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“La hija oscura”: una mala madre

En "La hija oscura", que se exhibe en Netflix, Olivia Colman interpreta con asombrosa ambigüedad emocional a una mujer que vive al borde de la locura.
sábado, 8 de enero de 2022 · 11:13

MONTERREY, NL (proceso.com.mx).­- Leda se reconoce como una mala madre. Cuando era joven tomó algunas decisiones monstruosas, motivada por ambiciones injustificables, y afectó terriblemente a su pareja y a sus hijas.

Sola y divorciada, en un retiro idílico de vacaciones, se enfrenta con sus propios recuerdos, los remordimientos y la angustia por hechos que no puede cambiar y que la definen como una mujer imperdonable.

En La hija oscura (The lost daughter, 2020), que se exhibe en Netflix, Olivia Colman interpreta con asombrosa ambigüedad emocional a esta mujer que vive al borde de la locura. Son tan intensas las evocaciones por lo que hizo que, en ocasiones, su mente se bloquea y ella se desvanece donde se encuentre.

En su debut como directora y guionista, Maggie Gyllenhaal consigue adentrarse a profundidad en la psique lastimada de esta dama de gran formación cultural que pasa sus días atormentada por los errores de una juventud en la que tomó decisiones que, ahora ve con claridad, la llevaron a un estado posterior de miseria emocional.

Buscando estabilidad, aunque sea por unos días, toma el sol en la playa, pero las imágenes que la atrapan le provocan todo lo contrario. Su placer va acompañado de culpa, pues se siente libre, cuando sus hijas viajan a ver a su padre. Con inquietud observa en el retiro a Nina (Dakota Johnson), una bellísima lugareña de vida disipada que cuida sin mayor atención a su hija pequeña.

Aunque busca ternura en esa estampa maternal, Leda encuentra turbación, pues el apego entre las dos la remite a ese tiempo en el que enfrentaba su propia crisis conyugal, afectada por deseos sensuales frustrados y un encuentro incidental ilusorio que podía rescatarla de la monotonía.

En un interesante giro de desdoblamiento freudiano, incurre en un acto desconcertante, que afecta directamente a la nena, y que provoca una pequeña conmoción en el pueblo. Entra entonces a un nuevo estado de culpa que, de alguna forma retorcida, le genera gran tensión, pero la distrae de otros pecados que no la dejaban respirar. Hasta que llega el momento de enfrentar todas las verdades.

Gyllenhaal utiliza el texto original de Elena Ferrante para crear un sicodrama que funciona como un espejo. De manera permanente, y con una seriedad casi fúnebre, cuestiona a quienes ven a Leda y a su versión joven (Jessie Buckley), sobre qué harían en su lugar. El tono obvio es de reproche hacia la esposa joven tonta, ambiciosa y desorientada que, envuelta en un seductor ambiente de intelectualidad, sucumbe a delicias que no suponía pasajeras, y que la llevan a arrastrar un pesar enorme por el resto de sus días.

Aunque espera pasar momentos de solaz en esa atmósfera de ensoñación en la costa griega, el entorno la obliga a confrontarse y a redescubrirse. Aún con dolor, y dispuesta a pagar un costo por sus acciones presentes y pasadas, Leda puede entender, finalmente, lo que le ha ocurrido y observar el porvenir con algo de esperanza.

Es una excelente historia cargada de significados ocultos.

 

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