Religión

Informe de la CEM al Vaticano: En los mexicanos prevalecen el miedo, la angustia, la desesperación...

Con base en una consulta a su feligresía en 75 de las 79 diócesis, la Conferencia del Episcopado Mexicano elaboró un informe que muestra un panorama desolador del país: pobreza, violencia, “polarización política"...
viernes, 13 de enero de 2023 · 18:35

Con base en una consulta a su feligresía en 75 de las 79 diócesis, la CEM elaboró un informe que muestra un panorama desolador del país: pobreza, violencia, “polarización política”… Y resalta los sentimientos que prevalecen en gran parte de los mexicanos: tristeza, miedo, angustia, desesperación. El informe –enviado al Vaticano– también asume yerros de la jerarquía católica y propone superar la “pastoral de conservación” para avanzar hacia una auténtica “Iglesia en salida misionera”.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En un informe enviado recientemente al Vaticano, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) rinde cuentas sobre la desoladora situación del país y la labor social que realiza para mejorarla, pero también hace una fuerte autocrítica en la que detalla las carencias y las “asignaturas pendientes” que todavía no ha podido concretar la Iglesia católica en México. 

La pobreza, la violencia, la “polarización política”, la exclusión de los indígenas, el “éxodo silencioso” de los laicos de la Iglesia, el fuerte clericalismo que aún impera, la urgencia de revitalizar las celebraciones litúrgicas, la falta de colaboración entre las parroquias y la escasa promoción de la doctrina social de la Iglesia, son algunos de los problemas abordados en el informe.

Producto de una amplia consulta a la población católica y al clero, el reporte pinta de entrada el siguiente panorama desolador del país: 

“Los espacios de escucha promovidos por la Iglesia a partir de la pandemia nos han ayudado a constatar la presencia generalizada de sentimientos de tristeza, soledad, desesperación, angustia, cansancio, depresión, incertidumbre, miedo, dolor, confusión y vulnerabilidad. Todo esto ha afectado de manera importante a las familias, a los niños, jóvenes y ancianos, sobre todo en zonas pobres que, por ser tales, se convierten casi naturalmente en expulsoras de jóvenes, de migrantes y de desempleados, donde crece la desolación.”

En el terreno político, el informe resalta la “polarización” provocada por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Dice sobre el punto: “El diálogo social a nivel nacional se ha complicado debido al clima de polarización política que ha provocado la comunicación gubernamental en los últimos años. Esta realidad no se ha percibido por todas las comunidades que, en muchos casos, también se han dividido y confrontado por opciones de política partidista”.

Pero a la Iglesia le ha “faltado fuerza” para afrontar estos problemas. Dice al respecto la CEM: “Ante las múltiples realidades de pobreza, sufrimiento y fracaso en que viven nuestros pueblos, reconocemos que hemos caminado también con temor y desaliento… es decir, que nos ha faltado fuerza en la acción, misma que nos da nuestro encuentro con Cristo Resucitado para acompañar a nuestro pueblo con esperanza y alegría, con mucha más confianza y también con osadía”. 

El informe es resultado de una amplia consulta realizada en las parroquias mexicanas durante 2021 y parte de 2022. Se consultó a los fieles, sacerdotes, religiosos y religiosas para saber cómo perciben a su Iglesia y qué proponen para mejorarla. La consulta se realizó en 75 de las 79 diócesis del país.

Elaborado por la Secretaría General de la CEM, a cargo de monseñor Ramón Castro, el informe fue enviado después a Roma para dar a conocer allá la situación de la Iglesia mexicana, en el marco del actual Sínodo Mundial de Obispos, al que convocó el Papa Francisco.

Ramón Castro. Crudo diagnóstico. Foto: J. Raúl Pérez

Datos preocupantes

Sobre la relación de la Iglesia con la población mexicana, el informe reconoce que “algunas comunidades identificaron que la Iglesia no camina ‘codo a codo’, armonizando sus pasos con el resto del pueblo, con la sociedad en su conjunto, que más bien parece haber dos historias que por momentos no se tocan: la eclesial y la civil. La mutua distancia nos empobrece a todos”.

Y agrega: “Se percibe que algunos obispos estamos lejos de la feligresía, que los sacerdotes encuentran dificultades para confiar en sus laicos, que los rumores se hacen presentes y minan la fraternidad en la comunidad”.

