Motivos

miércoles, 25 de abril de 2012 · 13:28
MÉXICO, D.F. (apro).- Imponderable Riquet: para nada me extraña el estupor de los de su especie, expresado en cartas a este buzón, ante el hecho de la desconfianza, crítica, subordinación e incluso represión de tantos de mis congéneres hacia la preciosa materia prima que caracteriza a los humanos, la singular sustancia gris, matriz de los mismos, la que los ha llevado a lo que son, los reyes del planeta; no me sorprende, ya que el firmante de la presente tiene elementos para explicar esos sentimientos y actos. Se deben, por lo general, a lo que ustedes señalaron, a que puede que los humanos sean seres nacidos para la libertad… pero con sus asegures… pues a lo largo de su existencia esa su libertad siempre ha estado y está sujeta al miedo, necesidades, anhelos de la especie… y también a que el hombre, en esencia, no es un ser buscador de la verdad… sino más bien un sujeto guiado por sus conveniencias, al punto de que bien se le puede definir como animal convenenciero, en el sentido siguiente del término: un sujeto que se acomoda y conforma con todo lo que le puede ser útil, con todo aquello que puede darle o pueda sacarle algún provecho, bien sea en lo personal o para el grupo al que pertenece, y tanto sea en lo físico como en lo emotivo… y tienen tal fuerza esos miedos, necesidades, deseos y en particular sus conveniencias, que frecuentemente la mayoría de los humanos son proclives, tienen tendencia a caer… y cae… en el convencionalismo, es decir, en un conjunto de opiniones y procedimientos basados en ideas falsas que por conveniencia personal o social se tienen como verdaderas. A esta filosofía de vida responde nuestra materia prima sin igual en la Tierra, la sustancia gris, con información que labora basándose en lo que le comunican los sentidos… movidos por lo general, insisto, por todos los sentimientos expuestos más arriba… información que confirma corrige y hasta descalifica y desecha según las nuevas y constantes comunicaciones que le llegan a la sustancia gris por medio de los sentidos. En un principio, debido a lo rudo y hostil del ambiente y a la intensidad de los miedos a lo desconocido, necesidades y deseos del hombre primitivo y a su urgencia, para poder sobrevivir, acallar esos miedos, aplacar esas necesidades y ver cumplidos esos deseos, la sustancia gris, con las limitadas pero impetuosas y apasionadas comunicaciones que le suministraban los sentidos, elaboró una información de leyendas, mitos, creencias religiosas, principios de moral e ideas sociales que si no estaban apegadas a la verdad, bien que sirvieron y fueron suficientes para sosegar miedos, necesidades y deseos… ¡Ah! Y también para satisfacer las conveniencias de esos momentos iniciales del hombre sobre la Tierra. Esta continua información que procesa, con lo que le comunican los sentidos, la singular materia prima privativa del humano, por tiempos tiene un ritmo lento, casi imperceptible; en otros, por lo contrario, se manifiesta impetuosamente, como ocurrió por ejemplo en el llamado Renacimiento, debido a la invención de la imprenta y a la fortuita aparición del telescopio y el microscopio, que constituyeron algo así como una extensión, propagación y conservación de la memoria la primera, y extensiones del ojo, de la vista a lo infinitamente grande del universo y a lo infinitamente pequeño que existe sobre la tierra: los segundos. Esas extensiones, propagación y conservación de las sensaciones que tuvieron los sentidos se la pasaron a la sustancia gris, lo que sirvió a la misma para informar a los humanos de lo siguiente: “que la naturaleza es un libro escrito en lengua matemática”, como bien dijo Galileo, al que por cierto la santa Iglesia católica llevó a juicio por propagar con sus escritos que la Tierra no era inerte y lejos de ser el centro del mundo era ella la que giraba alrededor del sol, ideas contrarias a lo que afirmaba la Biblia, afirmaciones que eran tomadas como la palabra de Dios y por ser contrarias, por lo tanto perversas, heréticas e inmorales, por lo que Galileo fue condenado a abjurar de sus ideas, sometido a arresto domiciliario y sus escritos prohibidos, puestos en el Index… y le fue bien, pues otro hubo, como R. Bacon, T. Campanella, G. Bruno, J. Savonarola y M. Server, que les fue mucho peor, tanto, que algunos murieron en la hoguera. Imponderable Riquet: pienso que todos esos hechos prueban y confirman la contundente eficacia del convencionalismo, es decir, del conjunto de opiniones y procedimientos basados en ideas falsas que por conveniencia personal o social se tienen por verdaderas. Los motivos de esa contundente eficacia, considero que se han aclarado en gran parte en la presente, aunque bueno sería extenderse más sobre los mismos, por lo que prometo hacerlo en próxima carta a este buzón. CALICLES, el sofista.

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