Moctezuma II: El mandatario de la desentonada memoria

domingo, 18 de julio de 2010 · 01:00
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En este artículo se repasa la producción operística en torno al emperador mexica. A petición de este semanario, el autor incluirá en la próxima entrega su exégesis sobre el drama musical Motezuma de Vivaldi, descubierto en 2002 y estrenado con el título Motecuhzoma II en el teatro Hidalgo del IMSS en diciembre de 2009. Adelantamos que la reelaboración de Máynez refuta la falsedad histórica del libreto original y preserva la cosmoacústica indígena a través del empleo del náhuatl, del maya y de la inclusión de instrumentos musicales prehispánicos.

Moctezuma II, mandatario de desentonada memoria

                 Para Patrick Johansson, flamante miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

De reciente apertura en el Museo del Templo Mayor y con vigencia hasta enero de 2011, la exposición Moctezuma II, Tiempo y destino de un Gobernante demuda a sus visitantes. No sólo es la primera vez que hay consenso en nuestro país para rendirle homenaje a uno de los personajes más controvertidos de la historia de México, sino que se exhiben joyas arqueológicas que dan fe de los avatares del antepenúltimo tlahtoani a quien le tocó en suerte lidiar con la invasión hispana de aquel año, infausto y venturoso a la vez, de 1 caña o 1519. Es de augurar que el esfuerzo museográfico coadyuve en la revalorización de su figura, pues repensando su dimensión humana podrán cicatrizarse las yagas que aún supuran en el inconsciente colectivo del mexicano.


No está por demás recordar que a través de los siglos Moctezuma Xocoyotzin ha merecido vituperios que han variado desde imbécil, supersticioso y pusilánime hasta los de afeminado y “mujer de los españoles”. Quiérase o no, los epítetos trasminan los rencores y encubren las frustraciones de esa raza nuestra que, al cabo de las turbulencias de su mestizaje, no ha encontrado la sintonía de sus emociones. Seguimos anclados a un hispanismo exacerbado o nos imbuye la idealización de un pasado indígena impoluto. Hurgamos en la heredad sanguínea que nos habita sin hallar repuestas diáfanas que atenúen nuestra escisión interna. Podemos resumirlo en términos musicales: las secuelas de la conquista nos moldearon como una sociedad cuyas reverberaciones anímicas producen cacofonías. La sinfonía multiforme de nuestro coloniaje nos mantiene inermes aguardando el retorno de un improbable Quetzacóatl bajo cuya batuta lograremos tocar al unísono.
Antes de advenir en el tema que nos atañe, vale la pena señalar un dato significativo: la únicas estatuas existentes del monarca no se encuentran en México sino en Erlangen, Alemania y en España; esta última en el Palacio Real de Madrid, donde acredita, junto a la del inca Atahualpa, su contribución al encumbramiento de la Corona de España. Asimismo, es innegable que la falta de asenso en cuanto al papel que desempeñó en la conquista, ha relegado sus méritos de gobernante en la conducción del imperio mexica a su época de máxima expansión y florecimiento. Recordemos, por último, que la ascensión al poder supremo en tiempos prehispánicos aparejaba una instrucción férrea sustentada en la dureza y la abstinencia. Gracias a ellas, los futuros mandatarios que egresaban del Calmécac templaban su ánimo, logrando el dominio de sí mismos. Sus cuerpos y sus corazones se habían hecho resistentes de manera sistemática al frió, al hambre, a la falta de sueño y a los autosacrificios. Eran los hijos de la elite a quienes se sometía al mayor rigor educativo ya que serían los líderes sobre los que descansarían los destinos del imperio. Un precepto inevitable para los Señores electos era (apréciese el paralelismo con reyes decadentes, virreyes envilecidos y demás peleles usurpadores de sillas presidenciales) el de saber abstenerse de placeres corporales, borracheras y vicios varios, pero, sobretodo, el de no malgastar la riqueza y los tributos del pueblo…

