Afganistán

Entretelones de una organización secreta

Haibatulá Ajundzada nació en 1961 en la provincia de Kandahar, en el sur de Afganistán. Pertenece al clan Nurzai de la tribu pastún de los Durrani.
domingo, 29 de agosto de 2021 · 16:09

PARÍS (Proceso).–  Tan secreta es la organización de los talibanes, que sus dirigentes lograron disimular durante más de dos años –de 2013 a 2015– la muerte por enfermedad de su fundador, el mulá Omar.

El líder supremo del movimiento es Haibatulá Ajundzada, quien sucedió al mulá Akhtar Mansur, muerto en un ataque de drones de combate estadunidenses el 21 de mayo de 2016 en Pakistán, en una zona fronteriza con Afganistán.

Ajundzada nació en 1961 en la provincia de Kandahar, en el sur de Afganistán. Pertenece al clan Nurzai de la tribu pastún de los Durrani. Su padre se desempeñó a la vez como jeque, jefe político de su pueblo natal e imán de la mezquita. Fue con él que adquirió sólidas bases religiosas.

La familia huyó de Afganistán a raíz de la invasión soviética y se instaló en la ciudad pakistana de Quetta, donde Ajundzada profundizó sus conocimientos religiosos en un seminario islámico.

El exilio pakistano acabó con la toma del poder por los talibanes en 1996. El erudito religioso fue reclutado por el Ministerio de la Promoción de la Virtud y la Represión del Vicio y enviado a la provincia occidental de Farah. No se sabe cuánto tiempo ejerció el control moral de esa región. Luego se mudó a Kandahar, donde enseñó en la principal madrasa (escuela religiosa) de la cuidad, que contaba con 100 mil alumnos y estaba bajo la vigilancia estricta del mulá Omar. Esa proximidad con el fundador del movimiento talibán aceleró su ascenso político y pronto Ajundzada fue nombrado jefe de los jueces de los tribunales de la sharia del Emirato Islámico de Afganistán.

Lejos de ser un combatiente, Ajundzada es un referente jurídico y moral que parece inspirar respeto a las diferentes facciones del movimiento talibán, entre las que hubiera logrado mantener una relativa unidad.

En 2015 la shura, consejo consultativo talibán, lo nombró jeque adjunto del mulá Akhtar Mansur, al igual que Sirajuddin Haqqani, quien encabeza la poderosa corriente haqqani.

Según rumores difíciles de comprobar, Mansur lo hubiera designado su sucesor en su testamento. En todo caso, apenas designado jefe supremo, Haibatulá Ajundzada confirmó a Haqqani en su puesto de jeque adjunto y ofreció el mismo puesto al mulá Mohammad Yaqoub, hijo mayor del mulá Omar.

La familia de Ajundzada ha sido duramente golpeada por la guerra afgana. En julio de 2017 uno de los voceros de los talibanes anunció que el hijo de 23 años del líder había muerto en un atentado suicida contra una base del ejército afgano en la provincia de Helmand, suroeste de Afganistán. Por otro lado, su hermano mayor y su padre murieron en un atentado.

Últimamente otros rumores sugieren que Ajundzada contrajo covid-19 y que parte de la dirección del movimiento establecida en Quetta estaría también contagiada. Se habla de la hospitalización de líder en Moscú, de su recuperación o inclusive de su muerte… Los voceros del movimiento desmienten categóricamente todas estas noticias.

Es difícil establecer quién es el segundo al mando del movimiento talibán y por lo tanto conocer el nombre del futuro hombre fuerte del país, pues se especula que Ajundzada se limitará a ser el líder moral del Emirato Islámico de Afganistán, actualmente en gestación.

Aparentemente son tres quienes pueden aspirar a dirigir el país: Abdul Ghani Baradar, Sirajuddin Haqqani y Mohammad Yaqoub.

Baradar es quien más dio la cara desde 2018, por haber encabezado la representación política del movimiento talibán en Doha y haber dirigido las negociaciones con emisarios de Washington sobre el retiro de todas las fuerzas extranjeras de Afganistán.

Nadie puede asegurar en qué año nació Baradar… se habla de 1968; pero sí se sabe que es oriundo de la provincia de Uruzgán (centro de Afganistán) y que es cofundador del movimiento talibán.

Tiene fama de ser a la vez un combatiente aguerrido –se inició como muyahidín en la guerra contra el ejército soviético– y un hábil político.

Durante los cinco años de existencia del Emirato Islámico de Afganistán (1996-2001) se desempeñó como viceministro de Defensa. En 2001 logró escapar a los bombardeos estadunidenses y a las persecuciones de las que fue objeto. Integró en 2003 la junta directiva de los talibanes y encabezó el mando militar de los muyahidines, siendo reemplazado en ese puesto tres años más tarde por su rival, Haqqani. Sin embargo siguió siendo miembro de la dirección del movimiento.

Baradar no tardó en convertirse en líder de la shura del movimiento, que tenía su sede en Quetta. En febrero de 2010 fue detenido durante un operativo conjunto del ISI –el servicio secreto pakistano– y la CIA, ordenado por Barack Obama. Ocho años más tarde Donald Trump exigió su liberación y entre 2018 y finales de febrero de 2020 se convirtió en uno de los artesanos de los Acuerdos de Doha.

Hijo de Yalaludin Haqqani, temido combatiente de la guerra antisoviética, Sirajuddin encabeza la poderosa red talibán que lleva el nombre de su clan familiar y tiene su feudo en las regiones tribales del Waziristán del Norte, Pakistán, en la frontera con Afganistán.

La corriente haqqani tiene estrechos lazos con Al-Qaeda y a lo largo de 20 años Washington la consideró una de las organizaciones terroristas más peligrosas para las fuerzas estadunidenses en Afganistán. La red haqqani se especializó en ataques kamikaze sumamente mortíferos. A pesar de fuertes presiones de la Casa Blanca, Pakistán nunca se lanzó contra los haqqani pues, a diferencia de otros yihadistas pakistanos, el clan nunca amenazó a Islamabad.

Una de sus grandes victorias sobre el Pentágono fue haber logrado intercambiar en 2014 al soldado Robert Bergdahl, desertor del ejército estadunidense que los haqqani mantuvieron secuestrado cinco años, por cinco dirigentes talibanes que llevaban una década presos en Guantánamo.

Con sólo 31 años, Mohammad Yaqoub, hijo mayor del mulá Omar, se beneficia de la veneración que sigue inspirando el fundador del movimiento y jefe supremo del Emirato Islámico de Afganistán entre 1996 y 2001.

Varios analistas lo presentan como mediador entre las diversas corrientes del movimiento. Aparentemente hubiera jugado un papel importante después de la muerte de su padre y del nombramiento de Aktar Mansur para sucederlo.

Ciertas facciones pretendían que el mulá Omar había sido asesinado por instigación de Mansur, lo que llevó a Mohammed Yacoub a confirmar la muerte natural de su padre. Sin embargo sólo aceptó integrar la dirección de la poderosa comisión militar de los talibanes, que planeó las estrategias de la guerra contra las fuerzas estadunidenses y de la OTAN en 2016, después de la muerte de Ashraf Mansur. Desde 2020 se desempeña como jefe de esa misma comisión al tiempo que se asume como jeque adjunto de Ajundzada.

Reportaje publicado el 22 de agosto en la edición 2338 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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