Redes Sociales

Paradojas de la pandemia: Cuando la vida real escapó al algoritmo de las redes

Fuera de todo cálculo de las grandes empresas tecnológicas –que se frotaban las manos pensando que el confinamiento provocado por el covid recrudecería la dependencia a las redes sociales–, se desarrolló el fenómeno techlash: aversión a la tecnología moderna y a las big tech.
domingo, 7 de noviembre de 2021 · 12:22

Fuera de todo cálculo de las grandes empresas tecnológicas –que se frotaban las manos pensando que el confinamiento provocado por el covid recrudecería la dependencia a las redes sociales–, se desarrolló el fenómeno techlash: aversión a la tecnología moderna y a las big tech. En lugar de amar a Facebook, Twitter y otras aplicaciones y plataformas, millones de usuarios se saturaron, disparando su ira e indignación; ello se ha transformado en un fenómeno social de resistencia, dice a Proceso Shoshana Zuboff, filósofa estadunidense y profesora emérita de la Harvard Business School.

ROMA. (Proceso).–La vida real escapó al algoritmo. Durante el confinamiento obligatorio causado por la pandemia de covid-19 las personas, más allá de recrudecer su adicción a las redes sociales, desarrollaron una resistencia a las aplicaciones y páginas de las grandes tecnológicas.

Así lo asegura Shoshana Zuboff (Nueva Inglaterra, 1951), filósofa estadunidense y profesora emérita de la Harvard Business School, quien desde hace años estudia casos como el de Facebook y modelos similares a éste, a los que llama “capitalismo de vigilancia”, sistemas considerados intrusivos en nuestra privacidad porque se basan en el rastro de datos que los usuarios les confían cuando navegan por sus plataformas; se trata de un río de información humana que, gracias a la inteligencia artificial, es capaz de predecir comportamientos.

Respecto del capitalismo de vigilancia, Zuboff explica que se trata de un fenómeno nacido en el terreno fértil del neoliberalismo, pero también de la crisis de las “puntocom” y de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, y que, según ella, ha empezado a ser realmente puesto en discusión también gracias a la pandemia.

La razón, de acuerdo con la socióloga y autora de libros exitosos en los cuales expone su tesis, es que los gigantes tecnológicos han crecido como nunca en estos meses pasados por la necesidad de centenares de millones de personas de seguir interconectadas debido a las forzosas restricciones al movimiento y el distanciamiento social impuesto por gran parte de los gobiernos del mundo para frenar la pandemia.

Pero también, a su vez, ha alimentado y dado una renovada popularidad al llamado fenómeno del techlash, término inglés usado para definir el rechazo de las sociedades a la expansión de los hoy dueños de las tecnológicas y de nuestros datos personales.

En entrevista, Zuboff describe lo ocurrido así: “Cuando la pandemia estalló algunos me preguntaron si había llegado el fin del llamado techlash, por aquello de que íbamos a necesitar a los gigantes tecnológicos para seguir en contacto”.

De hecho, en el comienzo de todo, los ejecutivos de estas empresas decían: “Ahora que todos dependerán de nosotros, nos amarán”. Pero esto no es lo que ha pasado. Lo que ha pasado es lo contrario, “vivimos un despertar”, afirma esta prestigiosa profesora, considerada una de las pensadoras más importantes de nuestra época, experta del mundo digital.

“Lo dije desde el principio, y ahora está ocurriendo: la dependencia al uso de estas tecnologías de muchas más personas –que antes de la pandemia– ha llevado a la saturación. La gente se ha visto obligada al uso forzoso de estas herramientas para educar a sus hijos, para acudir al médico.

“Dije que eso iba a disparar la ira e indignación, y esta ira e indignación se iban a transformar luego en disconformidad y ganas de resistencia. Y esto es lo que pasó”, expone.

“La semilla de esta nueva vanguardia estaba allí desde antes, pero la pandemia ha terminado por despertar estas resistencias a los abusos de los gigantes de internet. Por eso, ya no hay vuelta atrás para el techlash”, opina la autora de La era de la máquina inteligente (1988, edición inglesa) y La era del capitalismo de la vigilancia (2019).

“No es amor”

Zuboff argumenta que el techlash se refleja de manera clara en los comportamientos que manifiestan los ciudadanos de su país, Estados Unidos, antaño más despreocupados que otros, como los europeos, ante la irrupción de estos nuevos poderes que se han expandido hasta conquistar casi todas las industrias.

Ejemplifica: “Según las más recientes encuestas, 94% de los estadunidenses dice estar muy preocupado por su privacidad, 92% afirma estar extremadamente preocupado por la desinformación y 40% utiliza bloqueadores de anuncios. ¡Esto es de locos!”.

