunque versiones en el medio futbolístico apuntan a que podría ocurrir después de las elecciones presidenciales. El estadio, que no cuenta con estacionamientos y genera un gran caos de vial durante los partidos, ocupa una superficie de 15 mil metros cuadrados y su valor comercial, según cálculos de la inmobiliaria Lamudi, es de 271 millones de dólares. En principio, el coso de Insurgentes mantendrá sus operaciones por una cuestión de sentimentalismo, dado que la familia dueña del inmueble tiene sus orígenes en España, cuna de la tauromaquia. En la penúltima fecha de la Liga MX, el sábado 21, Cruz Azul disputó su último partido como local en el estadio Azul. Al día siguiente tuvo lugar la final de la Liga de Futbol Americano profesional (LFA).  De alguna manera, la actividad en el Azul terminó tal como empezó: con un juego de futbol americano. Todavía está pendiente el festejo que realiza la Cooperativa La Cruz Azul a los albañiles. Esta vez, el día de la Santa Cruz se adelantará para el 29 de abril, en vez de celebrarla el 3 de mayo. El conjunto cruzazulino aún no define la fecha de entrega del inmueble, pero su contrato finaliza el 2 de junio. La directiva tampoco le ha puesto fecha a la culminación de los recorridos al interior del coloso, que se realizan desde hace un par de meses a solicitud de la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México, como parte del rostro de la capital del país. La afluencia del público en este tour se incrementó a partir del sábado 14. Ese día llegaron al recorrido 130 personas. Desde entonces, el promedio diario de asistencia ha sido de entre ocho y 15 aficionados. Por lo general, se realizan entre 20 y 25 visitas al inmueble, de lunes a sábado. La directiva del plantel ya está lista para la mudanza. Entre los planes está el desmontar los asientos para reinstalarlos en el Estadio 10 de Diciembre, en la Ciudad Cooperativa Cruz Azul, sede del equipo femenil de la Liga MX. Será después de los comicios federales cuando el equipo retome el proyecto de construcción de su nuevo estadio, para evitar que el asunto sea usado por aspirantes políticos, como pretendieron el exjefe de Gobierno de la Ciudad de México Miguel Ángel Mancera y el director del Instituto del Deporte de la Ciudad de México, Horacio de la Vega. Pero no todo está mal en el Cruz Azul, su afición ha destacado de otras como la más fiel pese a los descalabros de sus jugadores. En octubre último, la directiva reprendió a su entonces entrenador, el español Paco Jémez, por atreverse a decir en público que “Cruz Azul no es un equipo grande”. La sentencia fue dicha por el europeo después de ser goleado 3-0 en su visita a la cancha de Lobos BUAP, conjunto poblano que ya descendió. Luego de levantar la copa en el torneo Verano 97, en la final que se definió en León, Cruz Azul disputó el título de la Copa Libertadores ante el Boca Juniors de Argentina, con la salvedad de que el partido de ida, que perdió 1-0, lo jugó en el estadio Azteca. Aunque superó al club sudamericano en su propia casa, los cementeros perdieron la final en tanda de penales. “Lo peor de Cruz Azul no es que no gane ninguna liga, sino que pierde mucho y la forma en la que pierde”, así resumió Jémez las desgracias del equipo en su fugaz paso por el futbol mexicano. “Pero lo que más me gusta de Cruz Azul es su afición. Entre 2008 y 2013, en pleno apogeo de derrotas, el club logró consolidarse como el tercer equipo con más seguidores en todo México. ¿Qué quiere decir esto?: que por mucho que pierda, por muchas desgracias, por mucho que juegue mal y que tenga mala suerte, Cruz Azul sigue ahí y sigue llenando su estadio y con eso me identifico mucho”, dijo en aquella ocasión. Fieles a los colores “La grandeza del Azul no sólo está en su historia o en sus títulos, sino en la lealtad de su afición”, se lee en una parte del video de cuatro minutos en una pantalla en la sala de conferencias de prensa del inmueble. Y hay mucha razón en eso: Abraham y Adrián Vargas, el tío y el sobrino, forman parte de una familia compuesta por 40 personas. Todos ellos, a excepción de una sobrina, son leales al Cruz Azul. La madre de Abraham es originaria de Ciudad Jasso, Hidalgo, donde se fundó el club el 22 de marzo de 1927. De ahí viene el idilio por el equipo. Adrián Vargas, El Ivo, lleva 12 años ininterrumpidos asistiendo al Estadio Azul, dice que viene desde que Gerardo Torrado debutó con La Máquina en 2006. En aquella ocasión anotó dos goles que le dieron la victoria a su equipo sobre Monterrey. “Nosotros no venimos por los jugadores, sino por los colores, por la institución. En el club hay jugadores que ni ganas le echan, que no se parten el alma ni le ponen huevos… hay jugadores que sólo vienen por el sueldo.” Uno de esos jugadores cuestionados es Carlos El Gullit Peña, quien el lunes 16, tras acabar el entrenamiento, fue captado comprando un paquete de cervezas. “¿Entonces, a qué va a entrenar? Que se tome una cerveza, pero al menos que juegue bien”, reclama Abraham, quien al igual que su sobrino lleva tatuado los colores del Cruz Azul. Abraham dice que los mejores momentos de La Máquina “no están en el estadio Azul. La mayoría de sus logros fueron en el Azteca”, el coloso de Santa Úrsula que volverá a ser su casa hasta que tengan estadio propio. Este reportaje se publicó el 22 de abril de 2018 en la edición 2164 de la revista Proceso.

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