Estelas musicales a granel

Si bien es cierto que al noveno regidor mexica se le imputó la caída del mayor señorío indígena hasta entonces conocido, es incuestionable que su calamitoso destino inflamó la imaginación de músicos y poetas. Para nuestra sorpresa existen alrededor de 24 creaciones artísticas —1 ballet, 2 bandas sonoras y 21 óperas entre drammi per musica, melólogos, melodramas, pasticcios y tragedias, con su delgada línea divisoria— que, de modos cuestionables, intentaron un acercamiento hacía el inasible tlahtoani. Como es de prever, los autores no fueron mexicanos sino europeos o norteamericanos. (1) De forma análoga sobreviven 9 óperas con los nombres de Hernán Cortés o Fernand Cortez, concebidas por más extranjeros que españoles. Con tal de evitar el mote de hispanofóbicos anotemos aunque sea unos cuantos responsables de las obras líricas que hicieron un panegírico del hidalgo venido a menos que devino Marqués del Valle de Oaxaca. Citemos al dramaturgo francés Alexis Piron (1689-1773) y a los compositores italianos Giuseppe Giordani (1751-1798), Gaspare Spontini (1774-1851) (PROCESO 1686) y Francesco Malipiero.

Para que no se nos culpe de omisiones divulgativas tenemos que agregar los títulos La conquista, (2) La noche triste, (3) Azora, la hija de Motezuma,(4) La heroína de México(5) y la Reina India (6) en donde el “Señor del ceño fruncido”(7) figura como personaje secundario. Venero de congojas para connacionales, Moctezuma II es fuente de inspiración operística para extranjeros. Con respecto a la procedencia de los compositores que llamaron sus obras Motezuma o Montezuma apuntemos sin que obste su notoriedad o desconocimiento a los alemanes Carl Heinrich Graun (1703-1759) y Hans Werner Henze (1926), a los austríacos Joseph Starzer (1726-1787) e Ignaz von Seyfried (1776-1841), al checo Joseph Myslivecek (1737-1781),(8) al inglés Henry Bishop (1786.1855) a los italianos Antonio Vivaldi (1678-1741), Baldassare Galuppi (1706-1785), Pasquale Anfossi (1727-1797), Giacomo Insanguine (1728-1795), Antonio Sacchini (1730-1786), Gian Francesco di Majo (1732-1770), Giovanni Paisiello (1740-1816), Niccoló Zingarelli (1752-1837),(9) Vincenzo Federici (1764-1827) y Giacomo Treves (¿18..?) y a los norteamericanos Frederik Gleason (1848-1903), Harvey Loomis (1863-1930) y Roger Sessions (1896-1985).


Una vez encarados con las páginas de los libretos es justo aclarar que los dueños de las óperas del siglo XVIII eran, en realidad, los literatos, ya que sus textos servían de basamento para cuantas musicalizaciones se quisiese. Tal fue el caso del libretista Vittorio Cigna Santi (1730-1795) cuyo Motezuma fue usado por los mencionados di Majo, Mysliveck, Paisiello, Anfossi, Insanguine y Zingarelli.

El engendro primigenio

Por motivos insondables, fue en Londres donde se gestó la primera obra melodramática que se interesó por Moctezuma II, aunque de manera tangencial. Sus autores fueron el honorable Sir Robert Howard y el poeta John Dryden. Ciertamente, tenían que haber sido amos de mucho tedio y enorme creatividad para elaborar un texto tan cercano a la verdad histórica como lo estaban en sus versos la Nueva España del virreinato del Perú. Howard pudo hacerlo porque sus ingresos como Secretario del Tesoro e impulsor del Bank of England se lo consentían. El otro era su cuñado y a juzgar por la insipidez de la señora Howard que desposó, debe haberse sentido con derecho de cobrar por cada rima vertida en la obra que bautizaron The Indian Queen. Para su puesta en escena del 1664 arrendaron los servicios de un tal John Banister a quien solicitaron una música incidental. Apoyados en la temeridad del libreto podemos inferir que su libro de consulta fue la Historia natural y moral de las Yndias del jesuita español Joseph de Acosta, traducido al inglés en 1604.


