TLC: Sobre advertencia no hay engaño

viernes, 11 de enero de 2008 · 01:00
México, D F, 10 de enero (apro)- Es muy mexicana la costumbre de reaccionar a toro pasado, de lamentarnos antes que prevenir, de querer cerrar el pozo después de ahogado el niño; de no hacer caso y aun reírnos cuando nos amenazan de que ahí viene el lobo y sorprendernos cuando llega Nos es más fácil rasgarnos las vestiduras, gritar y chillar, que hacer un acto de conciencia y reconocer nuestras culpas Viene a cuento todo esto por la llegada del famoso arancel cero para las importaciones de los productos agropecuarios ?maíz, frijol, azúcar y leche-- que faltaban por desgravarse totalmente según lo estipulado en el tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá Llegó, pues, el 1 de enero de 2008, la fecha fatal para que puedan entrar al país libremente, sin barreras, esos productos Y el griterío no se ha hecho esperar: se va a acabar el campo mexicano; la soberanía alimentaria quedará en manos extranjeras; el país, a merced de las potencias; los mexicanos, a un destino más miserable Y ante ello, muchos se aprestan a hacer grandes protestas, paros laborales y productivos, movilizaciones en el campo y las ciudades, como si con ello se pudiera solucionar algo Es realmente patético Como lo es, también, el ver los ríos de tinta en medios informativos impresos y la saturación de espacios en los electrónicos, concentrándose ?con honrosas excepciones-- en ese griterío, y haciéndose eco de los lamentos que, en muchos casos son, por decir lo menos, exagerados Y vaya que si ha habido exageración Los dirigentes de las organizaciones sociales y campesinas no se cansan de hablar, de malinterpretar y malinformar: quieren dejar la impresión de que la apertura se hizo de un día para otro o de un año a otro La realidad es que la apertura empezó desde el inicio del TLC, fue gradual y el salto de la desgravación, por lo menos en el caso del maíz, de 2007 a 2008 es igual al que ocurrió en los últimos nueve años ?entre 181 y 182 puntos porcentuales menos de arancel, de un año a otro--, como puede apreciarse en la siguiente tabla ?elaborada por el Centro de Estudios sobre Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, con base en los acuerdos firmados por los tres países en el TLC, incluidos en el Anexo II del texto final del tratado--, en la que se consigna el arancel que se cobró cada año, sobre el valor de lo importado, en los casos del maíz y el frijol AÑO MAÍZ FRIJOL 1994 2064% 1334% 1995 1978 1278 1996 1892 1223 1997 1806 1167 1998 1720 1112 1999 1634 1056 2000 1452 939 2001 1271 821 2002 1089 704 2003 908 587 2004 726 469 2005 545 352 2006 363 235 2007 182 118 2008 00 00 En el caso del maíz puede apreciarse que, durante los primeros cinco años del TLC, el arancel disminuyó cada año 86 puntos porcentuales; en los siguientes nueve, la desgravación fue constante, de 181 o 182 puntos porcentuales cada año En el caso del frijol, la desgravación siguió el mismo ritmo que la del maíz, pero en porcentajes menores: los primeros cinco años, el arancel fue menor en 55 ó 56 puntos porcentuales cada año; los siguientes nueve, el arancel bajó 117 u 118 puntos por año, hasta llegar a cero, en 2008, como en el maíz, el azúcar y la leche en polvo Y esto lo sabía todo mundo: gobierno, campesinos, productores, empresarios, organizaciones? Entonces, más que estar gritando, lo que tendríamos que estar haciendo es preguntarnos qué se hizo en 14 años para estar igual o peor que al inicio del tratado Porque visto éste, a la luz de su planteamiento original, las expectativas creadas con él, no hay duda que ha sido un fracaso en muchos sentidos En el optimismo del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, México sería, de la mano del TLC, una nación radicalmente distinta: un país moderno, integrante del mayor bloque comercial del mundo ?en ese entonces, cuando todavía no se formalizaban las negociaciones entre los tres país: 360 millones de habitantes y un valor de la actividad económica de casi seis millones de millones de dólares? con suficiente empleo, con una industria dinámica y eficiente, usufructuaria de la tecnología de punta, con un crecimiento explosivo de las exportaciones, mejores niveles de ingreso, una economía altamente competitiva, sin fugas de mano de obra ni de capitales, el mejor de los tratos con los colosos del norte; sería una base estratégica de otros países de Europa y Asia, que traerían progreso y mayores oportunidades de empleo Sin el tratado --nos vendían la idea--, nada de esto sería posible, por lo menos no a la velocidad y urgencia que requieren el atraso y la pobreza del país Lo dijo Salinas de Gortari en un viaje a Estados Unidos y Canadá, antes de que se firmara el tratado: "Se perderán empleos" "si nos aislamos habrá mayores problemas frente a la competencia internacional de bloques"; "más mexicanos se irán a Estados Unidos en busca de trabajo"; "viviremos una guerra comercial global"; "será imposible una zona continental de libre comercio"; "no tendremos competitividad"; "estaremos condenados al atraso y la marginación" El TLC entró en vigor el 1 de enero de 1994 Y a 14 años de distancia, nada de lo prometido se logró, salvo el crecimiento explosivo de las exportaciones En efecto, las ventas totales al exterior, que en 1994 tuvieron un valor de 60,800 millones de dólares, subieron en 2006 a 250,300 millones de dólares, una cifra equivalente al 41% del PIB nacional Aunque también las importaciones crecieron sustancialmente: de un valor de 65,400 millones de dólares, en 1993, pasaron a 221,800 millones en 2006 Y ya en el caso particular de los socios del TLC, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos crecieron en más de 355%, y a Canadá en más de 205% Con todo y lo positivo que esto sea, el crecimiento espectacular de las exportaciones jamás se tradujo en un rápido crecimiento económico general Ni siquiera ocurrió con la generosa entrada de inversión extranjera directa, que en lo que va del TLC, ha colocado a México entre los principales países receptores de la IED mundial Y lo que ello implica, a fin de cuentas, porque es lo que importa, no salimos de atraso, de la improductividad, de la falta de empleo, de los bajos salarios Entonces, más que ponernos a gritar lo que hace falta es un verdadero examen de conciencia, actuar ya en serio, no sin dejar de reconocer lo que no hicimos, cada quien desde su trinchera: el gobierno, que ha sido incapaz de acompañar la apertura comercial con políticas públicas que fortalezcan nuestra industria y el campo, que le dieran una mejor integración a las cadenas productivas; los empresarios, sobre todos los grandes ?los más favorecidos con la apertura--, que sólo han utilizado para su propio beneficio ?ni siquiera de sus empresas-- todos los estímulos oficiales que han acompañado al TLC; las organizaciones sociales, que aun ahora, tras 14 años de ese acuerdo, siguen operando corporativamente, algunas como apéndices de partidos, garantes y/o vendedores de votos, y que eternamente han reclamado más subsidios cuando de ello han vivido, pero que no han hecho gran cosa para organizar productivamente a sus representados; los legisladores, que siguen dormidos en sus laureles, desatendiendo las urgencias nacionales y que sólo reaccionan cuando tenemos el agua al cuello? la sociedad toda, que no levantamos la cabeza; que no podemos ver más allá de nuestras narices; que no podemos sacudirnos de esa necesidad patológica de sentirnos acogidos paternalmente En suma, como dicen los clásicos, el destino nos alcanzó Pero estaremos peor si sólo nos quejamos y nos quedamos con los brazos cruzados cgacosta@procesocommx

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