Oaxaca

“Sobre los cerros de neblina”, novela sobre tradiciones, política y guerrilla en Oaxaca

El libro de Daniel Aragón, que trata de los cerros y su velo de neblina; la virtud, el pecado, lo sobrenatural y la búsqueda del progreso de un pueblo, fue presentado en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO).
miércoles, 21 de septiembre de 2022 · 13:59

OAXACA, Oax. (apro).- La novela Sobre los cerros de neblina, de Daniel Aragón Reyes, narra una historia sobre Oaxaca, la guerrilla y la superstición; un pasado que se resiste al olvido.

El libro, que gira en torno a los cerros y su velo de neblina; la virtud, el pecado, lo sobrenatural y la búsqueda del progreso de un pueblo, fue presentado en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) por Jorge Pech Casanova (editor), Enna Osorio Montejo, Víctor Armando Cruz, Carlos Sorroza y Alberto Aragón Reyes.

El autor sostiene que es una novela llena de símbolos que evoca episodios ocultos de la historia de Oaxaca e invoca a los espíritus de los cerros con la fuerza de la oralidad.

El también psicólogo y maestro confiesa: “Hace algunos años, en 2018, escribo esta novela y surge a partir de la tradición oral, a partir de la oralidad, principalmente de mi madre. Ella tiene el don de la narrativa y aquí se habla de diferentes leyendas, mitos y símbolos. Me ha contado, en diferentes momentos de mi vida, diferentes episodios de su pueblo. Tiene ese don narrativo que me llevaba al lugar. Entonces, de la tradición oral en mi vida de lector, paso a ser de un escritor”.

Sobre la trama puntualiza: “La novela conjuga dos temas: el de la guerrilla y la creencia. Dos temas que por sí mismos tienen una fuerza muy grande en el territorio oaxaqueño. Junto a esos se añaden dos símbolos: el cerro y la neblina, para que estos cuatro elementos se conjuguen se crea un pueblo ficticio que se llama San Juan Neblina”.

“Es un pueblo ficticio que tiene rasgos muy característicos: está incrustado en los cerros. Es un pueblo paradigmático. Trato de no poner fechas y cuando se menciona la sierra, solamente, no hablo en específico. El lector se dará cuenta con qué sierra tiene más relación”.

En ese pueblo ficticio habitan el borracho, el matón, el padre que sabe los pecados de todos. Ahí se desarrolla la historia que parte de principios del siglo XX y tiene que ver con una especie de éxodo que provoca la revolución mexicana. A los valles de Miahuatlán llegan los revolucionarios con una violencia desmedida, violan a las mujeres y ellas huyen a la sierra, sin nada, y conforme van caminando se van encontrando con la esencia de los cerros.

Estos cerros estaban dominados por la creencia y por voces antiguas, de la gente grande que tenía una explicación a los fenómenos de la vida, de la naturaleza.

“Yo creo que estas voces de nuestros ancestros había una explicación al mal –comenta Aragón Reyes–. Si aparecían bolas de fuego en las montañas, ‘son unos brujos que se están peleando un zopilote’, decían. ‘Ah, esto significa tal’. Había una explicación por parte de estos sabios y también los rezadores. A quienes se casaban les decían: ‘tienes que hacer esto’. Hay una especie de rituales”.

Sin embargo, conforme avanza el siglo XX, la creencia va perdiendo fuerza y esa voz se convierte en una especie de nostalgia. La creencia y las explicaciones de nuestros ancestros se sustituyen por la política y ahora ésta explica el mundo, nos dice quién es el bueno y quién el malo.

Conforme esta visión va aumentando, los grupos guerrilleros en los cerros también se mezclan con las creencias, las matanzas, con la lucha de tierras. Estalla el conflicto, que

llega a oídos del gobernador, también ficticio. Cuando llegan las fiestas oaxaqueñas y el mandatario escucha los problemas serios de la región de la neblina, dice una frase que se vuelve recurrente en el libro: “Ojalá todo fuera como la pinche Guelaguetza”. Esta frase significa mucho porque la Guelaguetza es el momento en que el gobierno se luce y los problemas sociales quedan ocultos.

En tanto se difunden las especulaciones sobre las intenciones del grupo armado, el papel de los líderes del pueblo, quién aboga por el bien y quién por el mal, y no se ve claro, regresa el símbolo de la neblina: un fenómeno natural muy bello, pero también un velo que no nos da suficiente claridad, no nos permite ver la realidad.

Hay un momento en el cual se infringe lo sagrado que puede tener un cerro: es una confusión entre el humo y la neblina. “Entonces surge esta cuestión borrosa: no hay claridad, y esto produce un efecto en el lector porque dirá: ‘A ver, ¿no estará esta novela hablando de una realidad?’”

A pesar de que es una novela corta, explica el autor, está llena de símbolos. Hay un momento detonante en el que aparece un animal en el pueblo y el pueblo le otorga una carga simbólica muy fuerte: “Ese es el evento detonante de la novela, como si fuera un presagio”.

El libro incluye ilustraciones del artista plástico Alberto Aragón Reyes, quien creó su propia editorial para contribuir a  la difusión cultural y literaria.

 

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