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"La Madre del Blues": una complicada sesión en el estudio

Es cine racial, que muestra una época distante en la que el talento emergía en su forma más pura, sin el auxilio de todos los artificios que ayudan ahora a las estrellas vacías a alcanzar la cumbre.
sábado, 10 de abril de 2021 · 16:40

MONTERREY (apro).- A veces los talentos chocan y se salen de control. Y si a la tensión se le suma la competencia de los egos, la situación estalla.

La Madre del Blues (Ma Rainey’s, Black Botton, 2020) enseña cómo una exitosa sesión de grabación discográfica puede tener un epílogo funesto.

Basada en la exitosa obra de teatro de August Wilson, la cinta producida por Denzel Washington es un homenaje a quienes primero incursionaron en la música industrializada, dándole sentido y destino masivo.

Son los años veintes en Chicago, en los que prevalece la discriminación racial. Viola Davis está excelente e irreconocible, como la obesa Ma Rainey, una dama afroamericana conocida como la Madre del Blues, por el magnético tono de sus interpretaciones, llenas de pasión y sentimiento.

La señora debió haber tenido una formación complicada, pues su comportamiento es detestable. Como diva, quiere que todo se haga exactamente como dice y que, en el sitio que se encuentre, sea tratada con reverencia.

La anécdota se desarrolla como una pieza teatral en dos planos. Por un lado se muestra a Ma, con sus repetidos desplantes mientras accede al estudio de grabación de un hombre blanco, el empresario a quien, por un evidente resentimiento racial, trata con desprecio. La agotadora sesión es para producir un disco que, se espera, produzca ganancias millonarias. La diosa blusera quiere imponer condiciones imposibles, entre ellas, la incorporación a la sesión de un jovencito protegido, que resulta ser un inepto para el quehacer musical.

Por otro lado está Levee (Chadwick Boseman, ya fallecido), un músico talentoso, emprendedor, soñador e iluso que también siente profundas heridas emocionales a causa de una infancia plagada de acontecimientos traumáticos relacionados con la violencia criminal que, en aquellos años, era ejercida en contra de la gente de color.

En la actuación vibrante que rubrica una breve pero lustrosa carrera, Boseman hace el papel de un joven que está desbordado por sus propias ambiciones. Siente que la música le debe más de lo que hasta ahora le ha proporcionado, y así se lo hace ver a sus compañeros de grupo, mientras se preparan, ensayando, para recibir a la diva. Los compañeros lo tratan con condescendencia, pero no lo toman en serio, pues si bien es un trompetista dotado, no ha demostrado ser un prodigio para el oficio.

Superado por la frustración, en el transcurso de esta jornada de trabajo creativo se va quedando sin esperanzas. Trabaja con la más grandes figura de la música, pero cree que puede imponer sus ideas, aunque conoce el temperamento de la diva. Se niega a aceptar que no podrá doblegarla, aunque está condenado,  pues todo funciona de acuerdo a su voluntad. Ella está perfectamente consciente de lo que su voz vale, en término de dólares. Y también tiene muy presente que, sin su voz angelical, sería solamente otra mujer de color más entre la multitud.

La Madre del Blues rinde tributo al género. Es cine racial, que muestra una época distante en la que el talento emergía en su forma más pura, sin el auxilio de todos los artificios que ayudan ahora a las estrellas vacías a alcanzar la cumbre.

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