Pensando...

martes, 27 de marzo de 2012 · 14:23
MÉXICO, D.F. (apro).- Estimados lectores: el nuevo viaje del Papa actual ha puesto en funciones, a servidor, de lo que me han hecho arquetipo y símbolo. Consecuencia de lo mismo es la presente. Pues sí, ese viaje me ha llevado a meditar en una idea, mejor dicho, en dos, sobre las que giran no pocas de sus vidas, de sus conductas y decisiones. Las mismas son las siguientes: la de si los humanos son animales racionales o más bien seres religiosos, es decir, si son producto de una evolución progresiva, que los diferencia de todos los otos animales por su mayor desarrollo cerebral o su facultad del habla, sobre todo, lo que les ha permitido y les permite, dar nombre a las cosas y a los hechos, tanto materiales como mentales y organizar grupos y sociedades cada vez más amplias, complejas y hasta sofisticadas, como lo enseñan las denominadas ciencias sociales; o bien, como lo explica la religión, hechura de una divinidad, de una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios, como afirma el cristianismo, con un destino o fin trascendente, en el sentido de estar más allá o fuera de toda acción y conocimiento. Sabido es que los seguidores de la postura de que el hombre es un ser más bien religioso, de una manera u otra, es la idea dominante en la mayoría de los humanos, la más popular entre los diversos pueblos del mundo, por lo que es natural que se apoye en eso del número –pues si tantos tienen ese sentimiento, ¿cómo pueden estar equivocados?--. También sostienen su creencia dando por cierto ideas como las siguientes: sin Dios nada se explica, con la fe en Dios, el mundo bien puede ser un misterio, pero sin Dios, la realidad es un caos, un absurdo. Igualmente juzgan que su manera de pensar es superior por tener por base la espiritualidad y no el materialismo, lo que les da el convencimiento de tener una más perfecta y alta moral… por estar dictada por la misma divinidad creadora. Más esos sentimientos, declaraciones y afirmaciones, a la luz de los hechos, ¿pueden ser paradójicos, contradictorios… y por lo tanto sembradores de dudas… y discutibles por ello? Para despejar esa incógnita, reflexionemos al respecto sobre algunos de los acontecimientos que ha generado o intervenido el cristianismo, no por capricho, sino por ser la religión imperante en el llamado mundo Occidental, conformador, administrador y regente en gran medida de la globalidad actual en la que viven los pueblos de la tierra, les guste o no les guste. De inicio, hay que hacer notar que la ley del número no es válida en toda circunstancia. Por siglos, los humanos creyeron que la Tierra era el centro del universo, que alrededor de la misma giraban sol, luna, planetas y estrellas… porque así lo afirmaban las sagradas escrituras… y no era verdad. Hablando de perfecta y alta moral, difícil es explicarse que en las llamadas guerras de religión, llegaran los cristianos a degollarse entre ellos mismos con saña inaudita por mínimas diferencias en artículos de fe. ¿Y qué decir de la vergonzosa existencia del denominado Santo Tribunal de la Inquisición o Santo Oficio? que, por un quítame esas rajas en cuestiones de creencias religiosas, acosaba implacable, encarcelaba sin más, sometía a crueles tormentos a judíos, mahometanos e incluso a cristianos y terminaba por condenar a no pocos de ellos a la espantosa muerte en la hoguera. A la luz de esa presunta superior moral de la que se dice dueña la Santa Madre Iglesia católica, ¿cómo interpretar los actos de pederastia practicados por ministros de la misma… y el silencio cómplice, el encubrimiento de tales conductas por las más altas jerarquías eclesiásticas? Y si hay cristianos que achacan estas contradicciones, el decir una cosa y hacer otra diferente, que esas contradicciones se deben al poder de tentación del diablo, ¿no están negando con ello el supremo poder, la omnipotencia divina, que llega a que no se mueve ni la hoja de un árbol sin la volunta de Dios?… y si así es, si la divinidad permite actos y acciones como los arriba señalados… ¿Dónde nos lleva semejante hecho? Ante esta realidad de dudas, caos e incluso absurdos a que nos lleva la explicación del mundo si se cree en Dios, ¿es lógico o no pensar que la causa de esas imprecisiones, caos y absurdos se deban al humano y no a la divinidad, a Dios? ¿O qué pensar? Ustedes, estimados lectores de la presente: ¿Qué opinan, qué pueden decir al respecto? Con mis mejores deseos para todos; de ustedes para lo que gusten y manden. EL PENSADOR DE A.R.

Comentarios