Literatura

"El Principito", al náhuatl

Libro pensado para ser leído por personas que sepan ver con el corazón, aparece esta pequeña gran fábula vertida del original francés al náhuatl “clásico”, por el lingüista Patrick Johansson K.
viernes, 26 de marzo de 2021 · 23:44

Libro pensado para ser leído por personas que sepan ver con el corazón, aparece esta pequeña gran fábula vertida del original francés al náhuatl “clásico”, por el lingüista Patrick Johansson K., en edición especial Museo Iconográfico del Quijote, Fundación Cervantina de México, A. C., y gobierno de Guanajuato. Los dibujos originales del autor y piloto galo Antoine de Saint-Exupéry fueron reelaborados por el muralista mexicano-americano Luciano Trigos. Al libro In Tlazotepiltzin lo acompañan las versiones de Layla Wright-Contreras al inglés, y de Lilia Madrigal Ambriz con Carlos Ulises Mata al español. Esta es la presentación entregada a Proceso.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La traducción al náhuatl de ‘El principito’ de Antoine de Saint-Exupéry, celebérrima fábula, pequeña como su protagonista, pero gigantesca a la luz de los valores que entraña, tiene varios propósitos. Se inscribe en el marco de una cruzada para revitalizar una lengua autóctona mexicana en peligro de extinción; corresponde a un afán por llevar lo más destacado de la literatura universal a los pueblos indígenas, en sus propios idiomas, y quiere mostrar cómo el relato original adquiere nuevos matices al ser fundido en el crisol de una lengua autóctona.

Hoy la lengua náhuatl es hablada por aproximadamente 1 millón y medio de habitantes nativos, pero en variantes dialectales que dificultan la comunicación entre los hablantes de las distintas regiones. En este contexto, la traducción habría tenido que efectuarse en cada una de dichas variantes para ser debidamente aprehendida. Esta diversidad dialectal de la lengua náhuatl, si bien es gaje de su vitalidad, compele a los hablantes a expresarse en castellano y no en su lengua materna. Este hecho pone en peligro la vigencia cultural de la lengua náhuatl, lengua nacional que debe ser comprendida por todos para poder subsistir.

Frente a este problema, en el umbral de esta edición trilingüe, preconizo la adopción de una lengua suprarregional, un náhuatl verbal al cual las variantes dialectales pudieran abrevar. Esta lengua sería el náhuatl “clásico”, tecpillahtolli, literalmente “lengua de los señores”, una lengua refinada, con un profundo arraigo cultural en el pasado y, como todo lo que echa raíces, que pueda seguir floreciendo.

La belleza formal del náhuatl clásico prehispánico hacía de la lengua un lugar de expresión más que un instrumento de comunicación. Por ello, en tiempos coloniales los frailes lo usaron para difundir la religión de Cristo. El idioma que permitió a la fe cristiana prosperar, hoy podría mantener la vigencia de una forma de pensar en una expresión verbal accesible a todos.

Ahora bien, si el uso del náhuatl clásico no fuera funcional en un contexto oral de comunicación, por lo artificial que resultara, habría que considerar la posibilidad de contar con una lengua escrita que pudiera ser leída y comprendida por todos, y que incidiera de alguna manera sobre el náhuatl hablado. Lo escrito y lo leído en esta lengua “clásica” serían eventualmente percibidos como lo legítimamente referencial (1).

Hoy, cuando el número de habitantes del náhuatl está disminuyendo de manera drástica, se observa paradójicamente un incremento sustancial del número de escritores en lenguas indígenas mexicanas, por lo que una lengua clásica “ecuménica” podría ser una solución.

En lo que concierne a la versión en náhuatl que propongo, “cuela” en el molde verbal indígena el texto original francés y forja inevitables neologismos siguiendo las tendencias expresivas propias de la lengua autóctona mexicana. El avión, el motor, los planetas, los asteroides, el globo, el biombo, el farol, el tren, los congresos internacionales, la ópera, la electricidad, etcétera, fueron traducidos mediante perífrasis que corresponden al espíritu polisintético (2) de la lengua receptora.

Por ejemplo, definí el término náhuatl para “perno” como tepuzmalacachoilpiani, literalmente “el atador de fierro que da vuelta (como malacate)”. En este contexto, la correspondencia con las versiones en español y en inglés no puede ser del todo sinóptica, ya que la palabra castellana “perno” o el término inglés “bolt” tienen cinco y cuatro letras, respectivamente, mientras que la palabra náhuatl tiene 21.

Espero que lo esencial de la obra original no sea invisible en mi traducción al náhuatl clásico, ni para los ojos ni para el corazón, y que la lengua de Nezahualcóyotl (que debes cuidar como la flor del Principito) perdure en el tiempo.   

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* Doctor en Letras por la Universidad de París (Sorbona). Es investigador del Instituto de Investigaciones Históricas, y profesor de Literaturas prehispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras, ambos de la UNAM. Investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SIN) nivel III, miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Es también miembro honorario de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas de México. Ha publicado varios libros en torno a la muerte en el mundo náhuatl prehispánico, la semiología de la imagen en los códices, la literatura náhuatl prehispánica y la Conquista, así como Oc Ticchíah In Godot, su traducción al náhuatl de la obra teatral Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y el cuento en náhuatl de su inspiración “Ahnelhuayoxóchitl” (Flor sin raíz).

(1) Este hecho existe en algunas lenguas como el árabe con la escritura nahawe.

(2) “Polisintético”: característica de la lengua náhuatl en la que las diversas partes de una frase se aglutinan formando asimismo una palabra larga.

Artículo publicado el 21 de marzo en la edición 2316 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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