La Noche Victoriosa

viernes, 3 de julio de 2020 · 21:45
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En nuestras clases de historia de México, las que nos recetaron con torpeza en la escuela primaria, aprendimos con azoro sobre aquella derrota que originó las lágrimas del famoso derrotado; sin faltar la excursión escolar para ver, condolidos por decreto, el supuesto árbol donde se palió ese injusto dolor ante lo que el futuro revelaría impensable. Y andando de esa guisa, se negó, asimismo, con deshonesta deliberación estatal, que en algún lado tendría que haber quedado la visión con la tónica celebratoria. ¿Mas de qué diantre estáis hablando?, preguntarán los exquisitos y los vasallos que mamaron íntegros los preceptos de la ávida Madre Patria... Pues de la reyerta del 30 de junio de 1520, donde Hernán Cortés y sus huestes sufrieron el peor descalabro en sus planes de conquista. Cómo negar que ahí está también el ajado tronco de ahuehuete en la Calzada México-Tacuba y que subsiste en la toponimia urbana el Puente de Alvarado, para alabar la proeza del asesino que desencadenó la rebelión mexica a partir de la matanza del Templo Mayor… En fin, más de los desconciertos que pueblan nuestro imaginario y que se han transmitido, con nitidez explícita, en la edificación del ambiguo ser mexicano. ¿Y acaso pretendéis refutar el enfoque eurocéntrico, ahora que se cumplen los 500 años de tan lamentables sucesos?, inquirirán los insatisfechos por el empoderamiento de esos naturales que nunca debieron ascender en el escalafón social... Por supuesto que no, nuestro modesto cometido es elaborar una breve recordación de la efeméride para poder situar, con el debido marco filológico, algunos productos melódicos ya añejados sobre el tema y las valiosas acciones que están cocinándose en la tierra del héroe que le infligió la derrota a los citados conquistadores y a sus belicosos aliados indígenas. Para situarnos, digamos, nada más, que hablamos del Señor de Iztapalapan, cuyo efímero reinado como penúltimo tlatoani de México-Tenochtitlan desdibujó su gesta en los anales de nuestra historia. Con respecto a su nombre, advertimos de inmediato que es problemático porque no hay un consenso unificado. Hernán Cortés lo mencionó como Cuetravacín y Bernal Díaz del Castillo como Coadlabaca, no obstante, se consigna tradicionalmente como Cuitláhuac o Cuitlahuátzin, si se adopta el reverencial del náhuatl. Sobre su significado hay varias conjeturas, desde la que lo postula como excrecencia vegetal hasta la del excremento, ya que la raíz Cuítlatl puede significar ambas cosas. Como quiera que sea, estamos ante el héroe victorioso de la primera alcaldía de la Ciudad de México y que este 2020 está destinado para rememorar su triunfo militar, su figura de paladín de la resistencia indígena y su terrible muerte por la epidemia de viruela que se aposentó, invencible, también hace medio milenio, en nuestras latitudes. Venga, entonces, la narración de los hechos. Después de la matanza del Templo Mayor acaecida en mayo de 1520, dio inicio la rebelión indígena en contra de los intrusos que tenía a su cargo Pedro de Alvarado. Es de recordar que Hernán Cortés se había dirigido a la Vera Cruz para enfrentar a los enviados por el gobernador de Cuba, que habían venido para apresarlo por insurrecto, y que Motecuhzoma II estaba preso en lo que había sido el palacio de su padre. En esta rebelión los guerreros mexicas sitiaron el citado palacio, y como parte de su estrategia recortaron los bastimentos, tanto de agua como de comida. La ofensiva, sobre todo de los tlaxcaltecas, fue feroz y transcurrieron casi cuatro semanas sosteniéndose refriegas cotidianas. Al frente de los mexicas se presume que estaba Cuauhtémoc y también que en reclusión forzada yacía Cuitláhuac. Es de mencionar que ese tiempo fue aprovechado por los intrusos para fundir el tesoro, que ya habían requisado, en burdos lingotes, con miras a una huida que se vislumbraba inminente. Enterado Cortés de la cruenta situación que se vivía en Tenochtitlan, emprendió el regreso, y lo hizo fortalecido con los hombres que logró reclutar después de disuadirlos de su vana idea de aprehensión. También obtuvo más caballos y armamento. Su entrada, convulsa y peligrosa, avino el 24 de junio, día de San Juan Bautista, logrando romper el cerco para reunirse con sus huestes. Podemos asumir que una de sus primeras ordenanzas fue exigirle a Motecuhzoma que saliera a la terraza del palacio en aras de hablar con su