Indica que “en un país con más de 7 millones de indígenas, nosotros, como pastores de la Iglesia, tenemos todavía algunas dificultades para escuchar su voz, para comprender de verdad su propia religiosidad hecha vida, sin atropellar su sensibilidad y sus ricas manifestaciones culturales, tan llenas de signos y semillas del verbo que debemos saber discernir y trabajar. Los esfuerzos al respecto son notables, pero parecen aún insuficientes”. 

Reconoce también un distanciamiento de la Iglesia con el mundo de la cultura, dice sobre el punto el informe: “Ante la escasa participación en la consulta de científicos, artistas e intelectuales de México, incluso la ausencia de aquellos que se manifiestan abiertamente como católicos, nos hemos percatado que existe una distancia entre la vida pastoral con quienes generan opinión y cultura”.

Señala que todavía “se valora mucho la parroquia como principal espacio de vida cristiana, como lugar de encuentro y comunión que ayuda a superar el individualismo”. Pero pese a esto –prosigue–, “algunos bautizados no frecuentan ya la parroquia. Se percibe que la participación de fieles ha disminuido, que de su parte sólo existe interés para hacer súplicas a Dios ante las emergencias y las necesidades”. 

Abundan los obispos en su informe: “Hemos escuchado poco o nada a los alejados, a niños, adolescentes, jóvenes, a personas en condición de calle, a homosexuales, mujeres violentadas, empresarios y políticos, comunicadores y profesionistas en general. Poco a poco, en un éxodo silencioso, éstos se alejan de la práctica sacramental, aunque se sigan autodesignando católicos en los censos poblacionales”.

De esta manera, señala el informe, la Iglesia ha mantenido una actitud conservadora en lugar de abrirse más a la sociedad con una postura realmente misionera. “Desde hace tiempo, vemos con mucha claridad la exigencia de superar la ‘pastoral de conservación’, para avanzar hacia una auténtica ‘Iglesia en salida misionera’, asumiendo los riesgos que esto conlleva”, dice. 

Y “la escasa promoción de la Doctrina Social de la Iglesia” –asegura– ha convertido a los laicos “en creyentes no comprometidos con su realidad, cómplices de las estructuras de pecado, tibios en su participación y proclives a canalizar su compromiso ad intra de la Iglesia, como ‘ayudantes’ de la jerarquía. No más. En esto hemos sido condescendientes”. 

Ni siquiera existe “solidaridad y colaboración entre parroquias vecinas territorialmente hablando, de tal forma que consoliden los esfuerzos evangelizadores y multipliquen los frutos”. Además, existe un “activismo que no da frutos”, el cual ha provocado un “extravío pastoral que nos impide ver, con claridad, hacia dónde vamos, y en muchos sacerdotes queda la sensación de que se hacen muchas cosas que no llevan a ninguna parte”. 

Las fracturas

En México persiste también un acentuado “clericalismo” de parte de la jerarquía católica, el cual dificulta el “sano ejercicio de la autoridad” dentro de la Iglesia, “pues se confunde ‘autoridad’ con ‘poder’, ‘invitación’ con ‘imposición’, ‘servir’ con ‘servirse’”.

Añade: “En varias diócesis se percibe un sentimiento de frustración, sobre todo por parte de sacerdotes y también de los laicos, por la forma como se ejerce la autoridad; parece que sólo queda obedecer y callar, cosa que mata el espíritu, el entusiasmo y la creatividad”.

Indica que después de un “ejercicio de discernimiento” se llega el momento de “tomar decisiones”, pero éstas generalmente quedan “en las solas manos de la jerarquía”, por lo que “se hacen a un lado a sacerdotes, religiosas y laicos. Por eso no debe causar sorpresa que todos ellos no se sientan tomados en cuenta”. Estas “dinámicas” han provocado “fracturas” muy “difíciles de superar” dentro de las comunidades. 

Para colmo, el informe señala que “todavía no hay plena conciencia de las bondades de la transparencia y la rendición de cuentas, como elementos que ayudan a corregir las malas prácticas. Culturalmente no ha entrado esa exigencia a nivel social y menos a nivel eclesial. Por ello, hoy todavía no se percibe la necesidad y la utilidad del accoutability (rendición de cuentas amplio y sustentado) en la Iglesia. En este punto las resistencias y justificaciones son muchas”.

