Manuel Rodríguez Lozano en el Museo Nacional de Arte

jueves, 1 de septiembre de 2011 · 10:48
MÉXICO. D.F. (apro).- La exposición monográfica que se presenta actualmente en el Museo Nacional de Arte de la Ciudad de México, Manuel Rodríguez Lozano, pensamiento y pintura 1922-1958 resulta sumamente interesante. Tenemos la oportunidad de disfrutar y conocer el trabajo de uno de los artistas mexicanos con más personalidad, a 40 años de su muerte. La muestra fue curada por Arturo López, quien ha logrado ofrecer al público un recorrido cuidadoso y representativo del artista al reunir más de 130 obras aproximadamente, así como documentos, fotografías y dibujos. Además, se presenta el trabajo de sus discípulos: Ángel Torres Jaramillo (Tebo), el fotógrafo Antonio Reynoso, Francisco Zúñiga, Abraham Ángel, Julio Castellanos e Ignacio Nieves Beltrán (Nefero). Rodríguez Lozano (1894) pertenece a la primera mitad del siglo XX. Afortunadamente ha sido un artista del que se han realizado dos grandes retrospectivas en nuestro país. Recordemos la primera en 1971, en Bellas Artes, y la segunda organizada por el Museo de Arte Moderno en 1997, de la que salió el catálogo Rodríguez Lozano, una revisión finisecular. La vida del artista ha sido estudiada con interés, y a pesar de esto parece que siguen quedando incógnitas que confirman la definición del curador como “un artista escurridizo, fascinante y templado dolorosamente”. La muestra ha sido dividida no de manera cronológica, apuesta que parece haber preferido la crítica Teresa del Conde, pero que con estas divisiones indudablemente el espectador puede hacer un recorrido completo y claro de su trabajo. Los apartados son los siguientes: “La mirada colosal”, “Un fovismo mexicanista”, “Un país Luminoso”, y “El silencio y la tragedia”. La vida del artista fue rica y compleja, esto le dio a la creatividad de Rodríguez características que lo fueron formando y que le proporcionaron identidad, fuerza y particularidad, reflejada afortunadamente en su trabajo. Dotado de una sensibilidad exquisita, logró transformar sus experiencias en fuerza creativa. Realizó sus primeros estudios en la Escuela Militar; se casó con la hija del general porfirista Manuel Mondragón, con quien tuvo un hijo que murió en Europa. Carmen Mondragón, después renombrada como Nahui Ollin por el pintor Gerardo Murillo (conocido como el Dr. Atl). Su estancia en París lo definió como artista. Fue contemporáneo de Picasso, Branque y Matisse, entre otros. A su regreso a México, el artista que se consideraba autodidacta empezó a fortalecerse como pintor, fuera de los cánones establecidos en esa época por la corriente del Muralismo, aunque él también incursionó en ella con algunas obras, como La Piedad, mural transportable que realizó en la cárcel; a ésta fue enviado por haber sido responsable del robo o pérdida de grabados de Durero y de Gido Reni, que fueron encontrados en 1966. La exposición exhibe en primer lugar los cuadros monumentales realizados por el artista en 1930 y es aquí donde se refleja la asimilación de la vanguardia europea, se advierte en su obra la elección de figuras humanas donde representa la dualidad sexual, característica de su iconografía. En la segunda fase se ha seleccionado obra que resalta en sus composiciones y construcciones espaciales una aportación inquietante aparentemente o deliberadamente naif., exalta el color y aparecen ciertos rasgos fovistas. Este núcleo reúne la época del artista perteneciente al grupo básicamente literario de los “Contemporáneos”. Participa con trabajos para escenografías, como ilustrador y crítico así como promotor de teatro, y es fundador de la revista Ulises, promovida y sostenida por Antonieta Rivas Mercado, de quien dijo estar siempre enamorado. Se seleccionaron retratos de Daniel Cossio Villegas, Torres Bodet, Salvador Novo, entre otros. Se ha incorporado también el trabajo con sus discípulos. Sobresale el retrato que le hizo a su discípulo y amante Abraham Ángel, al que se refería con especial interés. La tercera parte, “País Luminoso”, junta sobre todo la pintura de los años 20 y 30 donde el artista ahonda en la estética popular mexicana: “Todo artista que se precie de serlo, debe cantar, debe injuriar y debe llorar poéticamente con su pueblo”. El cuarto y último núcleo corresponde al título de “El silencio y la tragedia”, se incluye el hermoso fresco de La Piedad en el desierto, mural que realizó en la penitenciaria de Lecumberri en 1942 durante cinco meses, así como la versión de caballete en óleo sobre tela. La experiencia que le dio su estancia el Palacio Negro lo transformó sin duda, y después empieza a transformar su paleta y su pincelada donde resalta los colores blancos sobre los fondos oscuros, las escenas son trágicas, los rostros de las mujeres expresan nostalgia, y su plasticidad es formidable. Aquí se inscribe el mural Holocausto, hecho para la casa de su mecenas Francisco Sergio Iturbe, ubicada en Isabel la Católica número 30 en el Centro Histórico de la Ciudad de México, donde se presentará el catálogo este el 30 de agosto. También se dictan conferencias magistrales que se pueden buscar en la página del museo www.munal.com.mx. Está por demás recomendar esta interesante exposición que permanecerá abierta al hasta el 9 de octubre. El museo se encuentra ubicado en la calle de Tacuba No. 8, Centro Histórico, colonia Cuauhtémoc.

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