 Acosta había vivido largas temporadas en Pirú y Méjico; de ahí su motivación para redactar una suerte de tratado sobre las cosas americanas que lo habían impresionado. En cierto pasaje de su historia apuntó que “las instituciones y las leyes de mexicas e incas son dignas de respeto y distan mucho del salvajismo que se les atribuye”, sin embargo, no pudo impedir emparentar a Satanás con sus deidades. En otro capítulo del libro encontramos que “saber lo que los mismos indios suelen contar sobre sus principios y origen no es cosa que importe mucho, pues más parecen sueños los que refieren que historias”. Sin lugar a dudas ese párrafo destrabo la péñola de los británicos y el convencimiento de su proceder se afianzó con otro enunciado de Acosta que reza “ es cosa de alta consideración que la sabiduría del Señor quisiese enriquecer las tierras del mundo más apartadas y habitadas de gente menos política, y allí pusiese la mayor abundancia de minas que jamás hubo, para con esto convidar a los hombres a buscar aquellas tierras y tenerlas, y de camino comunicar su religión y culto del verdadero Dios. Cerca de esto decía un hombre sabio que lo que hace un padre con una hija fea para casarla, es darle mucha dote; eso había hecho Dios con aquellas tierras tan trabajosas, de darle mucha riqueza de minas, para que con este medio hallase quien las quisiese…”

 


  Faena literaria de arrojo y extravagancia, la trama de los lores presenta inicialmente a Montezuma como un mercenario que está al servició de los incas y que después de haber capturado al guerrero mexica Acasis se siente listo para pedir la mano de la princesa Orazia, hija del temible Inca. Éste duda, pues ni él ni Montezuma saben aún que por las venas del mercenario corre sangre noble. Ante la negativa, Montezuma decide cambiarse de bando y captura tanto al Inca como a Orazia para llevarlos presos ante la despótica Reina de la tribu mexica llamada Zempoalla. Naturalmente, la reina se enamora del forajido —ella sí sabe que desciende de linaje puro— y para completar la seducción recurre al mago Ismeron quien deberá producir un encantamiento para que el renegado se prende de ella. A pesar del embrujo Montezuma se resiste, incitando a la reina a sacrificarlo junto a los prisioneros incas. A punto de iniciarse el magnicidio estalla una revuelta que proclama a Montezuma como Rey de los mexicanos. En el desorden conclusivo Zempoalla se fuga, el Inca es liberado y Montezuma logra maridarse con la princesa Orazia. Se sobreentiende que con esa unión los mexicas podrán disponer de las pirámides de oro puro que los incas presumen. Por ellas se desató la rivalidad tribal.


  Ignoramos el recibimiento que el público dispensó a la tragedia antedicha, lo cierto es que transcurrieron 31 años para que volviera a representarse. Para esa puesta en escena fue contratado Henry Purcell, a la sazón compositor preferido de la corte, a quien no sedujo la historia, condicionando su musicalización a que se tasajearan los versos hasta reducirlos a un tercio. Poco antes de concluir la encomienda Purcell cayó muerto y su hermano Daniel orquestó las últimas escenas. (10) Tampoco terminó ahí la gesta literaria, pues Dryden decidió emanciparse, inventando por su cuenta una secuela de la tragedia a la que mentó: The Indian Emperor or the Conquest of Mexico by the Spaniards. Gracias al verdadero Dios no pasó a mayores y jamás convirtiose en ópera. Y esto podemos aseverarlo ya que Dryden vivió quejándose de que su talento se malgastaba en públicos que no lo merecían. Es de agregar que el vate fue corrido de la Royal Society por no pagar las cuotas y que en su mejor frase sentenció que “El amor es la más noble flaqueza del espíritu

