Sobre y tras las culturas del espectáculo

miércoles, 1 de julio de 2015 · 13:13
MÉXICO, D.F. (apro).- ¡Protesto!, porque a servidor de usted, lector de la presente, le alarma, indigna y encoleriza lo escrito en carta a este buzón firmada por Tito Pleberio, pues le parece una necedad, un simpleza la defensa que hace de la función y significado que da al espectáculo del circo en la Roma clásica, ya que para servidor es una acción terriblemente perversa la de hacer de la tortura y la muerte de unos humanos una diversión, como sucedió una y otra vez en el circo romano. Y también me pone la carne de gallina que la masa de un pueblo que había perdido la idea y la voluntad… ¿o es que no las tuvo nunca?... de forjar su propia historia, se contentara con satisfacer sus instintos más primitivos y brutalmente sádicos, demostrados por su entusiasta asistencia a la lucha a muerte entre gladiadores… que en muchos caos fue decidida por los gritos de los concurrentes, de los espectadores y sus pulgares hacia abajo… o bien combates entre hombre y fieras, ejecuciones masivas de criminales… y de inocentes, como los primeros cristianos, que inermes se echaban a la bestias salvajes para que los destrozaran vivos, se crucificaron o fueron quemados vivos. Por tal razón, repito, me parece estúpido, más bien perverso que todos estos espectáculos de tortura, dolor, sangre y muerte se quieran justificar por ver en ellos ejemplos que servían para endurecer el carácter de los espectadores y enseñarles a despreciar la muerte… ¡y porque eran gratuitos!, como lo hace Tito Pleberio en su carta… opinión errada y que no tiene en cuenta para nada otros modos de ver y de interpretar esos sangrientos juegos circenses, modos ya existentes en la misma Roma clásica, lo cuales consideraban que si eran gratuitos, se debían más que nada ala habilidosa malicia de las élites gobernantes de aquel tiempo… que con su poder decidieron llevarlos a cabo sin costo para los espectadores… para halagar a la ciudadanía en sus instintos más irracionales… y así poder manipularla a su gusto, a la manera más conveniente para sus muy particulares intereses y privilegios. En la práctica, esos espectáculos circenses gratuitos pueden verse como una continuación y extensión del viejo clientelismo ejercido por el patriciado romano… que dejado, en parte, a la iniciativa de cualquier ciudadano con dinero suficiente para pagarlos… pronto mostraron, debido a su popularidad, ser un excelente instrumento de propaganda y publicidad para el que los pagaba… hecho que pronto fue percibido y tomado en cuenta por aquellos que sus ambiciones les llevaba a desear una rápida y brillante carrera al poder, al ser un modo fácil de ganarse, insisto, la voluntad de la ciudadanía… un medio ideal de conseguir los votos de la misma. A raíz de ese momento, los políticos de oficio, los generales famosos por sus victorias y aspiraban a la dictadura y sus colaboradores respectivos… se dedicaron con todos los medios a sus alcances a hacer más atrayentes dichos espectáculos… a este propósito, bueno es recordar lo que Frontón, escritor latino, opinó sobre el móvil cívico-político de los juegos públicos, del espectáculo: “… la excelencia de un gobierno no se revela menos en la preocupación por los pasatiempos que la que se tiene por las causas más serias, pues si bien es cierto que es mucho más perjudicial la negligencia en este último caso, el perjuicio es mucho más grave cuando los pasatiempos son desatendidos; pues el pueblo es menos ávido de larguezas en dinero que en espectáculos; y, finalmente, las distribuciones de víveres y de trigo bastan para contener a la gente a título individual, pero el espectáculo es necesario para el contento del pueblo en masa”. Lo que Frontón dijo del pueblo romano, que le era más importante el espectáculo que el pan, servidor considera que puede aplicarse de manera general y de diversos modos a todos los pueblos y sociedades de cualquier época… incluso a esta globalidad en la que nos movemos y nos mueven… no pocas veces por los espectáculos como los deportes… díganlo si no es así las pasiones que despiertan, las filias y fobias, los equipas de futbol y sus jugadores, los fabulosos sueldos que pueden llegar a alcanzar… y los grandes y saneados negocios multimillonarios, en que se han convertido tantos espectáculos al halagar la tendencia del humano al juego, al pasatiempo… ¿criticable?... puede… recuerden que W. Shakespeare sentenció: “Los dioses son justos y emplean nuestros vicios deleitosos como instrumentos para castigarnos”. Dejando la presente para que la analice y medite, apreciable lector de la misma, se despide su seguro servidor.   JUAN RECUERDA

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