La OFCM inicia temporada en el Centro Cultural Roberto Cantoral
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Con un contrato por tres años (en este país ningún funcionario en materia cultural parece ver más allá de tres años), el maestro estadunidense Scott Yoo está al frente de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), y en esa calidad --que mantendrá hasta 2018-- dirigió el concierto inaugural de la temporada de este año que se prolongará, qué bueno, hasta diciembre.
En contra de lo acostumbrado, el concierto no se realizó en la sede del conjunto, Sala Ollin Yoliztli, por encontrarse en remodelación (lo que parece se prolongará todo el año), sino en un recinto alterno, el Centro Cultural Roberto Cantoral. Ello, al igual que otros como el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, el Conservatorio Nacional, y la Casa de la Cultura de Azcapotzalco --lo cual es verdaderamente bueno porque descentraliza la oportunidad de escuchar buena música y porque, aunque sea circunstancialmente, conduce a la orquesta a cumplir con la misión para la que supuestamente fue creada--, lleva la música a todos los ámbitos citadinos y responde así a su nombre, Orquesta de la Ciudad de México. O sea, de toda la ciudad, no exclusivamente de tal o cual teatro o sala como ha venido sucediendo, salvo las muy contadas excepciones en que ha ofrecido conciertos en un par de delegaciones, Chapultepec, o una que otra plaza pública.
En verdad es de desear que esta circunstancia traslade las creaciones de los grandes maestros a nuevos y diferentes públicos y, si los conciertos en foros como el Teatro de la Ciudad --que es del gobierno-- y el Conservatorio se ofrecen gratuitamente al público, pues mucho mejor. Por cierto y dicho sea de paso, resultó un tanto extraño que el concierto inaugural no se efectuara en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, que es la sede original de la orquesta y se utilizara otro espacio.
En cuanto al concierto en sí, se integró con una obra mexicana, qué bueno, y dos del gran Ludwig van Beethoven. La primera fue el bello Angelus de Miguel Bernal Jiménez y, las de Beethoven, su precursor Concierto para piano y orquesta No. 3, en el que actuó como solista la excelente pianista Anna Polonsky, y la tremendamente rítmica Séptima Sinfonía.
Antes de la ejecución de este concierto propiamente dicho, se presentó un “Pre-concierto” de música de cámara a cargo de un cuarteto en el que, en su calidad de violinista, actuó el propio Scott Yoo. Esta modalidad de los pre- conciertos, absolutamente novedosa, es verdaderamente interesante porque en la práctica ofrece al asistente dos conciertos por el precio de uno, y la posibilidad de escuchar dos tipos de música diferente, la de pequeños conjuntos y la de las grandes orquestas.
Esto, sin decirlo, es didáctico, educativo, y va formando públicos que cada vez conocerán más. La intención es la de presentar estos pre-conciertos cada vez que haya un concierto, lo cual merece todo el reconocimiento y felicitación.
Y bueno, se nos acaba el espacio, así que sólo consignar el buen desempeño orquestal, la pianista excelente, y ambiente cordial entre atrilistas y director, lo cual es indispensable para en verdad hacer música. ¡Bien!