Continúa: “Si es cierto que los ingresos y los mercados de las grandes corporaciones que lucran con el capitalismo de vigilancia han crecido, esto se debe a que existe una especie de dictadura sin alternativas. La gente no los ama, sencillamente no hay opciones. Todo te conduce hoy a usar estas plataformas, si quieres participar en la sociedad y en el mundo laboral”.

De la indignación, además, se está pasando a la acción en ambas orillas del Atlántico, dice Zuboff; recuerda que también han empezado a surgir iniciativas legislativas para acotar el poder de estos modelos creados por Google, afinados por Facebook, y que hoy usan miles de empresas en todo el mundo.

“Hemos llegado al punto de inflexión. En Estados Unidos ya hay congresistas que están discutiendo prohibir estos mecanismos de vigilancia y reglamentar, por ejemplo, la publicidad en línea, la primera compradora de nuestros datos para persuadirnos a ser consumidores”, explica.

Otro ejemplo en la misma dirección, añade la experta, son las propuestas presentadas por la Comisión Europea al Parlamento europeo en diciembre de 2020, la llamada Ley de Servicios Digitales (The Digital Services Act) y la Ley de Mercados Digitales (The Digital Markets Act), cuyo objetivo es fijar reglas comunes para todos los países del bloque, a fin de proteger a sus consumidores digitales con un marco jurídico único.

“Esta ley tiene la posibilidad de ser histórica, pues va a redefinir las fronteras –que estas empresas podrán o no cruzar– no solamente en Europa, sino en todo el mundo”, dice Zuboff.

Considera que, de aprobarse de manera definitiva, esto podría representar un avance muy importante tras la puesta en marcha del Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea (GDPR), obligatorio desde 2018 y que ha sido un primer paso de las autoridades para poner reglas y fijar límites a los modelos de negocio de los gigantes tecnológicos.

“El problema es que el GDPR no se ha aplicado de manera rigurosa, probablemente porque hemos subestimado y no entendido completamente las dinámicas del capitalismo de vigilancia”, señala Zuboff.

Por tal motivo, agrega, la nueva ley es “el comienzo y no el final de la lucha contra estas fuerzas económicas que son hoy los títeres detrás de las tecnologías”.

La lucha

Zuboff advierte que todavía falta camino por recorrer contra esos gigantes tecnológicos.

“La gente entiende ahora, por ejemplo, que la información tóxica es un problema. Pero no entiende que todos estos problemas son consecuencia de lo mismo: me refiero a las lógicas del capitalismo de vigilancia que han destruido nuestro derecho a la privacidad y que, en las últimas dos décadas, son las que han creado las bases para la etapa en la que nos encontramos, lo que yo llamo el caos epistémico –ella ha explicado de esta manera también la tormenta perfecta que llevó a los seguidores de Donald Trump a asaltar el Capitolio en enero de este año–, que es cuando ya circula el contenido más corrupto y tóxico en las redes sociales, en lugar de permanecer en los márgenes de la sociedad.

“Por eso todavía tenemos mucho trabajo por delante para proteger nuestras sociedades democráticas de estos nuevos poderes”, dice.

–¿Es este el motivo por el cual a los gobiernos les está costando controlar a las big tech?

–No es la primera vez que esto ocurre. Ya pasó en los inicios de la industrialización. En ese momento trabajadores y consumidores prácticamente no tenían derecho alguno. Pero estos derechos luego fueron conquistados. En mi país ocurrió en los cuarenta del siglo XX, que fue cuando finalmente institucionalizamos los marcos legales y las instituciones que han protegido a los trabajadores y consumidores del capitalismo industrial, para resguardar las aspiraciones de la sociedad democrática.

Además, “todo lo creado por el ser humano puede ser deshecho”, concluye convencida, y recuerda que empezó a interesarse por internet a finales de los setenta, en los albores de esta red.

Al decir lo anterior, Zuboff transmite la sensación de saber que no está sola en su lucha. Tim Berners-Lee, inventor del World Wide Web, lleva años sumergido en una pugna por conseguir un internet más democrático.

Linus Torvalds, padre del código abierto y del software libre, ha dejado una herencia que ha inspirado a miles de nuevos activistas –en territorios tan distantes como Italia, Argentina o países africanos– que defienden el uso de estas plataformas como alternativas a las privadas que no permiten que haya un control democrático.

La programadora canadiense Joy Buolamwini denuncia desde hace años que los algoritmos y la inteligencia artificial suelen ser racistas y sexistas; desde la organización Algorithmic Justice League, fundada por ella en 2016, ha advertido sobre los peligros que ambos suponen para los derechos civiles y la democracia.

Y el jurista austríaco Maximilian Schrems ha interpuesto miles de quejas contra Facebook, Google y Apple por rastreos ilegítimos y su mala práctica en la gestión de datos de los usuarios.

Reportaje publicado el 31 de octubre en la edición 2348 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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