Un tlahtoani entre sotanas

Es menester postergar la escritura de este tramo pues su contenido rebosa de entuertos y desconciertos de ardua condensación. Baste anticipar que versará sobre el dramma per musica veneciano del 1733 que inaugura la zaga operística sobre Moctezuma II. Producto del ingenio de dos curas, Alvise Giusti y Antonio Vivaldi, la obra fue concebida merced a los despropósitos del clérigo Antonio de Solís, Cronista Mayor de Indias y autor de una dudosa “Historia de la Conquista de México”, para quien nuestro denostado monarca no fue más que “un tirano arrogante que tras haber sido prisionero cayó en la más pusilánime abyección…

Cuestión de amasios

 El palacio Sanssouci de Potsdam fue el sitio elegido por Friedrich II “der Grosse” para la puesta en escena de su criatura denominada Montezuma. Dueño de capacidades extraordinarias, Federico II colaboró en los planos de su residencia, fue tan docto en el arte sonoro que de su invención brotaron sinfonías y conciertos, (11) alternó con filósofos, (12) y fue connotado poeta. Se dice que hablaba 8 lenguas. Distinguido también por sus dotes de estratega, logró la anexión de Silesia y se anotó victorias militares en la Guerra de los Siete Años contra Austria, Sajonia, Rusia y Francia. Amante de la ópera italiana, no escatimó recursos para mandar a sus maestros de capilla a estudiar las tradiciones musicales de la península.


       A diferencia de las vaguedades concernientes a The Indian Queen la creación del Montezuma de Federico II cuenta con amplia documentación. La idea germinal se la proporcionó el veneciano Francesco Algarotti quien fuera su amante y consejero. Una carta de octubre de 1753 del rey a su preferido proporciona las claves interpretativas: “Si vuestras óperas son malas, encontrarán (los venecianos) aquí una nueva que puede ser insuperable. Es Montezuma. Escogí este tema y lo acomodé al presente. Tú presentiste bien que yo me interesaría por Montezuma, que Cortés sería el tirano y que, por consiguiente, podría lanzarse con la misma música alguna saeta contra la barbarie de la religión Católica. Pero yo me olvido que estás en un país de inquisición. Me disculpo…  Al final de la epístola se transparentan sus ideales: “en un país herético la ópera misma puede servir para reformar costumbres y desterrar supersticiones” 

    
  La respuesta de enero de 1754 de Algarottti es igualmente esclarecedora: “Las óperas aquí no son ni para verse ni para oírse. Haríamos muy bien en poner la mirada en los magníficos espectáculos del Nuevo Mundo y de conmovernos con las aventuras de Montezuma. Siempre estamos tan carentes de recursos que hemos hecho del teatro una boutique de banalidades.”


       El estreno del 6 de enero de 1755 fue memorable: Federico escribió en francés la prosa del libreto pero le pidió al poeta Gianpietro Tagliazucchi  que se encargara de la traducción y versificación italiana y prefirió que un músico mejor preparado para ello realizara la partitura, encargo que recayó en Carl Heinrich Graun. Naturalmente, los parlamentos de Montezuma fueron una proyección de su credo de estadista. La apertura de la tragedia en boca del rey mexica/prusiano es elocuente: “Sí, México es dichoso. Este es el fruto de aquella libertad que unida a la prudencia sólo se subordina a aquellas leyes que yo soy el primero en observar; mi pueblo goza de dicha segura y tranquilidad plena y mi poder se basa en su amor. Fortalecido así en el interior, el imperio no tiene por qué temer al enemigo…”