El informe –que fue enviado a la Secretaría General del Sínodo de Obispos, en el Vaticano– dedica un apartado completo a las celebraciones religiosas que lleva a cabo la Iglesia en México, principalmente la eucaristía; un sacramento muy valorado que consiste en consagrar el pan y el vino (memorial de la muerte y resurrección de Jesús) para su distribución entre los fieles. 

La eucaristía –recalca– “sigue siendo la celebración por antonomasia, pero se percibe, a la par, una pérdida de valoración de ella entre la misma feligresía”. Y lo atribuye en gran parte a que durante la pandemia de covid-19 “las celebraciones fueron virtuales (on line), y de entonces a la fecha se valora la presencialidad comunitaria como no esencial para la celebración”. 

Pero en general, las celebraciones religiosas “requieren actualización en su pedagogía, contenido teológico, litúrgico y misional”, señala el informe. 

Pone como ejemplo “la necesidad de cualificar las homilías de los sacerdotes, a fin de que sean de mayor profundidad y significativas para la vida, con mayor pertinencia al conectar la Palabra con la realidad y con la historia, de forma que se aproveche la oportunidad de hacer que la Palabra de Dios sea luz en el camino del pueblo”.

Agregan los obispos en su informe: “Reconocemos, también, que las fiestas patronales en las diócesis cuentan mucho, que los sacramentales tienen una valoración superlativa en muchas comunidades y que ciertamente se les aprovecha propedéuticamente. En todos ellos la centralidad de la Palabra de Dios se percibe como alimento, luz y fuerza. Pero, ciertamente, no es suficiente lo logrado a la fecha. Hay que trabajar más al respecto… vemos la urgencia de revitalizar nuestras celebraciones litúrgicas”.

La eterna demanda. Foto: Eduardo Miranda

“Mea Culpa”

Para lograr este propósito, “tendremos que revisar aspectos como los gestos, el lenguaje y los símbolos propios, la música y el canto litúrgico, es decir, los medios para que la grandeza del misterio que ahí se verifica sea percibido y valorado por la feligresía, sobre todo al momento de dirigirnos a las nuevas generaciones”. 

Ni siquiera la tan arraigada devoción a la Virgen de Guadalupe –“el acontecimiento más importante que nos da identidad como nación”– ha sabido ser aprovechada por la Iglesia “como espacio de evangelización”, lo mismo otras manifestaciones de “piedad popular”. De manera que éstas son también “asignaturas pendientes” para la jerarquía. 

El informe aborda igualmente el tema de la evangelización a través de las modernas redes sociales, las cuales –se lamenta– no funcionan para ese propósito. Y explica que las redes son “un espacio difícil de asir y asociar a la evangelización, dado que tienen características de gran cobertura numérica, pero con muy escasa profundidad humana y espiritual. Desde las redes sociales, el mensaje cristiano suele perder claridad y fuerza, suele quedarse debajo de una montaña de mensajes intrascendentes y pasan a ser parte de la masa ofrecida al consumismo mediático”. 

Por tal motivo, estas “nuevas tecnologías” las utiliza la Iglesia solamente “para informar” sobre determinadas actividades, y “no para verdaderamente dialogar” con el pueblo, indica el reporte.

En resumen, los obispos mexicanos reconocen “que nos ha faltado apertura, humildad, confianza, cercanía, atención, calidez y, en una palabra, ‘espiritualidad para el diálogo’, pues no se trata sólo de una técnica o procedimiento, sino de una forma de ser y actuar. Definitivamente este ejercicio del Sínodo nos ha indicado que, como Iglesia, tenemos que mirar, acoger y acompañar a cada persona y grupo en su situación concreta, no en abstracto”.

Para enmendar todos estos “errores”, se proponen los obispos generar un “acercamiento” con jóvenes, ancianos, enfermos, migrantes, personas en situación de calle, ateos, políticos, empresarios “y hasta con delincuentes y miembros de organizaciones criminales, donde hay oscuridad y no se valora la vida”. 

Lo mismo, entre otros objetivos, intentarán tener “vinculación con asociaciones e instituciones del ámbito social y cultural, de modo que la acción de la Iglesia no aparezca como una ‘realidad alterna’ al todo social”, concluye el informe.  

Reportaje publicado en el número 2410 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 8 de enero de 2023. 

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