pueblo para calmarlo, y que simultáneamente debe haber liberado a Cuitláhuac con la encomienda de reabrir el mercado de Tlatelolco, de donde les surtían los víveres. Como asienta el relato hispano, Motecuhzoma dio la cara, y de la ira de sus súbditos surgió el abucheo general, los flechazos y las pedradas para lastimarlo. Una de éstas lo golpeó en la cabeza, pero no fue mortal. Se cree, igualmente, que de entre la turba se coló el reclamo de Cuauhtémoc en los términos más ofensivos posibles: “Te has convertido en mujer de los hombres de Castilla…” implicando, inclusive, la sumisión sexual ante ellos; otros, como Cervantes de Salazar, abundaron al respecto: “Calla bellaco, cuilón, afeminado, nacido para tejer e hilar y no para Rey y seguir la guerra, esos perros cristianos que tú tanto amas te tienen preso como a macehual”. No importa si es enteramente cierto que Cuitláhuac fue liberado en ese momento con la misión de reabrir el mercado, mas lo que sí pesa es el hecho de que de ahí en adelante él asumió el mando de la revuelta. Debemos hacer patente que el rango de tlacochcálcatl o “jefe de guerra” lo había obtenido con antelación y que Cortés estaba enterado. Torquemada lo confirma de esta manera: “Sin pensamiento de malicia, Cortés soltó a un hermano de Motecuhzoma, señor de Iztapalapan y los mexicanos ni hicieron mercado ni le dejaron volver a la prisión y le eligieron por su caudillo”. Al cabo de cuatro días de combates, la situación se tornó insostenible para los intrusos, quienes decidieron escapar aprovechando la oscuridad de la noche. Por razones obvias, a los rehenes les dieron muerte, pues ya no le servían para nada. Aquí es donde se afianza la versión indígena que enarbola la certeza de que Motecuhzoma recibió una puñalada en el bajo vientre o que sufrió garrote o ahorcamiento. Junto a él estaban varios señores principales, como Itzquauhtzin de Tlatelolco y Cacamatzin de Texcoco, quienes sufrieron el mismo destino. Pero para fortuna de los mexicas, un grupo de mujeres insomnes dio la voz de alarma, y en cosa de minutos la pesada caravana fue confrontada en su intento de escapar por la calzada que comunicaba a Tenochtitlan con Tlacopan. No es difícil imaginar la magnitud de la lucha, puesto que la historiografía reboza de relatos en los que la estrategia y la valentía de los mexicas comandados por Cuitláhuac se alzaron victoriosas… Para concluir este breve memento mencionemos algunas escenas: Alvarado pisando cadáveres y asiéndose a una garrocha para librar un puente derribado; caballos manando sangre en el lago; pesados fardos de oro hundiéndose hacia las profundidades; cientos de cuerpos cercenados de ambos bandos, y el líder de los invasores llegando maltrecho a la orilla, listo para soltar el llanto ante la cuantía de sus pérdidas… Y ahora, para dar curso a la efeméride mencionada, es de aplaudir la iniciativa de la alcaldía Iztapalapa para dedicar todo el año a la honra de su invicto personaje. El lema reza así: 2020, año de Cuitláhuac, guerrero victorioso. En conferencia de prensa en febrero pasado se anunció el proyecto de publicar biografías del héroe indígena con distribución en escuelas primarias y secundarias; organizar seminarios permanentes con los especialistas del tema; inaugurar un museo de sitio con los últimos hallazgos arqueológicos en la zona; y, para festejar la Noche Victoriosa, una magna ceremonia donde la alcaldesa Clara Brugada trasplantará un brote del árbol de la Noche Triste en el suelo patrio de su demarcación. A manera de colofón y para coadyuvar con la trascendencia de este advenimiento cultural, nuestra columna os propone, ilustres lectores y oidores, la escucha del desconocido Himno de Iztapalapa1 que fue compuesto en 1940 por Pedro Espinosa Xolalpa y arreglado por Quirino Mendoza, así como la audición de la obra vocal de 2007 titulada Canción a Cuitláhuac, de la autoría de Gabino Palomares2. En el himno reverberan invictas las estrofas sobre el malogrado tlatoani: Es mi sangre del héroe Cuitláhuac/ que llenó el corazón de grandeza,/ fulgurando en el cielo de Anáhuac/ y batiendo al traidor con fuerza.// Mas, mi raza iztapalapense,/ surge nueva con bríos de fiera;/ y ¡ay! de aquel extranjero que piense / e intente ofenderla siquiera. 1. La grabación fue hecha ex profeso para los lectores de Proceso. Escúchela pulsando el código QR o en la página: proceso.com.mx 2. Accédase al siguiente vínculo: https://youtu.be/NZEfaE59qhY

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