 
Viene a cuento extrapolar fragmentos del proemio: “El descubrimiento de las Indias Occidentales por Colón, aunado a las expediciones de flotas españolas para conquistarlas fue un momento grandioso. Por poco que se ayude a esta historia, uno no puede ignorar las crueldades infligidas por los conquistadores quienes, bajo el pretexto de la religión se guiaron por la avidez del oro que sobraba en aquellas latitudes. Montezuma reinaba en México cuando Cortés llegó. Este monarca es el personaje al que hemos querido retratar lo más ventajosamente posible, así como hacen los historiadores fidedignos, ya que le concedió al extranjero el ingreso a sus dominios. Su generosidad le costó a él y al Imperio la vida. Sus desgracias proporcionaron el tema de esta tragedia. Uno encontrará en Montezuma al héroe que exige la tragedia: un padre tierno, un príncipe justo, sabio y magnánimo. Cortés es intrigante, avaro y cruel. Este personaje antagónico produce en el teatro un gran efecto de sombra… Aunque bien construida, la trama adolece de falacias. Montezuma no prestó atención a los signos de alarma –estaba ocupado organizando su boda con la reina de Tlaxcala Eupaforice− y a la postre fue ejecutado bajo la mirada inclemente de Narvés y Cortés.
Dada la asignación de los personajes masculinos a capones, el Kaiser indígena está obligado a cantar como castrado. Valga la paradoja, pues la posteridad sigue recriminándolo por su falta de gónadas. En cuanto a la música, digamos que mezcla la escuela napolitana con el rococó germano. Elegante pero carente de dramatismo. (13) En suma, estamos frente a la apropiación de una desventura ajena que sirve de pretexto para recalcar las porquerías de la Iglesia católica. Y vaya que motivos y pretextos no faltan…

1 Naturalmente, están excluidas de esta lista las obras de teatro que, aquí sí, fueron escritas por
    mexicanos. Recuérdense las de Sergio Magaña y de Homero Aridjis: ésta última con una
    musicalización hecha por la compositora Lucía Álvarez de la que derivó un Poema sinfónico
    homónimo.
            2 Título empleado tanto por el italiano Lorenzo Ferrero (1951) para su música programática
                basada en textos de Alessandro Baricco como por el alemán Wolfgang Rhim (1952) para su  
                ópera Die eroberung von México sobre un delirante libreto de Antonin Artaud.
3 Ópera del francés Jean Prodomides (1950) sobre un libreto de Heléne Pierrakos.
4 Ópera del dramaturgo ingles David Stevens con música del norteamericano Henry
   Kimball Hadley (1871-1937).
5 Ópera del músico italiano Luigi Ricci (1805-1854) compuesta sobre un libreto de
   Giacomo Ferreti.
6 Obra de teatro escrita al alimón por los ingleses Robert Howard y John Dryden cuyo
   estreno contó con una música incidental de John Banister (1630-1679);
   posteriormente se convirtió en una semi ópera escrita por los hermanos Henry (1659-
   1695) y Daniel Purcell (1664-1717).
7 Traducción del nombre náhua Motecuhzoma.
8 Se recomienda la audición de la sinfonía de la ópera citada, único fragmento grabado
   de la misma. Para escucharla pulse la liga de audio correspondiente. (L´Orfeo   
   Barockorchester. M. Gaigg. CPO, 2004)
9 Fue maestro de Saverio Mercadante (1795-1870) que a su vez fue profesor de
   composición del catalán Jaime Nunó (1824-1908), autor del Himno Nacional
   mexicano.
10 Se sugieren las audiciones de la obertura así como del aria What flatering noyse is
     this, en la que se manifiesta la envidia serpentina que discurre entre mexicas e incas.
     Pulse la ventana de audio de esta página. (The scholars baroque ensemble. NAXOS,
     1997)
11 Es famoso su encuentro con Johann Sebastian Bach –mayo de 1747- para quien tocó
     un tema en la flauta pidiéndole que se sirviera de él para improvisar una fuga.
     Además, por petición suya, Johann Joachim Quantz compuso para él alrededor de
     230 conciertos para flauta.
12 Entre sus amigos íntimos figuró Voltaire. El adjetivo íntimo ha de tomarse en sentido
     estricto.
13 Se recomienda la escucha del aria Sommiglia il buon monarca; puede acceder a ella
      en la ventana de audio (Conchita Julíán, soprano. Deutsche Kammerakademie. J.
      Goritzki. CAPRICCIO, 1992)

 

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